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Relatos cortos (65): en alerta.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

En enero del año 2009, ya corría mi cuarto mes de la renta de un apartamento amoblado de dos cuartos, en un edificio en la cercanía del Parque El Virrey en Bogotá; ese delgado corredor verde que existe en esta ciudad, rodeado por una selva de concreto.



En Colombia, el piso uno de un edificio es la planta baja, la que da el acceso directo a la calle y de allí hacia arriba se utiliza una numeración ascendente. El apartamento rentado estaba ubicado en el piso 2 o lo que es lo mismo, el piso habitable más bajo y el menos protegido.



Mi retorno al trabajo en Bogotá en ese inicio de año, fue en un vuelo nocturno desde Maracaibo y al llegar a mi apartamento noté que la cerradura de la puerta de entrada solo necesitó de media vuelta de la llave. Eso me pareció muy sospechoso, ya que nunca la hubiera dejado sin asegurarla con el pestillo. Al entrar al apartamento, una tenue luz que provenía desde el área de la cocina lo iluminaba parcialmente. En efecto, esa luz salía desde el interior de la nevera, que mantenía su puerta levemente abierta.


Ya no tenía dudas de que un intruso había estado en mi apartamento y en seguida y con muchos nervios me dispuse a revisar cuidadosamente en todos los ambientes. Afortunadamente, ya nadie se escondía a esas horas y no existía desorden en el apartamento.


En la mañana siguiente y siendo muy temprano, me dediqué a hacer una revisión más cuidadosa de mis pertenencias y en efecto si faltaban algunos trajes de vestir, dinero, relojes de pulsera y otras prendas de mi esposa, quien se había quedado por unos días más en Maracaibo.


Nosotros éramos los primeros inquilinos de ese apartamento y la cerradura de la puerta era la del modelo más simple, la provista por el constructor del edificio, de manera tal, que el ladrón con una copia de la llave de la cerradura, entró como Pedro por su casa. Con el debido reclamo a la administración del edificio, la denuncia a la policía y el cambio de la cerradura, no se presentó luego ningún otro problema de ese tipo.


Unos días más tarde en ese mismo mes de enero, el martes, 27 para ser más preciso, terminamos de cenar y dispusimos de un par de horas para ver las noticias y una telenovela. En ese tiempo, estábamos siguiendo una serie conocida como Los Protegidos, transmitida por RCN, uno de los dos grandes canales de transmisión abierta en Colombia.



El contenido temático de esa serie, trataba de la interesante historia de la protección policial a un testigo judicial y a su familia, para evitar que cayeran en las garras criminales de un capturado capo de la droga. Se caracterizaba por unas escenas con mucha violencia, a través de encuentros armados y de atentados con explosivos.


En el momento en que veíamos el ansiado ultimo comercial antes de iniciar la telenovela, mi esposa y yo escuchamos un ruido intenso y una sensación de un vacío que quería tragarnos. Nos miramos a las caras como incrédulos y nerviosos y en ese momento rompí con el silencio. No se me ocurrió decirle algo diferente a lo que siempre se comentaba en Venezuela luego de escuchar un estruendo, de que parecía que a alguien se le había explotado el horno de la cocina.


Pasaron un par de minutos y obtuvimos la respuesta, al momento de que la transmisión televisiva interrumpió el espacio de la telenovela y volvió con el locutor de planta para la noticia. Él informó de una fuerte explosión que había ocurrido en el parqueadero de la tienda Blockbuster de la carrera novena. En línea recta, esa tienda estaba a menos de ochocientos metros de nuestro apartamento y fue por eso que el sonido de la explosión lo sentimos tan fuerte.


La carga explosiva ocasionó la muerte de dos personas y otras doce resultaron heridas. El atentado formaba parte de una oleada de extorsiones por parte de la guerrilla, en donde la cadena Blockbuster había sido víctima de tres ataques.



A nosotros solo nos llegó el impacto sonoro y ello fue un estímulo suficiente para estar en alerta máxima dejando de un lado lo incauto. En Bogotá, la violencia extorsiva se estaba manifestando cada dos semanas, teniendo como target a los supermercados y a las tiendas de gran demanda familiar.


Ya se entendía mejor la razón de la transmisión televisiva de las noticias y de las series, ambos con abundantes argumentos sobre la violencia en Colombia, aunque algunos los calificaran de improcedentes y amarillistas. No se podía ocultar la realidad de lo que estaba ocurriendo con un blackout informativo, la televisión si aportaba suficientes elementos para ser tomados preventivamente en la protección personal.


Antonio Jimenez.

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1 Comment


Heriberto Bravo Portillo
Sep 26, 2022

Yo también lo viví, aunque más lejitos… excelente relato!!!

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