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Los trastornos del y por el poder.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

Una mujer en Texas fue arrestada después de llevar a su hijo de ocho años al hospital 323 veces, y someterle a 13 cirugías alegando todo tipo de enfermedades. El niño siempre estuvo sano, aunque su madre sostenía que tenía un cáncer terminal, que sufría de alergia a la leche y que necesitaba de un trasplante de pulmón de forma inmediata o moriría. Alegó otras muchas dolencias, todas graves, y todas mentiras.


Una mujer en Argentina fingió que su hija de 5 años tenía leucemia con el único fin de sacarle más dinero a su ex marido en cuotas alimentarias. El hecho provocó conmoción por ser definido como una situación de crueldad infinita en el juicio en su contra en el año 2009. El propio padre, tras comprobar con informes médicos que la niña estaba completamente sana fue quien realizó la denuncia. 


El trastorno facticio infligido a otro, incluyendo al antiguamente denominado síndrome de Münchhausen por poder, es un trastorno mental del comportamiento que típicamente se manifiesta en personas adultas al cuidado de otras. De manera característica, la persona cuidadora provoca o atribuye a la persona a su cargo enfermedades físicas o mentales, lesiones u otros estados patológicos. En el caso frecuente de que la víctima de estas acciones sea menor de edad, se considera una forma de maltrato infantil potencialmente letal. ​ ​



Las causas del trastorno facticio infligido a otros aún no se conocen con certeza, en algunas ocasiones, los pacientes sufrieron abusos en la infancia o sufren a su vez de trastorno facticio autoinfligido. ​En todo caso, el paciente de trastorno facticio infligido a otro no actúa por interés de obtener un beneficio material o cometer fraude o estafa; de hecho, puede llegar a invertir importantes cantidades de dinero, tiempo y sacrificio personal en el "cuidado" y "tratamiento" de su víctima. Sus motivos, por el contrario, son análogos a los del trastorno facticio autoinfligido y radican en una necesidad patológica de atención, compasión, complicidad, lástima y/o admiración por parte del personal médico y la comunidad en general, unidas a un ansia de control sobre la persona bajo su cuidado y un posible rechazo oculto hacia la misma en un contexto de relación patológica. 


En el trastorno facticio infligido a otros, el paciente inventa o provoca lesiones o síntomas artificiales de una enfermedad en otra persona típicamente a su cuidado (la víctima), dando lugar así a exámenes, exploraciones y tratamientos médicos innecesarios y a menudo dolorosos o perjudiciales para la víctima. 


La víctima es a menudo un menor u otra persona vulnerable al cuidado del paciente con limitaciones para defenderse o comprender lo que sucede. Los problemas de la víctima son inexplicables, persistentes o recurrentes haciendo que su historial médico no tenga sentido.


El cuidador lleva a la víctima muy frecuentemente al médico, o a numerosos médicos hasta encontrar a quienes le satisfagan. La víctima pasa mucho tiempo en hospitales con diagnósticos poco claros o contradictorios, hay indicios de fármacos, productos químicos o sustancias inusuales en la orina, sangre o heces de la víctima. El cuidador parece más preocupado por sus interacciones con el personal médico y otras personas relacionadas que por el estado de la víctima; o, por el contrario, está desproporcionadamente involucrado con el estado y tratamiento de la víctima.


El trastorno facticio infligido a otro es una enfermedad rara, aunque con una prevalencia superior a la que se estimaba en el pasado; no aparecen más de 700 casos en 52 países.


Las víctimas suelen ser personas indefensas o de difícil defensa, habitualmente menores pero también personas ancianas, discapacitadas o fácilmente manipulables, bajo la custodia y al cuidado del paciente. Si no hay manifestaciones evidentes, el diagnóstico puede ser ambiguo y difícil. 



Cuando la víctima es una persona menor de edad, de cualquier sexo, entre el 76,8% y hasta el 98% de los casos se producen a manos de la madre (85%) ​ u otros familiares o cuidadores femeninos. En las pocas ocasiones en que el padre u otro hombre es el autor primario (estimadas en un 6,7%), no obedece al patrón de padre dedicado en cuerpo y alma característico en las mujeres, sino que han sido descritos como pacientes emocionalmente perturbados e inestables mentalmente. Sin embargo, los varones son a veces cooperadores necesarios por la vía de mantenerse al margen o ausentes incluso ante peticiones de auxilio de la víctima. En la gran mayoría de los casos publicados la paciente y perpetradora era una mujer blanca, si bien no hay información suficiente todavía para asegurar o descartar este posible componente étnico.



La edad media de los menores cuando se detecta el abuso es de entre 20 y 40 meses, pero también se ha descubierto en víctimas adolescentes, que pueden asumir su rol de enfermo y ser manipulados durante años por el paciente para que cooperen en el mismo.


Aproximadamente un 25% de los casos se detecta en mayores de 6 años. Las víctimas suelen presentar secuelas en forma de padecimientos físicos y alteraciones mentales inducidas. Entre estas se encuentran los trastornos del comportamiento, como trastornos emocionales y de la conducta, problemas de absentismo y fracaso escolar, temores y evitación de determinados lugares o situaciones, trastornos del sueño, baja autoestima, depresiónansiedad o síntomas del trastorno de estrés postraumático.

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La prognosis depende del tiempo y la intensidad con que la víctima haya experimentado los abusos del paciente y el tratamiento está orientado a curar sus efectos y secuelas tanto físicos como mentales.​ Cuando no es posible convencer al paciente de su trastorno, el tratamiento de la víctima se basa fundamentalmente en actuaciones judiciales que permitan su tratamiento médico quirúrgico y el psiquiátrico de todos los miembros de la familia, el análisis social y la consideración del estado jurídico del caso. 


El hecho de que con frecuencia la relación entre paciente y víctima sea materno filial, a menudo con esta última siendo menor de edad, se traduce en que el trastorno facticio infligido a otro puede convertirse en una forma poco evidente de maltrato infantil potencialmente letal bajo la apariencia externa de una extrema preocupación y cuidado por su salud y bienestar. Además del evidente peligro y sufrimiento para la víctima ocasionados por los intentos del paciente para enfermarla, más los constantes procedimientos médicos innecesarios e inadecuados, no pocas veces fuertemente intrusivos, dolorosos y con un margen de riesgo, cuando se trata de bebés el trastorno facticio infligido a otro ha sido vinculado con casos inexplicados de muerte infantil súbita. Estados de los Estados Unidos, como Utah ya incluyen explícitamente en su legislación al trastorno facticio infligido a otro como una forma de maltrato infantil.


El síndrome de Hybris debe su nombre al teatro de la Grecia antigua y aludía particularmente a la gente que robaba escena, hace referencia a la desmesura y a la soberbia de las personas. El Síndrome de Hybris se caracteriza porque la persona que lo padece es prepotente, tiene ideas fijas preconcebidas y rechaza posturas que no sean afines a sus ideas, tiene una conducta narcisista (amor propio), es incapaz de cambiar de conducta y posee un ego desmedido.



Empezó a usarse como trastorno de personalidad al observarse ciertas características en personas que tienen un cargo de poder, mayormente políticos, pero también se presenta en empresarios, directivos, militares, etc. Si bien este trastorno como tal no está dentro del manual psiquiátrico, eso no quiere decir que no pueda haber una patología que reúna determinadas particularidades.


Lo puede padecer cualquier persona que está en el ejercicio del poder ya que en este tipo de personas se observa narcisismo, imaginan que lo que piensan es correcto y lo que opinan los demás no, creen que todos los que lo critican son enemigos y con estas actitudes pueden llevar a quien las padece a tomar decisiones erróneas porque la persona pierde la perspectiva de la realidad total y ve sólo lo que quiere ver.


Los gobernantes atacados por este síndrome dejan de escuchar, se vuelven imprudentes, entiende que solo sus ideas son correctas, jamás reconocen sus errores y prefieren rodearse por una legión de genuflexos cabezas huecas que no vacilan en felicitarle hasta en sus equivocaciones, reiterándole de lo imprescindible de su mesiánica presencia al frente de la conducción de los destinos del Estado.


Es un trastorno de personalidad transitorio, que tiene síntomas psiquiátricos, pero más bien es observable desde lo sociológico dado que se relaciona con el momento que se esté viviendo y suele revertirse cuando la persona abandona los ámbitos de poder.



Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando a la mente. El poder no está en manos siempre del más capaz, pero quien lo ostenta así lo cree y termina comportándose de manera narcisista y prepotente. Generalmente se caracterizan por tener inmadurez psicológica, una formación cultural pobre, una personalidad subjetiva, un carácter emocional particular, seguramente ávido de afectividad y un desarrollo humano frágil y en difíciles circunstancias.


Realmente, no todos los hombres están destinados a alcanzar el poder político, los gobernantes son seres humanos, sienten y padecen igual a cualquier mortal y la salud de estos siempre se maneja como un secreto de estado. El síndrome Hybris este derivado del uso del poder, presente en un gran número de líderes que se caracterizan por una autoconfianza excesiva, rechazo a las advertencias y avisos de colaboradores y representación equivocada de la realidad.


Tras un tiempo en el poder, el afectado por este mal, padece lo que psicológicamente se llama desarrollo paranoide. Todo el que se opone a él o a sus ideas, es un enemigo personal. Puede llegar incluso a la paranoia o trastorno delirante que consiste en sospechar de todo el mundo que le haga una mínima crítica, y, progresivamente se va aislando de la sociedad.


Llega un momento en que deja de escuchar, se vuelve imprudente, toma decisiones por su cuenta sin consultar, porque cree que sus ideas son correctas. Aunque finalmente se descubra que son erróneas, nunca reconocerá la equivocación.


Cuando una persona no admite otro criterio que el propio, no escucha los aportes de otros, se obceca en sus posturas personalistas, se vuelve imprudentes y toma decisiones por su cuenta sin consultar porque piensa que sus ideas son las correctas por lo que se aleja de la realidad y aunque finalmente esas ideas se demuestren erróneas, que no han servido para nada, nunca reconocerá la equivocación y seguirá pensando que están en la senda de la verdad, entonces pierde el componente racional de ejercer sus funciones, y si las condiciones se vuelven extremas puede hacer un síndrome paranoide, una desconfianza enfermiza en el cual se vería rodeado de enemigos, no podría fiarse de nadie y solo ÉL tendría razón contra todas las evidencias.


Por esta razón al Síndrome de Hybris se le conoce como la enfermedad de los que piensan que lo saben todo. La explicación de esto es bien sencilla puesto que cuando a una persona le gusta rodearse de estos tipos de personas halagadores y no críticos es porque dicha persona también es así con sus superiores.


Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.


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