La estrategia de la OPEP hasta el año 1985 y como siempre establecida a partir de la conveniencia de Arabia Saudita, fue la de la reducción del abastecimiento global. A consecuencia de esta estrategia, el precio por barril del petróleo se incrementó desde 3 dólares en octubre de 1973 hasta 31 dólares en noviembre de 1985. Este nivel de precios estimuló el crecimiento de la producción en otros países pero principalmente en los Estados Unidos, mientras que en Venezuela la estatal PDVSA, adquirió refinerías en el exterior, modificó los patrones de refinación en el país, continuó con los procesos de restructuración de sus filiales hasta llegar a 3 operadoras con similar magnitud de producción y de reservas y dio los primeros pasos para la apertura al capital privado en el mercado interno de combustible y en la operación de los campos marginales.
Los saudíes decidieron en diciembre de 1985 que cambiarían de posición y con ello pretendían destruir a su competencia americana. Con un súbito incremento en su producción abarrotaron los mercados mundiales con un petróleo barato. En marzo de 1986, el barril del petróleo llego a un mínimo de 10,42 dólares y en los próximos 3 años se mantuvo bajo e inestable, por debajo de los 17 dólares. Esta medida de los saudíes se ha repetido luego en varias veces, incluyendo la última tomada conjuntamente con los rusos, justo antes de la pandemia mundial del Covid-19 en el año 2020.
Ante esta circunstancia, a partir del año 1986, en PDVSA se frenaron algunos planes expansionistas y se adoptó un esquema empresarial lento en inversiones y gastos. En este esquema, regularmente se afecta la administración del personal propio con desafortunados despidos y reducción de los beneficios y de los aumentos salariales. Pero también se desarrollan programas de fortalecimiento del conocimiento del personal que es considerado clave, para estar preparados al repuntar el negocio en la época de bonanza y entre esos programas se consideraban asignaciones de trabajo en otras empresas y la realización de estudios de postgrado.
Generosamente, la empresa me considero entre esos privilegiados y planificó para mí una asignación de trabajo en alguna empresa en el exterior.
En una primera selección, se me consideró para ir a Francia con la empresa Total CFP, para participar en un estudio integrado que se realizaría para nuestra empresa en los campos de tierra en Barua-Motatan, ubicados al sur-este del lago de Maracaibo, entre los Estados Zulia y Trujillo. Para ello era necesario que estudiara el idioma francés en Caracas para adelantar un nivel básico del idioma, que me fuera útil para mi llegada, estadía e inicio del trabajo.
Para este curso se programó la asistencia matrimonial a un curso de francés en la Alianza Francesa en su sede de La Castellana en la ciudad de Caracas. Resultó ser un curso muy interesante y aprendimos bastante del idioma, pero solo por un tiempo corto después de que lo estudiamos, pues lo aprendido se olvida muy rápido si no hay mantenimiento con conversaciones frecuentes. De mis amigos en la empresa, solo había dos que recuerdo con quienes podía practicar, ellos eran Enrique Álvarez y Diógenes Lugo.
Lo de Francia como un lugar escogido para una asignación no fue algo circunstancial. En la segunda mitad del siglo XX, Francia y Venezuela se acercaron con acuerdos bilaterales que se firmaban periódicamente y los intercambios económicos y culturales se intensificaron.
Algunos ejemplos de ello fueron la alta producción de vehículos Renault en Venezuela, las cinco conexiones aéreas semanales del Concorde entre París y Caracas hasta el año 1983, la construcción del metro de Caracas y hasta la construcción de plazas públicas, como la Francia de Altamira en Caracas y la "Place du Venezuela" en Paris, las cuales dan cuenta de este interés mutuo de desarrollo entre esos países.
Desafortunadamente, los planes cambiaron y la empresa prefirió para mí que en vez de ir a Francia fuera el reemplazo de un ingeniero de la empresa Corpoven, en la realización de un estudio integrado con el grupo Venezuela Study Team en la Shell con sede en La Haya, Paises Bajos.
En el último proceso de racionalización de áreas, la empresa Maraven paso a ser la administradora de unos campos de hidrocarburos que hasta ese entones estaban bajo la empresa Corpoven. Uno de esos campos venía siendo estudiado en La Haya, por el grupo antes mencionado. En esos golpes de suerte de la vida, Maraven recibió dicho activo fijo de Corpoven, pero esta última empresa se reservó al personal que realizaba el estudio en La Haya. Así paso, que fui designado como remplazo del Ing. Asdrúbal Perozo y como tal viajé a La Haya en noviembre de 1985.
Una asignación de trabajo en un país con el idioma, la cultura y las costumbres diferentes al nuestro, no es algo para tomar a la ligera. Esta sería mi tercera estadía en los últimos cuatro años en los Países Bajos, pero la primera en familia y a un plazo mayor que tomaría hasta 2 años.
La decisión de ausentarse del país y de alejarse de la familia y de los amigo, no es fácil y para lograrlo debe existir la valentía y la determinación ante la probabilidad de un mejor futuro, en el cual la mejora de las competencias técnicas y gerenciales estarían presentes en el logro.
A más de 35 años de esos momentos previos al viaje a La Haya, recuerdo solo una parte de las tareas previas que no pasan por ser pocas y fáciles de realizar, en mi caso tuve que entregar la vivienda en renta con una penalidad por la descontinuación del contrato, tuve que vender el automóvil y los muebles del hogar, retirar a los hijos del colegio, obtener y apostillar los certificados de los documentos de identificación, partidas de nacimiento, acta de matrimonio, títulos y aprobación de grados de educación, certificados de salud, seguros personales y del carro etc., dejar los poderes para ejecutar las acciones administrativas en manos de un familiar, acompañar a los encargados de la mudanza de los enseres que quedaron sin vender para un depósito, ayudar a preparar las 10 maletas con ropa, equipos, medicinas y otros artículos, atender los almuerzos de despedida e invitar a la familia para el departure en el aeropuerto. De todos esos momentos vividos previos al viaje, recuerdo uno como especial, los minutos después de que la aeromoza cerró la puerta del avión. Mas que una preocupación ya lo sentí como un alivio.
Unas horas después, aterrizamos en el aeropuerto de Schiphol en Ámsterdam y allí nos esperaba la figura salvadora de Luis Rondón, qepd, con su esposa Inail, quienes nos recibieron en una madrugada fría y lluviosa para llevarnos al hotel Carlton Beach en el área de Scheveningen.
Para transportar el resto del equipaje tuve que tomar un taxi y trasladarme con la carga al hotel. Luis Rondón tenía en ese momento un carro ruso, que por primera vez lo veía, una station wagon marca Lada, un modelo económico y de diseño muy limitado pero funcional y de bajo consumo de combustible, muy apropiado para la Venezuela de hoy. LADA significa barco en el antiguo ruso (tal y como lo indica su logo), y también es una representación de los antiguos barcos piratas que recorrían las zonas aledañas. Luis viajo con ese carro hasta Italia y con cadenas especiales en sus neumáticos atravesó caminos llenos de nieve y hielo.
Para nada era pirata el carrito Lada.
En la tarde de ese día de nuestro arribo a La Haya, nos despertamos con el problema del desfase del horario y enseguida lleve a los niños al boulevard de la playa. Todo nuevo para ellos y buen presagio para comenzar una nueva vida.
Antonio Jimenez.
Definitivamente la mejor etapa de mi vida, vivir en Holanda fue la mejor experiencia.