Mi tía Eufrosina, hermana de mi abuelo Gustavo, era una anciana de muy baja estatura con el pelo largo y canoso y con muchas manchas claras en la piel de la cara, cuello y brazos, producto de su edad avanzada. Tan pronto como aprendí a leer, mi tía solicito mis servicios para que le leyera la Biblia. No recuerdo el tiempo que pasamos sentados uno en frente al otro, pero seguro que fueron varias semanas, yo leyendo en voz alta y ella escuchando con sus ojos cerrados, pero yo no podía asegurar que estuviera dormida. Debo reconocer que a esa temprana edad es muy poco de la lectura lo que se llega a comprender, recuerdo que el Genesis me pareció muy interesante. La tía Eufrosina se mudó con nosotros al apartamento B5 y allí al poco tiempo murió de una angina de pecho, sus últimos momentos fueron muy dolorosos, tuvo una corta agonía falleciendo al amanecer del día de su padecimiento. Mi madre que quedo muy impresionada con la muerte de la tía, decidió que nos mudaríamos de vivienda, pero con la condición que estuviéramos en la misma urbanización Urdaneta. Por esa razón nos cambiamos a la vereda 36.
La casa de la vereda 36, numero 24 (en la actualidad de color rosado en las fotos anexa), estaba para la época en muy malas condiciones de habitabilidad ya que fue una vivienda recuperada por el Banco Obrero por la insolvencia en su pago de parte de su anterior dueño y fue subastada al mejor oferente, que resultó ser mi papa. La entrega de la vivienda se dio en el tiempo de mis vacaciones escolares y por eso en forma democrática y participativa, a los 13 años de edad, me nombraron como el ayudante de albañilería para un jefe de obra, mi tío Adolfo, alias Opo. Yo estaba encargado de batir la mezcla, que es como se conoce a la preparación del cemento en polvo con arena y agua, cargar ladrillos y otras actividades en donde fuera necesario. Era preferible leer otra vez la Biblia, sin duda alguna, aunque todos los oficios dejan su parte positiva para la vida.
La casa estaba ubicada en una de las periferias de la urbanización y en este límite era afectada por las corrientes de aguas de lluvia y por las actividades de algunas fábricas y negocios que estaban colindantes. De esas fábricas, justo detrás de nuestra casa existía una de manufactura de urnas funerarias, un proceso que requería de un horno industrial para la fundición de metales. El horno expelía un calor insoportable y para nada era agradable el espectáculo que nos tocaba observar a diario. Mi padre le hallo la solución con la construcción de un alto bahareque de ladrillos y un canal para manejar las aguas de lluvias y de esa manera paliamos la situación en ambos aspectos.
Ejemplarizante:
Una historia que de manera desafortunada es muy común en las clases más desposeídas, es el abandono de alguno o de los dos progenitores a una gran descendencia de hijos con edades en seguidillas que son obligados a trabajar desde muy temprana edad y que no se incorporan a las escuelas primarias. Cuando algún niño o joven representante de este lamentable esquema social, se destaca en algún deporte y trasciende para ser considerado un orgullo nacional, se convierte en un modelo ejemplarizante para muchos en iguales condiciones de pobreza y motiva a algunos a seguirlo, lo cual tiene tanto o más méritos que el propio logro individual.
Francisco Rodríguez, el segundo de 14 hermanos en un hogar de pocos recursos, trabajó con su abuela vendiendo pescado y nunca recibió una educación formal, por lo que no aprendió a leer y a escribir hasta llegar a la adolescencia. A los once años entró al mundo del boxeo y llego a convertirse en el primer venezolano en ganar una medalla de oro olímpica. Esto ocurrió en la categoría mosca-junior del boxeo en los Juegos Olímpicos de México 1968. Morochito Rodríguez es como mejor se le conoce, recibió ese sobrenombre por tener una hermana gemela llamada Alida y no como mucha gente cree, por emular al primer campeón mundial de boxeo venezolano Carlos “Morocho” Hernández. A los dos días de la victoria se produjo el regreso a Venezuela en uno de los recibimientos más concurridos que se recuerde en el Aeropuerto Simón Bolívar con más de 10 mil personas.
Lo que paso con Kike:
La Sra. Enma ocupaba con su familia de procedencia andina una vivienda cerca de la nuestra, muy apreciada y concurrida por tener una venta de gaseosas, cepillados y otras golosinas. La Sra. Enma tenía tres hijos varones, de los cuales, Kike (alias de Jesús Enrique) era el del medio. Kike era un joven considerado rebelde para la época, a él le gustaba aparentar como vestía y como actuaba con acciones de mucho riesgo para él y para los demás.
Pasó un día cualquiera que en la época de clases de secundaria en el Liceo Coquivacoa y en un receso intermedio, observamos que Kike se aproximaba en una moto, pero estaba de pie en el asiento posterior apoyado en los hombros del conductor, otro joven rebelde, y ambos en un alarde de la pericia que no la tenían, justo al tomar una curva cerca de la entrada del liceo, perdieron el equilibrio y cayeron al pavimento, afortunadamente sin daños físicos que lamentar.
En el amanecer del día 16 de marzo de 1969, Kike tuvo un accidente fatal, esta vez no sobrevivió a otra caída de una moto, su cabeza se destrozó por un golpe con una acera de concreto en una vía de Maracaibo. Sus restos mortales después de la necropsia de ley, no le fueron entregados a sus familiares para velación, hasta varios días después del accidente. La razón de esta demora estuvo en el colapso de los servicios forenses motivado a una sobredemanda inaudita.
El 16 de marzo de 1969, ocurrió en Maracaibo el que fue considerado como el más mortífero accidente aéreo de la historia hasta 1971. Un avión DC-9 de Viasa que cubría el vuelo 742, se estrelló a los pocos minutos de despegar del Aeropuerto Grano de Oro de Maracaibo y como consecuencia fallecieron las 84 personas a bordo y 71 personas en tierra, totalizando 155 muertos y otras 100 personas en tierra que resultaron heridas. El 742 era un vuelo desde Caracas a Miami con escala en Maracaibo, despegó en una pista de apenas 2 kms, iniciando con retraso casi al mediodía, por lo que las altas temperaturas y presión no propiciaron que se elevase lo suficiente, rozando con postes de luz que contribuyeron entre todos esos factores con el accidente. El avión se estrelló de forma invertida en una vereda de la Urbanización La Trinidad.
A Kike lo acompañaron otras 155 personas fallecidas, en la morgue del Hospital Universitario en Maracaibo.
Houston, We don´t have a problem:
En la oscuridad de la noche, mi padre y yo nos acostamos en hamacas hacia el fondo de la casa en la vereda 36, la cual estaba prácticamente al aire libre por estar en reparación y construcción de nuevos ambientes en el hogar. En esos momentos cumplimos con una doble función, en primer lugar, cual gestión de guachimanes, estuvimos pendientes para evitar alguna intrusión no deseada de los amigos de lo ajeno y, en segundo lugar, esperamos la transmisión por televisión en blanco y negro de un evento que había captado el interés mundial. Al igual que nosotros, se calcula que otros 600 millones de espectadores (1 de cada 5 pobladores en la tierra) estaban en lo mismo, viendo algo que no podían creer.
Hace casi 52 años, la Misión Apolo 11 se posó sobre la Luna, haciendo posible que el hombre caminara sobre el satélite natural de la Tierra, pero también algo de tantos méritos fue la transmisión a nivel mundial cuando la tecnología aún era muy incipiente en muchos sentidos. Mientras bajaba por las escaleras de la nave, Armstrong activó una cámara de televisión que retransmitía las imágenes y luego fue describiendo todo lo que veía al pisar el suelo. Esto fue exactamente en Maracaibo, a casi las 11 de la noche del domingo 20 de julio de 1969. Fue en ese momento cuando señaló la célebre frase: “Es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
La señal del alunizaje debía captarse ininterrumpidamente, pese a la rotación de la Tierra, por ello, la NASA empleó una red de transmisión con tres antenas de 26 metros de diámetro ubicadas en California, España y Australia, para de allí pasar por satélite a Houston, donde nuevamente era retransmitida en formato de televisión a las estaciones correspondientes. La comunicación vía satélite era todavía una novedad.
En Venezuela, el esfuerzo tecnológico para lograr la transmisión del alunizaje, lo realizó Radio Caracas Televisión y para ello, contrató a la empresa multinacional ITT para alquilar, transportar e instalar una estación rastreadora de satélites, de unos nueve metros de diámetro, en Maracaibo, específicamente en el aeropuerto de La Chinita que en ese entonces estaba en construcción. Maracaibo era la única zona de Venezuela en donde podía captarse con mejor recepción el satélite ATS, ubicado al norte del océano Pacífico, y el único con posibilidades de enganchar la señal. La antena parabólica, la primera en el país, fue alquilada a un precio de 300 mil dólares y trasladada en un avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
En Colombia se hizo presente el acontecimiento dejando en un segundo plano la conmemoración de independencia. La señal fue recibida por satélite desde Maracaibo, Venezuela y luego se encadenó con el sistema de televisión desde la red transmisora en el Norte de Santander.
Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.
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