La prensa especializada en las noticias del petróleo, al mencionar el nombre de una empresa internacional, frecuentemente le endilgan la nacionalidad del país de su procedencia. La anglo holandesa Shell, la francesa Elf Equitaine, la española Repsol, son algunos ejemplos. En el caso de que sean empresas públicas, la identificación es con el nombre y el apellido, así como con la estatal venezolana Pdvsa o la estatal mexicana Pemex.
La canadiense Pacific Rubiales fue creada en enero del año 2008 y fue listada en la bolsa de valores de Toronto, Canadá. La empresa concentró su mayor operación extractiva de petróleo en Colombia, en el departamento del Meta, en donde el campo Rubiales-Pirirí, era su protagonista estrella.
Esa empresa canadiense con una legión de ejecutivos formados en Pdvsa y principalmente en Maraven, SA, fue la que me contrató a los siete meses después de su creación. Pacific Rubiales, era una empresa independiente involucrada en las actividades de la exploración, la explotación, el transporte y la venta de los hidrocarburos y solo le faltaba la refinación del crudo producido, para llegar a ser una empresa integrada.
En el tiempo de mis inicios, la canadiense tenía tres filiales operadoras conocidas como Meta Petroleum, Pacific Stratus y Kappa Energy. Al finalizar el año 2008, las dos últimas se fusionaron en una sola, prevaleciendo el nombre de Pacific Stratus. Estas operadoras mantenían un buen nivel de actividades a lo largo y ancho del país, en un ambiente favorable bajo la política de seguridad democrática. El gobierno de esa época con esa política, garantizaba los retornos de la inversión privada y con sus fuerzas militares se ocupaba de la protección de los activos y de la gente en los campos petroleros.
Mis primeras tareas como el asesor de producción, me imponía un régimen arduo de visitas a las sedes de las filiales operadoras en Bogotá, participando en los grupos de trabajos para la optimización de la producción de los pozos. De esas visitas, la más engorrosa era a la empresa Meta, por la lejanía y por las complicaciones del tráfico, en la avenida 26, muy cerca del aeropuerto. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que la empresa Meta mudara sus oficinas, al norte de la ciudad.
Una visita acompañando al VP de Producción, Luis Andrés Rojas, a la nueva sede de Meta Petroleum en la Torre AR, efectuada el día 24 de octubre, transcurrió por dos eventos altamente impactante para mi persona.
Al llegar, no estaban en funcionamiento los ascensores de esa parte de la torre que nos interesaba y nos tocó subir por las escaleras internas hasta el piso 15. En todo ese trayecto estuve detrás de un enérgico Luis Andrés, quien a veces se me parecía a un sargento norteamericano de esos que entrenan a los integrantes del cuerpo de marines, todo el tiempo exigiendo lo inalcanzable con una dura vehemencia hasta la obtención del logro.
Ese esfuerzo en la subida de tantas escaleras, en una ciudad como Bogotá, a 2600 metros sobre el nivel del mar, fue un excesivo riesgo para un paro cardíaco, pero afortunadamente eso no ocurrió y a los 15 minutos de reposo, sudando, cesando y tomando agua, ya quedé apto para la reunión. En el tiempo de la recuperación de mi aliento, estuve añorando la sede anterior de la empresa Meta, en donde solo existían un par de pisos; o sea, nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero una vez perdido, lo que toca es sacudirse el cuerpo y ajustarse a la nueva realidad.
En ese mismo día, una escalada de violencia ocurrió en horas de la tarde en Bogotá, en donde estallaron cinco artefactos explosivos en diferentes puntos de la ciudad, provocando al menos 11 heridos.
El estallido de uno de ellos lo escuchamos muy fuerte y presumimos que estuvo muy cerca de las oficinas que estábamos visitando. Ese ruido bajo un ambiente de tensión, se convirtió en otro estimulo que nos puso el corazón a mil por hora.
Con esos dos eventos, quedaba muy claro que la tarea sería de alta exigencia física y mental y había que estar preparado para sobrevivir en ese medio. En la medida de lo posible, tener una mente sosegada, que evitara desviarse de lo esencial para la obtención de las metas y también optar por tener una aceptable condición física. En el inicio del plan, con el mismo Luis Andrés, fortalecimos como los marines en ambos aspectos, la mente y la fuerza, manejando unos regaños mañaneros en un trayecto de 5 kilómetros, ida y vuelta, desde el hotel en donde estábamos hospedados hasta el parque El Virrey.
Antonio Jimenez.
Siempre amena la lectura e interesantes los relatos!!!