En 1985, justo al comenzar el año, fui transferido desde la División de Operaciones de Producción de Maraven en Maracaibo hasta la Oficina Principal en Caracas, en donde estaría encargado de la ingeniería de yacimientos del West Flank del Bloque I, una parte de nuestras asignaciones lacustres.
En el viaje por carretera a la ciudad capital, 705 kms, sucedió algo que todavía en tiempos recientes, es motivo de comentarios con mucho humor, en cada ocasión en que nos reunimos los participantes en el evento. Ese día viajé con mi papa, mi esposa y dos hijos y estuve preocupado por la conducción del vehículo en una ciudad con un tráfico muy complicado como Caracas. En esa época, por mala fortuna no existía la ayuda de la maravilla del Waze, una aplicación social de tránsito automotor en tiempo real y navegación asistida por GPS.
En la ruta a Caracas y a mitad del trayecto, específicamente en una estación de combustible en Yaritagua, decidimos comer algo en un restaurant de esa estación.
Para sorpresa de todos, coincidimos con Nerio Castillo, un ingeniero de petróleo, compañero de trabajo en Maraven y quien ya pasaba por unos meses de trabajo en la oficina principal.
Al igual que yo, viajaba con su familia, esposa y tres hijas, entre ellas una recién nacida. Resulta ser, que Nerio vivía en un apartamento de un edificio que estaba situado al lado del hotel que la empresa me había reservado para mi estadía en Caracas. Al enterarme de eso, yo vi a mi Waze enfrente y el vio a su peligro vial. Ambos salimos de la estación y durante todo el trayecto que faltaba hasta Caracas, la separación de los dos automóviles de parachoque a parachoque, no tenía más de dos metros. Parecería que me estuviera remolcando con una cadena. Mi amigo Nerio me comentó que llego estresado ante la impotencia de usar el freno pensando que le iba a pasar por encima.
En esa ocasión, mi papa fue la guía en las carreteras entre las dos ciudades y Nerio Castillo la guía en Caracas. Todo eso se lo debo a Dios, por estar pendiente de mí, ayudándome a simplificar las cosas complicadas de mi vida. El hotel era el Santa Fe Suite Garden en la urbanización Santa Fe Norte, un área que elegiría unos años después para adquirir un apartamento.
Al siguiente día, que era domingo, Nerio, con su amabilidad característica me hizo un tour turístico, pero solo para conocer las rutas del hotel al trabajo y del hotel al colegio en donde estudiarían mis hijos. Su instrucción pasaba por enseñar rutas alternativas, muy útiles en el caso de existir congestión de tránsito o como también el comentaba, si por algún motivo alguien atravesaba un tronco en la vía.
Los yacimientos del Bloque I West Flank, venían siendo estudiados en las oficinas de la Shell en La Haya, por un grupo conocido como el Venezuela Study Team (VST), bajo un contrato cubierto en el Contrato de Asistencia Tecnológica y de transferencia del know how (el saber hacer la tarea), desde la empresa antecesora Shell de la filial operadora Maraven de Pdvsa. Este grupo del VST, contaba con la participación de ingenieros venezolanos bajo la clasificación de secondee, que significaba algo así como participantes secundarios en adiestramiento.
En ese mismo año de 1985, finalizaron los estudios y el ingeniero que participó totalmente en su preparación, regresó a Venezuela y me reemplazó en mi posición, mientras que a mí me toco viajar a La Haya por una segunda ocasión, para recibir y darle el visto bueno a los estudios. Se podría pensar que en este movimiento del personal se basaba en un necesario check and balance, para hacer más expedita la aceptación de los estudios. En mi opinión personal, además de eso, considere que pudieron utilizarme para darle un final feliz de unos estudios que ya tomaban bastante tiempo y que mi aceptación a los mismos sería bien recibida por todos. A estas alturas de mi vida y de mi carrera, no hay vergüenza alguna por algo mal hecho; la gente y la tecnología aplicada en esa época eran de excelente calidad.
En esa estadía en La Haya, conocí a los flacos. Dos ingenieros venezolanos con un elevado dominio de sus competencias técnicas, gerenciales y con una carrera ascendente en la industria petrolera nacional e internacional.
El flaco Enrique Morales, formaba parte del VST, en unos estudios que no eran los mencionados del West Flank, aunque eso no lo excluyó de formar parte de las discusiones finales del estudio que me involucraba. Para esa época, el flaco Morales estaba en una disyuntiva del camino de su vida, debatiéndose de si regresar al país o de renunciar a Maraven y buscar nuevos destinos. Este nuevo destino lo tenía allí muy cerca, ya que el procedió con su renuncia y entró a formar parte de la empresa Shell. Pero mientras eso se hacía una realidad, y no sé si eso realmente le beneficiaba, su comportamiento propiciaba una extensión de los estudios con una fuerte crítica a la calidad de los mismos.
Todavía tengo presente en mi memoria como se expresaba de lo que sería mi respuesta, aprobatoria, algo asi como “Maraven agree” pero dicho en tono burlón, y eso me molestaba. Al final del cuento, todos quedamos satisfechos con los resultados y lo requerido para su entrega final. No fue un rotundo “Maraven agree” ni algo que fuera un típico “downside up” o sea, al revés. Al flaco Morales, le fue de maravilla en Shell, en donde estuvo por más de 25 años alcanzando posiciones de las vicepresidencias de gas, de desarrollo de negocios y de gestión de reservas.
Al otro flaco, al Dr. Luis Pacheco, lo conocí visitándolo en su oficina de la Shell en el edificio O-75 (Oostduinlaan 75), en donde estuvo por casi 5 años. En forma breve me explico sobre su trabajo en las plataformas del mar del norte. Con una educación de postgrado y doctorado adquiridos en Inglaterra, este flaco si regresó al país y estuvo en Maraven por otros 16 años, hasta que el engendro socialista lo desterró del país como a la mayoría pensante y progresista. Fue director ejecutivo de planificación estratégica de Pdvsa, vicepresidente de planificación y AIT de Pacific E&P en Colombia y el primer presidente de la PDVSA Ad Hoc, con una gestión insuperable en la defensa de sus activos en exterior y en especial de Citgo en los Estados Unidos. Muchas son las situaciones de la vida profesional del Dr Pacheco que yo recuerde y muchas de ellas las que he adoptado.
En la PDVSA del año 2002/3, el Dr Pacheco estuvo incorporado en la defensa de nuestra reincorporación a la empresa ante los injustos despidos y en una ocasión asistí junto con un grupo cuantioso de personas al Hotel Maruma en Maracaibo para escuchar una disertación del Dr Pacheco.
Después de impartir un duro regaño para que parte del público se sentaran e hicieran silencio, en su presentación mencionó que la recuperación de la empresa y del país, probablemente pasaría por emular las acciones de Mad Max 2 de Mel Gibson. No recuerdo en qué sentido utilizó esta referencia, pero luego de estos años transcurridos, la película era una cita premonitoria de lo que le ocurriría a Venezuela y a nosotros.
Un narrador de la trama de la película que es un hombre que se acerca al final de su vida, trae sus recuerdos de niño para el momento escenificado y habla de un mundo de sueños destruidos y muerte, producto de la escasez de petróleo, con un caos generalizado entre los civiles, que deja como supervivientes a bandas de asesinos, ladrones y hombres sedientos de violencia en las carreteras. Quienes han heredado la tierra, son aquellos que se han adaptado a vagar entre los desechos o quienes son tan fieros como para pelear por un tanque de gasolina. En uno de los intentos para recuperar una refinería de manos de los delincuentes, Max utiliza un camión como un arma letal por precisamente tener gasolina y este plan se constituye en un fracaso al descubrir que lo manipularon y que el camión era un señuelo con el tanque lleno de arena.
Nada positivo se consiguió, al final Max vuelve a vivir su vida de rufián en el camino, pero mientras se acerca el final de su relato y de su vida, el recuerdo del guerrero de la carretera trascendió y es uno de los pocos que aparecen nítidos en la mente del anciano.
Antonio Jimenez.
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