En 1987 visitamos Roma en una corta estadía de una semana, que era un tiempo mínimo si tomamos en cuenta de que esta ciudad tiene la más alta concentración de bienes históricos y arquitectónicos del mundo. Hacia 7 años antes que la denominada “ciudad eterna”, junto a las propiedades extraterritoriales de la Santa Sede que se encuentran en la ciudad y la basílica de San Pablo, estaba incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
El hotel en donde pernoctamos en Roma, con un máximo de 3 estrellas a lo sumo, estaba bien ubicado para un turismo a pie. Debido a un problema con la reservación, el hotel nos ofreció en compensación dos cuartos, uno con baño privado en un ala más moderna y uno sin baño privado en el ala de una edificación más antigua. Así lo aceptamos y nos quedamos divididos en cuartos separados por dicha semana.
El cuarto del ala antigua tenia un gran espacio interior, muy alto techo y amplias ventanas, no tenía aire acondicionado, pero tampoco era caluroso. Las paredes tenían un espesor fuera de lo normal. Estar allí hizo que mentalmente me transportara en el tiempo hasta la época del imperio romano.
Durante el apogeo del imperio romano, su territorio se extendió por más de cinco millones de kilómetros cuadrados entre Europa, Asia y África. Roma ejerció poder sobre una población de más de 70 millones de personas, correspondiente al 21% de la población mundial en ese momento. Desde el comienzo de su expansión en el siglo VI a.C. hasta su caída en el año 476 d.C., el legado dejado por los romanos abarcó áreas como el derecho, las artes plásticas, el latín, el sistema de gobierno y, muy importante, la arquitectura, por tener el potencial de simbolizar el poder, la riqueza y la grandeza. Los romanos utilizaron sus edificios para transmitir esta noción a través de sus templos, mercados, edificios gubernamentales, baños, puentes y acueductos.
Los restos de los edificios son un testimonio de la tecnología de ese período, y de todo el poder y los recursos utilizados durante los días de gloria del imperio. No solo se usaron piedras, madera y mármol, sino también materiales producidos como el "concreto romano", los ladrillos e incluso el vidrio, permitiendo que los edificios permanecieran por siglos en pie.
Específicamente, las paredes evolucionaron desde piedras con juntas secas y ladrillos secados al sol, al comienzo de la civilización, a paredes más sofisticadas, construidas con un núcleo de hormigón y ladrillos cocidos. Con el tiempo, los romanos descubrieron que, al mezclar piedra caliza, agua y puzolana (cenizas volcánicas de la región alrededor de Nápoles), se obtenía un material extremadamente resistente cuando estaba seco. Es un antepasado de nuestro hormigón, conocido como concreto u hormigón romano. Los bloques tenían entre 60 y 90 centímetros de ancho y se construían con moldes de madera rellenos con esta mezcla.
En el tiempo de nuestra estadía tuvimos días cálidos y húmedos y bajo ese ambiente se hace muy necesario el consumo de líquidos, especialmente de agua. Mi hijo Eduardo, todavía bebe, llevaba abrazada en su coche, una botella de agua potable de un litro como si fuera un tesoro, y el resto de nosotros buscábamos algún surtidor de agua publica para refrescarnos.
Además de las fuentes monumentales más conocidas; las calles y parques de Roma están poblados de aproximadamente 2500 surtidores, desde los cuales sale el agua día y noche.
Los más comunes son los conocidos como "Nasoni" (narizones), especie de hidrantes cilíndricos de metal (hierro fundido o acero) desde los cuales brota el agua a través de un tubo de acero curvo que los romanos vieron como una gran nariz, de allí su nombre.
Estos hidrantes carecen de válvulas que puedan cerrar el flujo de agua: sin embargo, la cantidad de agua que se pierde de las fuentes es muy baja respecto a toda la que llega a Roma, representando menos del 1 %.
La mayor capacidad de un estadio de beisbol de las grandes ligas es de 56 mil fanáticos y pertenece al Dodger Stadium. Esta información es muy útil para imaginar la majestuosidad del Coliseo Romano, que llego a tener un aforo para unos 65 mil espectadores, con ochenta filas de gradas. Su construcción duró una década y fue inaugurado en el año 80 d.C. con 100 días de competencias. El Coliseo se utilizo por casi 500 años y de sus ruinas se extrajo abundante material para la construcción de otros edificios, hasta que fue convertido en santuario cristiano, en honor a los cautivos martirizados durante los primeros años del cristianismo. Esta medida contribuyó a que se conservara. Aunque la estructura está seriamente dañada debido a los terremotos y los picapedreros, el Coliseo siempre ha sido visto como un icono de la Roma Imperial y es uno de los ejemplos mejor conservados de la arquitectura romana. Es una de las atracciones turísticas más populares de la moderna Roma y aún está muy ligado a la Iglesia católica, por lo que el papa encabeza el viacrucis hasta el antiteatro cada Viernes Santo.
En el año de 1987, durante mi recorrido externo de las ruinas del Coliseo, pude notar un olor a orine y excrementos muy penetrantes. Eso me desagrado y por momentos deje de pensar en lo que representaba para la humanidad. Hasta que en el verano del año 2016, casi 30 años después, se culminó una trabajosa tarea de limpieza del exterior del edificio, la primera de tipo integral que se le ha realizado en toda su historia; un proceso iniciado casi tres años antes. La restauración consistió en el lavado de superficies mediante agua pulverizada (respetando la pátina de piedra y mármoles) y en la sustitución de estacados no idóneos.
El aeropuerto de Roma tiene por nombre oficial Aeropuerto Internacional Leonardo da Vinci, pero también es conocido como Aeropuerto Internacional de Fiumicino. En los años 1985, 1986 y 1988, en este aeropuerto se efectuaron atentados terroristas que dejaron 46 personas fallecidas.
Estando en la sala de espera del aeropuerto para tomar el vuelo de regreso a Ámsterdam, noté que un señor sobre los 50 años de edad y con rasgos físicos de árabe, mostraba mucho interés en seguir mi conversación con mi familia. Estuve intimidado y pronto a preguntarle las razones de su fijación, cuando el mismo expreso en son de broma: “Que hace este maracucho en Fiumicino”. Me comentó que me escucho decirles a mis hijos, que ya no tenia cobres, en respuesta a su solicitud de dinero para continuar comprando algunos souvenirs. El señor, resulto ser un general retirado de las fuerzas armadas venezolanas que estaba de viaje con su esposa. La palabra cobres para indicar dinero, es muy utilizada en Maracaibo, formando parte de su léxico.
Antonio Jimenez.
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