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El Cachaco! Que molleja de fino!

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

En Colombia, se denominan cachacos a los naturales de la ciudad de Bogotá descendientes de bogotanos. Si bien popularmente el término cachaco tiende a ser usado para referirse a todas las personas provenientes de la ciudad de Bogotá, no debe ser confundido con gentilicios ampliamente usados como rolo, ya que bogotano hijo de bogotanos se denomina cachaco, mientras que al bogotano hijo de foráneos se le llama rolo, y generalmente se usa este último término de forma despectiva por parte de los otros colombianos.

En la Región Caribe de Colombia, el término cachaco se ha utilizado comúnmente para referirse, a todas aquellas personas del interior del país, provenientes de ciudades andinas, independientemente de sus condiciones en cuanto a clima o altura, como la Región Antioqueña, los Santanderes, el altiplano Cundiboyacense y el Tolima, entre otras.

En días pasados en camino al aeropuerto de Bogota, el conductor del taxi me platicó con un lenguaje y tono muy particular, lleno de palabras extrañas pero que con la alegría y la cortesía con las que las pronunciaba, se presagiaba que eran muy amigables. Hurgando en la conversación me contó que era hijo de un Cachaco y me dio algunas de las características genuinas de estos personajes que me parecen son muy dignas para dar a conocer con este escrito.

Cachaco es una denominación geo - socio -antropológica usada en algunos países de América, especialmente en Colombia.

Existen muchas teorías acerca del origen de la palabra Cachaco.

Se cuenta que la primera tienda de telas de Bogotá fue abierta por los hermanos Arrubia provenientes de Antioquia, con el objetivo de ayudar a convertir a Bogota en la Londres de América, claro está, en cuanto a la elegancia. La moda llegó a consolidarse entre los hombres de la ciudad y los bogotanos comenzaron a vestirse elegantemente. Uno de los artículos que más compraban eran una gabardina costosa, o “cachet coat”. La palabra “cachet” es un galicismo con significado de estilo propio, personalidad, calidad superior de alguna cosa y la palabra inglesa “coat” (abrigo) se le unió para formar “cachet coat” (abrigo de marca). Y así, como el ‘watchman’ se convirtió en el ‘guachimán’, se adaptó ese anglicismo, que lo pronunciaban como ‘cachatcoat’ y de ahí salió el término “cachaco”.


También se especula que la palabra cachaco nació por las primeras letras de las prendas clásicas del atuendo de los bogotanos elegantes: ‘Camisa’, ‘Chaleco’ y ‘Corbata’.

En Bogotá, el término cachaco es normalmente usado para referirse a una generación de bogotanos nacidos o influenciados por la cultura y la moda de la ciudad durante la primera mitad del siglo XX y que con el transcurso del tiempo se ha ido desvaneciendo de la escena capitalina. Esta magnífica especie bogotana que poblaba en su totalidad los barrios Chapinero, Teusaquillo, La Soledad, Quinta Camacho y el Parkway, hoy día está relegada a vivir apenas en algunos apartamentos en Rosales y en el ya no tan elegante barrio El Polo, ya que en general son gente divinamente de Bogotá, pero venida a menos. Sí, el cachaco puro desafortunadamente se encuentra en vías de extinción y ya quedan apenas algunos que se cuentan con los dedos de la mano.

La forma más rápida de identificar a un cachaco es su manera de vestir, en ellos no hay nada llamativo o de colores pues toda forma de libre expresión en el vestir se considera frondia (sucio o desaseado). En general, se visten de traje gris o azul oscuro y siempre caminan con paraguas en la mano y una gabardina (Burberry) en el brazo. Si no están vestidos de corbata, casi siempre llevan camisa de cuello de abotonar y un saco generalmente de rombos, sobre los hombros, con las mangas cruzadas en el pecho.



Cuando van a las corridas de toros usan chaqueta de gamuza y gorra escocesa de ganadero español. El cachaco, casi siempre cuando está de ‘sport’, usa medias de rombos.


Si uno se acerca a un cachaco siempre olerá bien, como si se acabara de bañar. Un cachaco de pura cepa no usa ninguna colonia que no sea Jean Marie Farina, de Roger & Gallet, pues cualquier otro olor por moderno y de moda que esté es considerado un pachulí barato y de quinta.

El Cachaco se caracteriza por ser encantador, amigable, muy cordial, gentil, de fino humor, caballeroso, bien hablado y es el que frecuentaba los cafés y salones de baile, nada que ver con ‘rancio’ (lugar húmedo o poco ventilado).


Hombres muy chirriados (bonitos, graciosos, elegantes), que se caracterizaban por su dialecto en el que resaltan expresiones como “Ala”, “Caray”, “Sardina” (Persona joven) “desguarambilado” (Mal Vestido), “filipichín” (Bien vestido) o “atortolado” (Desorientado).

En ese sentido, el cachaco no solo era un sujeto social que estaba por encima de las clases populares bogotanas, sino también sobre otros sujetos que expresaban distintas identidades regionales, los genéricamente llamados calentanos o provincianos.

Para generalizar, un cachaco es un hombre de buen vestir y elegante, a menos que esté cerca del mar, pues a este personaje de tierra fría, blanco como ninguno, se le ha visto pisar la arena de las costas colombianas calzando chanclas negras con el logo de su equipo de fútbol predilecto, medias negras hasta las rodillas, camisa de manga corta con franelilla debajo y con un pequeño tubo colgado al cuello donde lleva enrollados húmedos billetes para pagar cada servicio que le ofrece la gente del lugar.

Otra forma de identificar a un cachaco es por su graciosa forma de caminar, un caminar muy erguido, elegante y distinguido. Todos los cachacos, sin excepción, tienen su cuna familiar en Europa. No es sino que suene un pasodoble para que se vuelva español y salga palmoteando y gritando “olé” por todos lados, o que le den un vino a probar para que se le salga el francés, y sin ningún esbozo de vergüenza hable sobre las diferentes cepas y sus tonos taninos y astringentes. O que lo inviten a jugar bridge para que afloren los modales del caballero inglés que llevan dentro y haga trampa a diestra y siniestra. El cachaco nunca se mezcló con el indígena porque lo consideraba, francamente, un indio.

Es fácil hablar con un cachaco siempre y cuando uno no vaya en contra de su equipo de fútbol o su partido político, pero no es de temer en las discusiones, pues ellos jamás se van a puños.

Al principio parecería que son muy serios y antipáticos pero la verdad es que son personas divertidas y muy graciosas que les encanta socializar siempre y cuando esta interacción sea acompañada por un buen whisky.

Los cachacos son bastante positivos sobre la vida y aunque ya no les quede ni un peso de sus gigantes herencias, si uno les pregunta cómo están ellos, con una sonrisa contagiosa responden llenos de vigor: ¡Divinamente!.

Realmente son muy astutos aunque por la forma lenta en que responden pareciera a veces que no lo son. Bogotá está a 2.600 metros sobre el nivel del mar y el oxígeno se demora más para llegar al cerebro. Un ejemplo de su creatividad y su astucia es la forma como hace más de cien años les decían a sus mujeres que iban a tomar licor con sus amigos por las tardes. Para no generar sospechas con la servidumbre decían que se iban a tomar las onces, once son las letras de la palabra aguardiente.


Este divertido personaje llamado cachaco no tiene enemigos aparentes. Eso sí, le molesta como pringamoza un animal llamado el lobo. Lobo es básicamente todo lo que ellos en el fondo quieren ser pero nunca se atreverán. Tener yate en vez de canoa, hacer fiestas con grupo vallenato que duren hasta el amanecer, tener novia sexy, festejar el Año Nuevo con revólver de cinto, etc.

Recopilación de la información y Estructuración por Antonio Jimenez.


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