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Relatos cortos (51): escena poscréditos.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

Mi primer descanso y visita familiar a Maracaibo, se efectuó a los cinco meses de haber iniciado mi trabajo en Villahermosa, excediéndome por un par de meses a lo convenido en el contrato. Eso fue una difícil y dolorosa decisión personal, en donde se impuso la razón al corazón. La necesidad de unos ingresos extras y el evitar el arribo de un paracaidista, se impusieron sobre las preferencias de la reunión familiar.


La duración de esta ausencia familiar, me obligó a mejorar mis competencias en el manejo de las aplicaciones de mensajería en tiempo real a través de Internet. En la familia utilizábamos el MSN Messenger, que fue una de las primeras aplicaciones para conversar con cámaras. El solo verse en vivo, ayudaba a sentir menos la separación.


A nosotros los consultores en México, se nos consideraba como un extranjero en calidad de No inmigrante, y se nos otorgaba una forma migratoria conocida como la FM3, que nos permitía una permanencia legal temporal para la actividad.


En mi caso en particular, algo se hizo mal con respecto a mi gestión migratoria y el trámite para la FM3 no podía iniciarse, a menos de que se saliera del país y se volviese a entrar.


Había que hacer algo así como resetear una laptop para volver a un estado anterior. Las opciones que yo tenía eran, la salida por avión desde algún aeropuerto internacional o salir por carretera al país vecino de Belice.


El problema con la salida del país, estaba en el riesgo de que el funcionario de migración, se pronunciase por acciones drásticas que involucrasen a una abultada multa, a la suspensión en un tiempo predeterminado para reentrar al país o la más fuerte de todas que era la expulsión.


Si la salida y el retorno, se efectuaban en un fin de semana, no se perdería la continuidad del proyecto y por eso fue que me decidí por un vuelo “roundtrip” a Houston desde la ciudad de México. El funcionario que me atendió para autorizar mi salida de México, y a quien enfrenté con mis temores, era un adulto mayor, fácil en sus ochenta, rezongón y con mala cara. A esa edad, gran parte de la dureza está solo en la apariencia y asusta más de la cuenta, pero para tomar la decisión, ya son otros los factores que intervienen. El funcionario me regañó como a un niño, pero me otorgó el sello de la salida en mi pasaporte sin ninguna medida traumática en mi contra.


Con eso quedé resuelto para volar a Houston, en donde pernocté por una noche en la casa del hermano de mi yerno, Alberto Gotera, quien me brindó de su amabilidad innata para sentirme bien. Por los siguientes dos años no tuve ningún otro problema con mi estadía legal en México.


A finales del año 2006, viajé a Maracaibo por el asueto de navidad y de fin de año. Sería uno de los últimos consultores en salir de México, permitiendo que otros tomaran las fechas disponibles más tempranas. El coordinador del proyecto por parte de Pemex, me asignó la tarea de la redacción del documento soporte de decisión de la última etapa de definición del proyecto y eso extendió el tiempo de mi gestión. Mi vuelo se efectuó el viernes, 22 de diciembre, fecha en que también finalizaba mi labor para la empresa de consultoría, por lo que no tenía un ticket de vuelo de vuelta a México para el próximo año 2007.


El vuelo con la linea Mexicana de Aviación, salía después de medianoche del aeropuerto Benito Juárez y llegaba antes del amanecer a Maiquetía.



Estando en dicho aeropuerto y de compras nerviosas de última hora, con casi todas las tiendas del “dutyfree” cerradas, me incliné para tomar un maletín del piso, y en ese momento sentí y escuché como se desgarraba la costura del pantalón a todo lo largo de la parte posterior. Ese pantalón de los llamados de vestir, lo había adquirido incautamente unos días antes, con precios de un super descuento en Walmart.


En mi equipaje de mano, no tenía un pantalón de reemplazo, ni mucho menos un costurero y al instante de que eso ocurriera, quedé como si estuviera petrificado y decidí sentarme muy aislado, en un área poco concurrida del pasillo. Así, estando todo perplejo, dio conmigo mi amigo Vinicio Semprun, quien, con su filosofía de vida, me ayudó a levantarme de la silla sin ninguna pena, me ayudó con mi carga y me guio por todo el aeropuerto, hacia una tienda de ropa deportiva, que se mantenía abierta. Allí adquirí el jean de marca más caro que he comprado en mi vida, pero con que gusto.


En un asiento en la clase turística de un vuelo completamente lleno y con las luces apagadas, solicité y me tomé el whisky más relajante de mi vida, acompañado de una sonrisa gratificante por lo vivido.



Antonio Jimenez.

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2 Comments


kmoranvergel
Jun 20, 2022

Estas experiencias nos dejan tanto aprendizaje y créeme, nunca son en balde.

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Heriberto Bravo Portillo
Jun 20, 2022

Muy amena la lectura!!!

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