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Relatos cortos (No 9): Temas al azar.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

Radio Zulia, nooo tiene miedo:


El 28 de diciembre de 1975 en Maracaibo, por la emisora Radio Zulia, 1070 AM se transmitió una noticia sobre la colocación de un artefacto explosivo en el área del pozo Zumaque 1, que sería el escenario elegido para que el presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, asistiera el 1 de enero de 1976 y anunciara al mundo la nacionalización de la industria del petróleo.



Los 28 de diciembre de cada año se conmemora el día de los Santos Inocentes, un episodio hagiográfico del cristianismo que se relaciona con la matanza de los niños menores de dos años, nacidos en Belen (Judea), ordenada por el rey Herodes con el fin de deshacerse del recién nacido Jesus de Nazaret. En esa fecha, en Venezuela, al igual que en España y en el resto de Hispanoamérica, es costumbre realizar bromas de toda índole.


Los medios de comunicación hacen bromas o tergiversan su contenido de tal modo que la información parezca real. Se trata de una libertad que se dan los agentes mediáticos para dar rienda suelta a su sentido del humor, oportunidad que solamente tienen una vez al año.


Es tradición que los periódicos publiquen páginas enteras de noticias cómicas, con la advertencia de que es día de los inocentes, que van desde las que son una obvia mofa a cualquier suceso reciente, hasta las que parecen serias y engañan al lector desprevenido.


A consecuencia de la noticia, la emisora fue suspendida temporalmente, por originar una movilización indebida de fuerzas militares contingentes y por propiciar conmoción o miedo colectivo. Como consecuencia de este cierre, la emisora cambió su línea editorial hacia la denuncia anti gubernamental con la valentía de un enfrentamiento contra un poder superior y para ello creo el slogan “Radio Zulia, no tiene miedo”.


El gobierno de Venezuela asumió la existencia de un miedo colectivo o compartido por una parte importante de la sociedad, que provocó la actuación de una manera condicionada aceptando una situación falsa como si fuera cierta. El miedo colectivo surgió de forma espontánea frente al peligro y demandó acciones objetivas para tratarlo.


En otros casos que se presentan con cierta frecuencia en la actualidad en nuestros países, existe manipulación de la opinión por parte de ciertos actores políticos o ciertas organizaciones sectarias que no dudan en utilizar los miedos colectivos o en suscitarlos en la perspectiva de asegurar su poder sobre las poblaciones susceptibles a tal discurso. Un miedo colectivo puede exacerbarse en histeria colectiva (aunque esta puede ser el resultado más de un miedo excesivo que de un entusiasmo excesivo) y dar lugar a exacciones.


El 31 de diciembre de 1.975 en Venezuela, definitivamente quedaron extinguidas las concesiones petroleras, anulando el derecho de realizar actividades de la industria petrolera a las compañías trasnacionales. El primero de enero de 1976 en el pozo Zumaque 1, en el campo Mene Grande estado Zulia, el presidente Pérez proclamó ante el país la nacionalización de los hidrocarburos y entró en vigencia la ley. A partir de esta fecha, las propiedades, plantas y equipos entre otros aspectos de las 14 compañías concesionarias extranjeras, pasaron a ser pertenencias del Estado. Para ello se les indemnizo con 1.054 millones de dólares de los cuales 117 millones fueron en efectivo y el resto en bonos de la deuda pública.


La Libreta y el Certificado:


En Venezuela y en los años 1970, en todos los jóvenes que como yo cumplimos los 18 años de edad, se iniciaba un estado de angustia y de miedo colectivo, ante la posibilidad de ser reclutado para cumplir con el servicio militar obligatorio. La recluta, según los testimonios de amigos que pasaron por ese proceso traumático, era un tormento que se iniciaba desde la propia captura del joven por parte de efectivos policiales justo al escuchar en voz alta la palabra “Cedula”. Era tal cual un estado hipnótico que te paralizaba y te impedía escaparte.


A continuación, y al verificar la edad que era requerida y ante la ausencia de cualquier documento de excepción, se efectuaba el traslado a la llamada “Barraca” o la Guarnición Militar. Según esos testimonios, en la barraca se impartía un trato inhumano que incluían entre otras acciones, la espera eterna a ser llamados estando sentados sobre el asfalto caliente, el dormir sobre insalubres colchones, las agobiantes restricciones para el uso de los sanitarios, un corte de cabello al ras en una época de moda del cabello largo, y los desprecios públicos que empezaban por llamarte “podrido” si existía algún problema de salud que te exceptuaba del cumplimiento del servicio.


La duración del servicio militar era de un año, en un largo periodo de estas obligaciones militares que en Venezuela iban desde los 18 hasta los 60 años de edad. En aquella época se consideraban no elegibles para la prestación del servicio militar, a quienes sufrieran de alguna enfermedad, que estuvieran casados o fueran el único sostén del hogar, también si existía alguna medida privativa de libertad y para aquellos quienes estuvieran efectuando una carrera universitaria, el cual fue mi caso en particular.


En las diversas prefecturas con algún representante de los militares, se gestionaba una libreta de excepción del servicio militar obligatorio, que contaba con varias páginas, en donde se incluían la fotografía, señales físicas particulares y el código o descripción de la excepción. Esta libreta debía portarse religiosamente junto a los otros documentos personales para eludir la recluta. Esa libreta era muy apreciada y difícil de adquirir tal cual sucede como el pasaporte en la actualidad en Venezuela.



El certificado de salud era otro requisito infaltable para inscribirse en los institutos de educación secundaria y superior y para cualquier diligencia de empleo. Para adquirir el certificado era necesario colocarse todas las vacunas profilácticas recomendadas por las autoridades de sanidad. En nuestro caso, este certificado era expedido por el Instituto de Sanidad de Maracaibo, mejor conocido como La Sanidad, ubicado cerca del Mercado Libre de Santa Rosalía.



De solo pensar en las vacunas, al llegar a la Sanidad empezaban unos escalofríos que recorrían la columna vertebral y te impedían caminar con soltura en sus pasillos con olor a alcohol y de desinfectantes tipo Pinolin.


Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.


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