El centro comercial Doña Grazia está ubicado en la avenida Los Andes de la ciudad de Barinas. A principios de la década de los años 2000, no sería su único centro comercial, pero si era el más concurrido. El CC contaba con un supermercado, una farmacia, una licorería, una librería, un cibercafé y algunos locales para la venta de comidas preparadas, golosinas y helados.
El Doña Grazia tenía una estructura rectangular, con la planta baja y un primer piso, conectados con amplias escaleras. El color blanco predominaba en sus paredes, no era tan extenso en área, pero se distinguía por sus amplias terrazas y pasillos, los cuales también eran utilizadas para comercializar productos.
En el año 2003, en el centro comercial se estrenaron tres nuevos inquilinos, con la misión de dedicar su tiempo libre en el desarrollo de un negocio, que le permitiera una ayuda monetaria para su subsistencia, a la luz de sus recientes despidos de Pdvsa. Ellos se reinventaron buscando una senda para estabilizar su situación familiar y prosperar. Uno de esos nuevos inquilinos, era un ingeniero de la organización del Centro de Excelencia de Pdvsa, el segundo inquilino era un ingeniero de la Unidad Estratégica de Explotación de Barinas y el tercero era una pareja de recién casados, los Gotera Jimenez, mi yerno y mi hija.
Contar en su organización con un grupo cobijado con la palaba Excelencia, significaba la presencia de una elite profesional, con un elevado prestigio técnico, que apoyaban con su conocimiento al mejoramiento de los procesos internos y en especial con la aplicación de las nuevas tecnologías.
El ingeniero del centro de excelencia tenía una personalidad activa muy arrolladora. En cada ocasión cuando coincidimos, se expresaba con un vocabulario técnico muy extenso, que retaba a los demás, pero que también les negaba la oportunidad para un intercambio de opiniones. El ingeniero tomó en alquiler, un pequeño local tipo quiosco ubicado en el pasillo interno del primer piso. Allí sentado en el interior de un local no muy expuesto al público y casi sin lograr ser visto, se dedicaba en forma muy pasiva a la venta de empanadas y de otros fritos. Nada que fuera tan especial, que le permitiera unos argumentos para ser discutidos. Este negocio de menudeo, estaba en contravía con lo único que podría hacerlo provechoso, que era en los grandes volúmenes de venta.
Es muy probable que este inquilino, estuviera pensando en un rápido retorno a Pdvsa y así decidió dedicarse a algo muy temporal como una segunda opción de vida. Un escenario que nunca ocurriría y quizás anteponiéndose a eso, cerró casi inmediatamente su quiosco y se ausentó de Barinas.
El otro ingeniero de la unidad estratégica de explotación de Barinas, era por el contrario muy callado, reservado y con la fama de ser extremadamente competente. Mucha gente atribuía esa personalidad recatada, a un pensamiento analítico en profundidad sobre los temas de discusión y justo antes de iniciar su intervención. A mí a veces me daba la impresión de que se desconcentraba o de que no le era posible seguir algún tópico. Me hacía recordar a Juan Peña del cuento “El diente roto” de Pedro Emilio Coll.
Este ingeniero en una sociedad con un compañero de trabajo, alquilaron un local en el primer piso con acceso a la terraza para colocar mesas y montaron un restaurant, que ofrecía música en vivo con una banda de rock. Él se desempeñaba como su cantante principal, siendo su actuación en los shows muy enérgica con una completa transformación de su ser en escena. Muy extrovertido, bailaba con mucha fuerza, levantando y golpeando al aire con sus piernas, como si fuera un movimiento de algún arte marcial. En ocasiones tenía la impresión de que se le incorporaba el espíritu de Elvis Presley, con su hip swing. A pesar de todo, este negocio tampoco resultó exitoso y fue cerrado unos meses después de su apertura.
Los Gotera Jimenez, intentaron con un restaurant de comida italiana y pizzería, denominado como “Pizza Express”, ubicado en la planta baja del CC Doña Grazia. Un local muy pequeño, con buena exposición al público, con pocas mesas para atender a comensales presenciales, pero que se complementaba con una buena clientela a domicilio.
Una noche en noviembre del año 2003, invité a mi hija y cenamos en el restaurante de la terraza con la música en vivo. Mi hija estaba muy afectada con una debilidad física y desgano en general, que ella atribuyó a un virus de gripe. Tan pronto me lo comentó, empecé a pensar en lo que podría estar ocasionando esa afectación de su salud. La experiencia de un padre, le infiere un poder intuitivo que a veces llega a ser más acertado que el diagnóstico del mejor de los médicos.
Faltó solo una mirada a su rostro y de pronto una revelación. “Hija, tú lo que tienes es que estas embarazada”. Ella me respondió como siempre, “no creo Papi”, y enseguida me dio otras razones que no logro recordar, porque en mi interior ya estaba convencido y disfrutando de mi descubrimiento.
Enrique y Gabriela, y ya ella con 6 meses de embarazo, cerraron su restaurant y se mudaron a la ciudad de Maracaibo en el año 2004. Mi nieta Victoria cumplirá su mayoría de edad, el 20 de julio de este año 2022 y ya inició su carrera universitaria en Bogotá.
El concepto de paradigma puede referirse, de manera cotidiana, a una creencia u opinión compartida colectivamente, que, en un sentido amplio podría considerarse una teoría que sirve de modelo a seguir para resolver problemas. En esa época de la crisis petrolera, el adoptar un nuevo paradigma en el colectivo de los despedidos de Pdvsa, obligaba a un cambio en la visión global de la actividad, desde lo laboral hacia lo comercial. En la inmediatez de los hechos y sin tener el capital para una gran inversión, la mayoría incursionó en emprendimientos de bajos retornos y de gran exigencia física y no intelectual, como era en la ocupación anterior. Muy cuesta arriba para salir adelante.
Para colmo de males, en el país también se instauró un veto laboral para no emplear en los espacios públicos ni en los privados relacionados con el estado, a los incluidos en las listas de despedidos de Pdvsa. Este veto laboral superó en perversidad a los despidos, ya que se atentaba en contra de la propia subsistencia de la gente. En consecuencia, de este veto, el nuevo paradigma estuvo en continuar con la vida en otros países, dándose con ello, a la primera migración de los venezolanos, la de los profesionales dedicados y competentes.
Antonio Jimenez.
Doy fe.