En diciembre de 1987, estuvimos en España visitando Barcelona y Madrid. Un viaje para tierra caliente, que es como definen los bogotanos a cualquier sitio no tan frio como su ciudad. Entre España y los Países Bajos, existen diferencias apreciables en el invierno decembrino. El vuelo de Ámsterdam a Barcelona tenia un mejor precio que para Madrid, tanto, que hicimos este roundtrip internacional y con el ahorro, pagamos un roundtrip interno de Barcelona a Madrid.
A nuestro viaje lo comparamos como ir a un oasis, el paraje de un desierto en el cual se pueden encontrar agua y vegetación. En nuestro caso, la necesidad no pasaba por abastecernos de agua, sino, por una integración más completa con el entorno por manejar el mismo idioma. Al final del viaje, llegamos a la conclusión de que no era un espejismo, estuvimos en un oasis verdadero. La abstención prolongada en participar en las situaciones de calle en Los Países Bajos, sin entender lo que hablaba la gente de sus problemas y trivialidades, nos motivó como un factor secundario a visitar un país con nuestro idioma materno.
Nuestro tipo de turismo era familiar conservador, es decir, como estaba determinado por la presencia de tres niños, la estadía preferiblemente era en hoteles del downtown con accesos caminando a los sitios más emblemáticos y salidas solo durante las horas del día.
En tal sentido, en Barcelona, estuvimos hospedados en un hotel próximo a la plaza de Cataluña, una céntrica plaza y uno de los centros neurálgicos de la ciudad. De esa plaza se conectan importantes vías de la ciudad como la Rambla, el paseo de Gracia, la rambla de Cataluña y la avenida de Portal del Angel, la gran arteria comercial de la ciudad. En el sótano de la plaza se ubicaba la oficina de turismo principal de la ciudad.
De los sitios visitados a pie, recuerdo la majestuosidad de la casa Mila, conocida popularmente como la Pedrera, un edificio modernista del arquitecto Antoni Gaudí. En el año de 1987, fue abierto al público y ha recibido más un millón de visitantes cada año, siendo uno de los diez lugares más visitados de Barcelona.
También y a corta distancia del hotel, se encontraba el sitio mas visitado en esa ocasión con mas satisfacciones en el grupo familiar: El Corte Inglés, un grupo de distribución mundial, con sede en España y compuesto por empresas de distintos formatos, siendo el principal el de grandes almacenes. El almacén más grande de Barcelona era el ubicado cerca de Plaza de Cataluña, una tienda donde se podía comprar de todo, de ahí su lema “La tienda de todas tus compras”, ofreciendo una gran variedad de artículos con todas las calidades disponibles para abarcar a todo tipo de usuarios.
En la peluquería de El Corte Ingles de Barcelona, le hicimos el primer corte de cabello a mi hijo Eduardo con un año y dos meses de edad. Eduardo tenía mucho pelo y nosotros manteníamos ciertos mitos en torno a ese primer corte de pelo, pero el retraso fue más por miedos a hacerle algún daño si lo hacíamos nosotros mismos. Al final me gane el derecho a tenerlo sentado en mis piernas mientras el peluquero le cortaba el cabello y ambos por la indocilidad del cliente, recibimos una buena cantidad de pelos cortados en nuestra ropa y cuerpo.
En Madrid elegimos un hotel en la Gran Vía, el Hotel Capitol, cuya cercanía a la Plazas del Sol, la Plaza Mayor y el Palacio Real de Madrid no tomaba más de 10 minutos a pie, pero lo mejor de su ubicación, era que tenía a su lado, una tienda de Galerías Preciados.
Galerías Preciados eran una tienda por departamento fundada en 1943, constituyéndose en la competencia de El Corte Inglés, con una línea de productos de mejor calidad. Fueron propiedad del Grupo Cisneros de Venezuela, desde 1984 hasta 1987. Galerías Preciados siempre estuvo operando con problemas financieros y fue suspendida por insolvencia de pagos a proveedores en 1995, siendo adquirida por su competidor El Corte Ingles.
De nuestra estadía en Madrid, la visita a la ciudad cercana de Toledo, fue muy interesante desde el punto de vista turístico y muy didáctico de la experiencia ante timadores.
Luego de un viaje en tren de Madrid a Toledo de algo más de 30 minutos, tomamos un autobús dispuesto por la comunidad para el traslado de turistas al casco histórico, el cual en el año anterior de 1986 había sido declarado como Patrimonio de la Humanidad. Toledo ha estado poblada durante siglos por cristianos, judíos y musulmanes. La gran mayoría de la población se dedica al sector servicios, existiendo tradición local en la fabricación de espadas.
Al mismo minuto inicial de habernos sentados en el autobús, un señor muy amable y con muchas habilidades para describir la ciudad y sus tradiciones, se nos acerco y se gano nuestra confianza. Tan pronto nos bajamos del autobús nos condujo hasta una tienda de souvenirs y en menos de lo que canta un gallo y antes de conocer siquiera el primer monumento histórico ya habíamos gastado el dinero de lo que nos correspondía para adquirir recuerdos de la ciudad. Así son las cosas.
El 24 de diciembre de 1987, coincidimos en Madrid, con dos familias amigas, los Palacios y los Reyes y pasamos junto a ellos, la noche del 24 y el inicio del día de la navidad. Al igual que en Venezuela, en cualquier reunión del 24 de diciembre, hubo abundancia de comida, bebidas y gaitas. El sitio de reunión fue el de un apartamento alquilado por uno de ellos, quienes coincidieron en su decisión de estar en el mismo edificio. Nosotros nos desplazamos en taxi desde el hotel, a tempranas horas de la noche sin ningún inconveniente. El problema se presento en las horas de la madrugada para regresar al hotel.
Ante la dificultad al solicitar un taxi a domicilio, decidimos por la hora, por el cansancio de los niños y por los regalos del Niño Jesús que esperaban en el hotel, salir a la calle y tomar el taxi directamente. El edificio estaba relativamente cerca de la Calle de Alcalá, y quizás a un recorrido de no más de media hora caminando hasta el hotel, pero a esa hora y con tres niños no resultaba ser una buena idea. La espera por un taxi se hizo interminable y de mucho nervio. A eso de casi una hora de espera se apareció un taxi con un conductor que parecía un ángel enviado para nosotros. El conductor nos explicó que existía una especie de acuerdo entre el gremio de taxistas y las autoridades, para no trabajar en las primeras horas del día de navidad y que el precisamente recién finalizaba su ronda y se dirigía a la casa de su madre para incorporarse a los festejos. Algo le motivo a llevarnos al hotel y se lo agradecimos.
Antonio Jimenez.
Comments