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Relatos cortos (42): los despidos.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

La historia laboral del mundo occidental estuvo convulsionada en las décadas de los años 1990 y de los años 2000, con acciones de despidos masivos en las empresas privadas.


En 1991, 74 mil trabajadores de la General Motors (GM) fueron despedidos por la caída del valor de la empresa; en 1993, se despidieron 50 mil trabajadores de las tiendas Sears por bajas ventas y 60 mil trabajadores de la IBM por la caída de ingresos y en 1996 se despidieron 40 mil trabajadores en AT&T. En el año 2002, se efectuaron 35 mil despidos en Ford por bajos ingresos, en el 2008, 50 mil despidos en Citigroup por colapso de los mercados y en el 2009, 47 mil despidos de nuevo en la GM.


Los despidos masivos de la década de los años 1990 e inicios de los años 2000, se dieron en ambientes de contracción de la economía por políticas monetarias restrictivas, shock del precio del petróleo, una crisis del ahorro y préstamo y una caída en la construcción. En los finales de los años 2000, se produjo una nueva contracción económica por el colapso del mercado inmobiliario de Estados Unidos. Bajo estas condiciones, la reducción de la nómina y del tamaño de la empresa, conocida como “down sizing”, era una acción lícita para evitar las quiebras. Bajo esta circunstancia, las empresas siempre le reconocían el pago de una indemnización a los trabajadores y les otorgan otros beneficios de cesantía.


En la estatal petrolera venezolana Pdvsa, con gente, procesos, organización y desempeño a semejanza de las grandes empresas privadas en su ramo, se despidieron 18 mil trabajadores, entre los años 2002 y 2003. La razón de estos despidos estuvo fuera de cualquier contexto atribuible a la contracción económica de esos años a nivel mundial. A los despedidos se les execró de por vida de la empresa, le sustrajeron sus haberes de las cajas o fondos de ahorros y no se le otorgó el pago de ninguna indemnización.


El despido masivo que atribuyen como el más parecido al de Pdvsa, ocurrió en 1981, cuando el presidente Reagan, hastiado por la continuidad de una huelga de controladores aéreos que solicitaban aumentos salariales, envió once mil de cartas de despido.



Considerando al control aéreo como un asunto de interés en seguridad nacional, Reagan tomó la decisión de separar de sus cargos a los huelguistas, pero manteniendo la confidencialidad de los afectados, sin identificarlos públicamente, ni mucho menos sometiéndolos al escarnio público con sus nombres en listas en los periódicos. La medida incluyó una suspensión vitalicia de los despedidos en tareas de control aéreo, la cual fue derogada en 1993, 12 años después, durante el mandato del presidente Clinton. En el reemplazo de los controladores despedidos se utilizó temporalmente a personal militar con conocimientos de la actividad, hasta que se retomó los cargos con un personal civil.


Mucha gente en Venezuela despotricó de los trabajadores de Pdvsa y apoyaron la acción de sus despidos. Entre sus argumentos comentaron, que si se lo merecían por no ser partidarios de Chávez y querer tumbarlo, que si se lo buscaron por revoltosos, que si se creían que eran la tapa del frasco, que si se inmolaron al ausentarse del lugar del trabajo, que si causaron un daño económico irreparable al país, que si no eran tantos, que si eran una cuerda de sinvergüenzas y cualquier otro en la mente de esos obstinados.



El quid del asunto, es que el despido fue una desvergonzada respuesta a una reacción natural de los trabajadores de Pdvsa, preparados para defender la misión, la visión y los valores corporativos de la empresa. La práctica espontánea del convencimiento en esos principios, que estaban hasta en los tuétanos de los huesos de los trabajadores.



Dicho en palabras más entendibles, despedidos por haber defendido las bases de nuestra cultura corporativa y la meritocracia, por haber defendido lo que se hacía para la toma de decisiones en las diferentes perspectivas del negocio, por haber defendido aquello que nos dotó de una identidad y que nos hizo posible alinear la motivación y el enfoque en una dirección unificada.


Los trabajadores fueron objeto de despidos en represalia por su comportamiento, al momento en que la mayoría de los ejecutivos y del personal profesional, cuestionó y actuó en contra de la intromisión del dueño del momento, que se manifestó abiertamente en la dirección opuesta e inevitable para desmejorar los logros obtenidos, auditados y reconocidos, que la empresa aportó por los anteriores 28 años, para el desarrollo del país.


Bajo ese ambiente de confrontación y con todos los poderes públicos encompinchados, no teníamos ningún chance de sobrevivir. Ni nosotros, los trabajadores despedidos, ni la empresa, ni el país. El tiempo nos dio la razón.


Antonio Jimenez.


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1 Comment


f.montilla1972
Apr 18, 2022

Muy bueno el relato histórico para que la juventud de hoy sepa, que conociendo el pasado entenderan su presente y el porque el pais esta caida libre.

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