Un día antes de viajar a Maracaibo para el asueto del fin del año 2007, recibí un buen regalo decembrino. La empresa me consideró para regresar a Villahermosa en los primeros días de enero, para reemplazar a un consultor titular de un proyecto, pero solo por unos días. Nada sería más apropiado para aplicar las expresiones populares, de que a un caballo regalado no se le mira el colmillo o el de agarrando, aunque sea fallo.
El lunes, 7 de enero del 2008, el primer día laboral luego del día de Reyes, me presenté ante el líder del proyecto, luego de cumplir con los requisitos de seguridad para ingresar a la sede de las oficinas. Ambos entramos a un gran salón ubicado en un segundo piso del Centro Regional de Estudios de la Región Sur de Pemex, y allí estaban presentes un grupo de trabajadores que alrededor de una mesa y en perfecto orden, se servían de un pedazo de una especie de pan en forma de rosca.
En ese momento, vi a uno de los reyes de nuestra profesión en Venezuela, el Dr. José Chiquinquirá Ferrer, nuestro apreciado Chinco Ferrer, quien tomaba su porción, y tan pronto llegué a su lado, me saludó muy efusivamente y me presentó al resto del grupo con mucha deferencia. Antes de tomar mi trozo de pan, la persona que me precedía, mordió algo extraño en el suyo y acto seguido, se sacó una figura en plástico de su boca.
En México, en cada 5 de enero, siguiendo a una tradición religiosa, los Reyes Magos les dejan regalos a los niños mientras duermen, para que el 6 se celebre en familia, un día muy especial para repartir la tradicional rosca de reyes. Esta costumbre se ha extendido al plano laboral y fue en la que me tocó participar.
La rosca de reyes, es un pan con forma circular y con un agujero en medio, elaborado en base a masa dulce, adornada por frutas secas, y en él se esconde la particular sorpresa de la figura de un niño Dios fabricado de plástico. El o la afortunada a quien le toque esta figura, entre otras asignaciones a las que tiene derecho, tendrá que pagar por los tamales para sus invitados, en el Día de la Candelaria, que se festeja el 2 de febrero.
Esos días de la suplencia que se iniciaron con una tradición religiosa, completaron el tiempo más exigente en México desde el punto de vista técnico y gerencial y al final del periodo para el cual había sido contratado, recibí otro regalo por mi gestión. Se tomó la decisión para que me incorporara al proyecto como un consultor adicional. Es lo que se conoce como un “win to win”, ganó la empresa de consultoría que sumó un consultor y ganó la dupla Pemex/mi persona.
En ese proyecto se planificaban las actividades de los pozos más importantes de la Región Sur de Pemex, aquellos que le darían su salto cuántico, en materia de incorporación de las reservas por exploración y de la generación de altos potenciales de producción. Eran pozos complejos y costosos, en donde no se escatimaba en el gasto de su atención profesional.
Con el proyecto se obtuvo una buena guía de planificación de las actividades para efectuar en los pozos, aunque no pasaron desapercibidas algunas dificultades retardatarias que fueron consideradas y atenuadas.
Entre esas dificultades, estaban inmersas las más comunes que afectan a la mayoría de los proyectos de este tipo, como son la concurrencia de otras directrices dictadas por funcionarios con similar jerarquía del líder del proyecto y la existencia de unos mandos medios profesionales que actuaban como coordinadores, sin tener la actitud apropiada, al considerar que habían sido incluidos en el proyecto por retaliación profesional y por bajos salarios.
Lamentablemente, el principal problema se presentó con el personal técnico y dueño de la tarea, por la actuación de unos jóvenes venezolanos, reclutados por las empresas de servicios desde la Pdvsa roja, los cuales sobreestimaron sus virtudes profesionales y con el despliegue de sus trabajos, utilizaron siempre un trato descortés y sin respeto, mientras cuestionaban los fundamentos de la metodología de planificación. El retrato viviente del comportamiento del hombre nuevo, según la concepción ideológica socialista del gobierno de Venezuela.
En este proyecto estuve desde enero hasta julio del 2008, cuando decidí terminar con mi labor en México. En ese tiempo, el trabajo en equipo lograba un nivel apropiado, lo conocido como “team building”, cuando se aplicaba lo que descubrí en mi primer día de trabajo en ese proyecto. Todos alrededor de una mesa y departiendo de una comida, aunque sin la existencia de un motivo religioso.
Eran unos momentos muy apreciados por todos, por ser unos desayunos muy abundantes y gracias a la cortesía de nosotros los consultores, a quienes democráticamente nos asignaron la mordida del plástico de la rosca.
Antonio Jimenez.
Anecdótico y bien escrito, como siempre.