Mi llegada a Pacific Rubiales como el asesor de producción para un vicepresidente corporativo, me abrió las puertas de sus tres filiales operadoras, pero ni con esa licencia otorgada para mi intervención laboral, me sentía en un paraíso para brillar con mi trabajo.
Muy a menudo mi acción se colisionaba de frente con los dueños de los procesos, quienes, estaban a la defensiva ya que se sentían erróneamente investigados y expuestos a perder sus privilegios profesionales. No resultó fácil la obtención de la información ni tampoco un consenso sobre mis recomendaciones.
En mi estrategia para ganarme las voluntades, en un principio le di mi total apoyo a los planes de explotación de sus principales campos, muy pocos en número y que eran los considerados como las joyas de la corona. Eso me permitió tener un espacio liberado para identificar unas mejoras muy evidentes en los campos menores, que constituían la mayoría abrumadora del portafolio.
En una organización muy amplia, en la búsqueda del éxito se incluye la optimización de todos sus proyectos, por lo que el obtener mejores resultados de los proyectos con una tasa critica de rentabilidad, también genera satisfacción empresarial. Con mi trabajo intentaba obtener una mejoría de los indicadores de rendimiento de esos proyectos, para que dejaran de ser considerado como productos perros, tal cual los clasifica la matriz de crecimiento-participación del Boston Consulting Group.
En la ejecución de esa estrategia, me concentré con mi trabajo para la tercera filial operadora, recientemente incorporada por la empresa matriz, haciendo posible que manejara y conociera una valiosa información de su organización y activos, procesos operativos y planes de desarrollo. Con ese conocimiento, desarrollé un lenguaje que me permitió convencer hasta al más incrédulo y ganármelo como un aliado.
Estando con mis tareas cotidianas, unos eventos inesperados colocaron marcas en mi camino en una dirección para lograr mejores posiciones. Sonaron vientos favorables de que podría estar de vuelta a lo que sabia y podía hacer.
Un día domingo y ya tarde en la noche, recibí una llamada de un ser humano excepcional, cuyo destino lo hizo retirar muy prematuramente de la escena. En esa conversación obtuve su apoyo para ser considerado como su reemplazo en la vicepresidencia ejecutiva de la filial operadora y tal cual así ocurrió, con la autorización de la directiva. Esa empresa en ese entonces se llamaba Kappa Resources y tenía su sede en el último piso de Torre Los Nogales, un edificio ubicado en la calle 76 con la carrera 11 de Bogotá.
Una escalera interna de caracol conducía a un ático y a mi oficina, la cual tenía una terraza al aire libre en donde un gran toldo de lona de un verde muy llamativo, nos resguardaba del sol y de la lluvia. Sin dudas, esa terraza era un sitio ideal para reposar del estrés, retomando el pensamiento en pro de lo productivo.
Mi vista preferida desde esa terraza, era la de una gran casa al estilo inglés en la esquina de la calle 77, una de las más admiradas turísticamente en la ciudad, siendo una especie de monumento antiguo, muy bien construido y protegido por una cerca de pinos naturales colocados a su alrededor. Ese estilo de construcción con los patrones ingleses perduró por siglos y pensando en esa perpetuidad, lo asocié con la estructura y el funcionamiento de la empresa en Colombia y de cómo con mi estilo de gerenciar podía contribuir en su permanencia en el tiempo.
Las exigencias laborales de la nueva posición no se hicieron esperar y de una vez y en la primera semana, se dieron los tres eventos típicos a lo que estamos expuestos los ejecutivos, fuera de la frontera de la empresa.
En un evento empresarial, me convertí en el representante de Pacific, en un simposio nacional de crudos pesados, con la participación de Ecopetrol y de otras empresas privadas. Mi inclusión fue de improviso y casi sin tiempo para su preparación, pero, aun así, caló positivamente entre los asistentes y en eso fue relevante mi experiencia en el manejo de los activos de crudos pesados de la costa oriental del lago. De este evento pude confirmar que mis competencias técnicas me ayudarían en el desempeño para mi nueva posición.
En un evento social fui el anfitrión para la despedida de mi antecesor, un agasajo que hizo honor a su trayectoria, en donde reconocimos sus virtudes personales y profesionales. Con este evento social, validé una vez más que los encuentros con los empleados y relacionados fuera de la rigurosidad laboral, son necesarios y repotencian al trabajo en equipo.
El tercer evento y el más importante de todos, fue el familiar y junto con mi esposa festejamos el logro obtenido con un almuerzo. Sin el apoyo de la familia nada sería posible.
En ese día, mi propio disfrute personal comenzó mucho antes de llegar al restaurante, a donde caminé por un largo trecho. En ese trayecto, disfruté del paisaje, de la gente y de cualquier señal cotidiana que representara a la vida. Estando en ese disfrute, me convencí de que todo había sido obra de Dios, el Señor había tejido antes y en las estrellas todo lo que me estaba ocurriendo, el me dio la vida y todos mis dones e hizo posible que se me presentara y aprovechara esa oportunidad. Con su presencia a mi lado mientras caminaba, ofrendé mi compromiso para cumplir con las exigencias de mi nueva posición, dejando un legado entre su gente y para ello coloqué las garantías que me proporcionaba mi propio ser.
Antonio Jimenez.
Excelente, como siempre y definitivamente el agradecimiento por los dones y las oportunidades, siempre son gratos al Señor!!!
Sr. Jiménez excepcional
Excelente!