Relatos (8): el paro.
- Sr Jimenez
- Jun 2
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Imelda estaba exhausta y permanecía sentada en un banco en las afueras del Portal del Sur del Transmilenio en Bogotá, con su cara enrojecida y su cabello humedecido. Sin descartar que esos cambios en su rostro eran relevantes para su expresión facial, lo que realmente se imponía no se derivaba de ellos, sino de una preocupación mortificante por encontrar la manera para vencer las dificultades que le impedían cumplir con su trabajo.

Allí sentada en ese banco, ya Imelda había vencido unas de esas dificultades en el trayecto desde su casa en el barrio Nuevo Chile hasta ese portal, pero ahora, al encontrarse con las operaciones de transporte público suspendidas, se había sentado para meditar y evaluar las alternativas con las que contaba en caso de que no ocurriera una reactivación en la hora siguiente. Entre esas alternativas consideraba caminar y/o pedir aventones, ya que el tomar un taxi ni lo pensaba, ya que el costo excedería el ingreso diario que le aportaba su empleo formal en el Movistar Arena, ubicado a casi 17 kilómetros de distancia.

Imelda era una madre soltera y, junto con un hermano, sostenían su hogar y mantenían a su madre y a su pequeño hijo de siete años. Desde su casa del barrio, podía acceder al portal caminando media hora, y a veces utilizaba los buses articulados. Todos los días laborales de la semana, ella podía cumplir con una rutina que incluía acompañar al hijo al colegio distrital y adquirir víveres en un supermercado de bajos precios y tiendas del barrio.
Esos víveres se utilizaban en la preparación de una comida que sirviera de almuerzo y de cena, y luego de cumplir con esas tareas, Imelda se arreglaba y salía a cumplir con su trabajo. Para ese día del paro, ante la ausencia de los articulados, no le tocó de otra que caminar, sin llegar a pensar que le serviría como un calentamiento previo a la verdadera caminata de casi medio maratón.
Imelda tenía un empleo formal con una cadena de comidas rápidas en el Movistar Arena, que le permitía participar como un trabajador multioficios en la limpieza y en la cocina. Sus destrezas y habilidades en las suplencias que efectuaba en la cocina la convirtieron en una firme aspirante a subir en el escalafón organizacional de la cadena, y era por eso que Imelda ni pensaba en alguna posibilidad que causara su falta al trabajo por los motivos que fueran.
Ella reconocía que el llamado al paro de ese día 28 de mayo se le veían las costuras de un acto politiquero con la conchupancia entre la central única de los trabajadores y el gobierno, y ella no sería una manipulada más con las mentiras de ese dúo, así que no cedió ante la protección del no despido y del reconocimiento del pago estando ausente.
Imelda sentía que formaba parte de una familia en su trabajo y disfrutaba con su contribución a las ganancias y solidez de la empresa, que a su vez se lo reconocía, y entre ambas partes había una relación de confianza en torno al aporte y su retribución. También resulta que para Imelda esa atropellada aspiración para establecer la ideología comunista en Colombia en los últimos tres años con el presidente Petro no la había tomado por sorpresa, ya que los de su barrio ya estaban curtidos con similares oleadas fantasiosas desde la década de los años setenta, al momento que les valió el mote de ser un barrio comunista.
La historia del nombre Nuevo Chile salió de una propuesta de los primeros habitantes del barrio que se fundamentaba en reemplazar a ese país bajo la dictadura de Pinochet en su confinado y mínimo espacio en Colombia, en el Nuevo Chile, en donde renacería el comunismo como el del impedido Allende.
Mientras estaba sentada en el banco, a Imelda le parecía que la movilización de calle del paro no iba a ser importante, y eso la preocupaba más de la cuenta, ya que los manifestantes propiciarían acciones violentas a través del bloqueo de vías, la destrucción de la infraestructura del estado y la confrontación con la policía.

Tan pronto pensó en eso, ella abrió su paraguas para cubrirse del sol y se puso en movimiento para asistir a su trabajo. En el camino soltó unas lágrimas ante su impotencia por evitar lo que vendría, y a través de la oración le pidió a Dios que los violentos no se ensañaran en la destrucción de esas facilidades, afectando a sus propios vecinos, en lo que ella llamaba “la guerra del pobre contra el pobre”, solo para favorecer a una ideología fracasada y al llene indebido de los bolsillos de pocos.
Antonio Jiménez.
Imelda, una analista política en todo el rigor de la palabra . Esa visualización clara de los pro y contras de un llamado a huelga y la expectativa de que existía una componenda política, entre sindicatos y gobierno, es asombrosa. Si los ciudadanos de a pie , tuviésemos ese capacidad de discernimiento, en un momento como ese , otro gallo cantaría.
Basado en la ocurrencia de un paro nacional en Colombia se desarrolla una versión imaginaria construida desde la perspectiva de algunos trabajadores de los sectores populares.