Ya hacia 8 días que se había iniciado la copa del mundo en Sudáfrica, una fiesta del futbol que se caracterizó por el ruido incesante de una especie de trompeta llamadas las vuvuzelas. En la transmisión televisiva con todo y sus filtros, les costaba modular ese sonido de tanta intensidad. En la cultura sudafricana, los cuernos para emitir sonidos, han tenido un papel relevante para anunciar y animar una ceremonia o un importante evento. Las vuvuzelas, afortunadamente, no fueron aceptadas para celebración deportiva a nivel mundial.
Esa mañana del sábado 19 de junio del año 2010, estaba asoleada y muy fresca en Santa Marta en el caribe colombiano, permitiéndome el caminar en la orilla de la playa que daba a los hoteles Zwana e Irotama.
Mi rutina de pensamientos se interrumpió, cuando escuché la voz de un buhonero, de los tantos que conviven en esa orilla, que me preguntó sobre las muchas picadas de los mosquitos en mis piernas. Ambas lucían muy inflamadas y enrojecidas y lo entendí en su preocupación, en parte por solidaridad conmigo, pero también y más importante para él, de que no era buena idea para el turismo playero, que estuviera mostrándome así.
Hasta la noche anterior, estuve hospedado en un hotel ecológico ubicado en el Parque Tayrona, llamado el Ecohabs, con sus cabañas ubicadas en un cerro. La que me asignaron, estaba a unos 40 escalones de altura y era un bohío de dos pisos con techo de palma.
Estaba en el propio hábitat de los mosquitos, los ciempiés, las arañas y cualquier otro bicho, que no se dejaban intimidar por los repelentes.
Por tres días laborales, estuvimos atendiendo el tercer módulo de un programa sobre el liderazgo transformador de negocios, que en esta ocasión se relacionaba con el liderazgo de uno mismo, el autoconocimiento para interiorizar y adquirir una noción de nuestro yo, nuestras fortalezas y defectos, incluyendo el estilo de pensamiento y la tipología de nuestra personalidad.
Nuestro instructor invitado fue un Mamo de los arhuacos, considerado en esa cultura, como un sabio y un líder espiritual, entrenado en las formas de leer y entender a la naturaleza. Su vestimenta era de un tejido con fibras de maguey blanco para representar la pureza y portaba un sombrero cónico que representaba a los picos nevados de la sierra nevada de Santa Marta. Este Mamo, también usaba dos mochilas de lana entre cruzadas sobre su pecho, repletas de hojas de coca, varias pulseras de algodón amarradas en ambos brazos, un poporo y un celular.
El poporo era un totumo seco que contenía un polvo de conchas de mar, tinturado con una flor amarilla llamada moroche. En ese totumo, introducía un madero fino y largo y recogía parte de la mezcla, que la llevaba a su boca en donde los esperaba una bola de hojas de coca tostadas. Enseguida sacaba el madero y restregaba los restos de la combinación de saliva, hojas húmedas y polvo de conchas, contra la parte superior del totumo. Esa operación siendo repetida miles de veces, hacia que con el tiempo creciera una especie de corona sobre el totumo, de un color amarillo verdoso.
La hoja de coca que es sagrada para ellos, representaba a la tierra que se mezclaba con el mar, simbolizado dentro del poporo en el polvo de las conchas marinas.
En la orilla del mar, el Mamo nos hizo un ritual de limpieza de la energía negativa que traíamos de la ciudad. Para ello, utilizó mechones de algodón representativos del mal, que luego quemó en una fogata y nos colocó una especie de amuleto con una hilaza amarrada en una de las muñecas. Esta hilaza debía mantenerse por el tiempo en que llegara a caerse por sí misma. En mi caso, solo duró hasta el siguiente día, cuando mi esposa la observó que estaba semienterrada en mi piel por efecto de la inflamación producida por las picadas de mosquito y acto seguido me la cortó con una tijera.
De esa experiencia vivida, confirmé que el conocerse a sí mismo, no pasa por adoptar las costumbres y las creencias de otros. El cambio ha existido siempre como una contrapartida de la quietud y la permanencia, pero también ha inspirado en el ser humano unos sentimientos como la nostalgia, el miedo o la fascinación.
Antonio Jimenez.
Sr. Jiménez Excelente experiencia y relato. Vivir la vida.
La experiencia con un líder espiritual en una convivencia en plena naturaleza, fue solo un intento mas, en el difícil camino por alcanzar la unión del alma con lo sagrado.