En junio del año 2006, estuve por primera vez en la ciudad de México y me hospedé en el hotel Capri Sinaloa, ubicado en la intersección de las calles Sinaloa y Valladolid, en la colonia Roma Norte. Este hotel estaba como a cinco cuadras de distancia del Paseo de la Reforma, desde la Plaza del Ángel de la Independencia.
La convivencia de los ex pdvsas en el hotel, sirvió de inspiración para que nuestro amigo, el Dr. Luis Pacheco, publicara en diciembre del año 2005, un escrito en su blog El Recadero.
En ese escrito, el hotel fue representado como una casa de residencias llamada Petrolia, ubicada en una arbolada calle, del bullicioso centro de una ciudad milenaria. En años recientes, el edificio fue remodelado y el mencionado hotel ya no se encuentra allí.
En el propio hotel y en una de sus habitaciones que fue reacomodada como un salón de reuniones, recibí un curso intensivo de los fundamentos de la metodología para visualizar, conceptualizar y definir los proyectos de inversión. El haber recibido este adiestramiento, me permitió incorporarme al proyecto de la planificación de la perforación de pozos de Pemex, la estatal petrolera mexicana.
Justo al lado del hotel, había un restaurante de esos con precios solidarios, de los que en Colombia se conocen como corrientazos. En el restaurante y justo a un lado de la puerta de entrada, colocaban una pizarra pequeña en un caballete y escrito con tiza, se mostraba el menú de ese día, siempre con dos opciones para el almuerzo, incluyendo la bebida y un postre.
El restaurante era el sitio ideal para tomar el almuerzo, por lo barato y por la cercanía al hotel, lo cual permitía regresar a tiempo para la sesión de la tarde. En mis primeros días en el restaurante, fue una lucha constante con el mesero al ordenar mi comida, exigiendo que no estuviese picante o sin chile. Muy pronto me percaté de que era en vano, ya que en ese país y para la mayoría de sus cocineros, el chile es el primer ingrediente que se le coloca a las comidas.
Una noche sentí los rigores de un problema estomacal severo, con escalofríos y sudoración copiosa. En la soledad de la sala sanitaria, pensé en lo aprendido en mi curso y visualicé lo que podía ocurrirme de entrar a un estado de mayor afectación. Tan pronto me sentí con algo de energía para caminar, intenté comunicarme con la recepción del hotel y al no tener respuesta, salí del cuarto y me senté por un rato en el propio piso del pasillo.
Afortunadamente, logré recuperarme y de nuevo entré al cuarto y descansé ya más aliviado en la cama.
De este incidente, tomé la decisión de que mientras estuviera en México, debía acostumbrarme al chile como acompañante de las comidas y así lo hice. Poco a poco, fortalecí mi flora intestinal para nunca más, sentir unos trastornos digestivos, por el tiempo que pasé en México.
Mucha gente a quien le conté lo de esa noche, me comentaba que eso pasó por la venganza de Moctezuma, una curiosa leyenda urbana según la cual, los turistas se enferman al consumir la comida típica mexicana.
La creencia en el maleficio por la venganza de Moctezuma desde la época de la colonización, tiene una contraria explicación racional. En España, en el tiempo de Moctezuma, la población más humilde, que solo tenía para alimentarse al maíz llevado desde América, lo procesaba como si fuera el trigo, descartando el proceso empleado por los nativos mesoamericanos, conocido como la nixtamalización. Al omitir este proceso de nixtamalización, el maíz no libera la niacina (vitamina B3), que es un elemento indispensable para la alimentación humana. Al faltar la niacina en una dieta basada únicamente en maíz, traía como consecuencia una serie de desarreglos y deficiencias, que llegaban hasta provocar la locura y la muerte.
La nixtamalización, es el proceso mediante el cual se realiza la cocción del maíz con agua y cal viva, para obtener el nixtamal que después de molido da origen a la masa nixtamalizada, utilizada para la elaboración de la amplia oferta culinaria de México.
Estando en México, resultaba muy difícil por no decir imposible, dejar de comer tortillas, tamales, tacos, burritos, quesadillas y otras divinidades, con sus insuperables rellenos enchilados.
Antonio Jimenez.
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