Cuentos de siempre (44): carteles.

Leví, un ingeniero civil venezolano, fue invitado por unos colegas colombianos a un evento técnico, en un centro de convenciones del Hotel Tequendama, en la ciudad de Bogotá en el año de 1993.

Los conocedores de la historia, podrían endosarle un origen hebreo a ese nombre de Leví y pensar que sus antecesores eran seguidores del patriarca con ese nombre, pero no era así; el padre de este Leví, era andino, un gocho nacido en Chiguará, un pueblito encallado en las montañas merideñas, quien, debía tener otro motivo especial para la escogencia de ese nombre, para su primogénito.

En esos años, los marabinos no necesitaban planificar por días, la logística de un vuelo internacional, al contar con suficientes aerolíneas, con presencia en el propio aeropuerto de la ciudad de Maracaibo. Lamentablemente, eso no se mantuvo en el tiempo y hoy en día, la mejor opción para viajar al exterior, pasa por transitar más de 200 kilómetros por tierra desde esa ciudad, para utilizar los servicios aéreos colombianos, iniciando los vuelos, en el aeropuerto de la capital del departamento de la Guajira en Colombia, Rio Hacha. 

Una vez iniciado el vuelo, con Leví en su asiento de ventana y en una de las primeras filas, se sorprendió del ruido de los estantes de la cabina a nivel del espacio de los sobrecargos. Ese ruido, lo causaba la vibración de las turbinas del avión Boeing 727, en su primario impulso a las nubes. Con ese avión, la ahora extinta aerolínea, Zuliana de Aviación, atendía un vuelo desde Maracaibo a Bogotá con escala en Medellín.

Permaneciendo Leví, todavía incomodo por el ruido, los vacíos y la limitada atención a los pasajeros en el vuelo, observó la inmensidad del paisaje verde de las montañas en tierras colombianas y en ese momento evocó, admiró y valoró aún más al Libertador Simón Bolívar, quien, hizo en su tiempo, esa misma travesía, pero montado a caballo. En ese momento se sintió muy relajado.

La imagen de la belleza del paisaje, le cambio drásticamente al momento de que el avión aterrizó en Medellín y observó un avión destartalado en el área del aeropuerto, posiblemente decomisado del cartel de Medellín.

En sus visitas al centro de conferencia, Leví notó que la ciudad de Bogotá, daba la impresión de estar en estado de sitio, con las fuerzas militares y policiales, custodiando y dándole confianza a una población, sometida al terror de la guerrilla y de las bandas del narcotráfico. El patrulleo se enfocaba en la detección de los carros bombas colocados por el cartel de Medellín. Afortunadamente, a ese cartel, pronto le llegaría su fin, con la muerte y captura de sus lideres y de la mayoría de sus socios y sicarios.  

Unos años después, Leví captó en Venezuela, unas señales que reproducían lo vivido en su visita a Colombia, con unos aviones decomisados y en similar estado de abandono en los aeropuertos y con la aparición de carteles de la droga, entre ellos, el cartel de los soles.

El desenlace de un juicio, en una corte de New York, resultó con una condena de más de 20 años a un exmilitar venezolano y se constituye en la primera sentencia en firme, en contra de un integrante del cartel de los soles, sentando un precedente y enviando un mensaje preocupante, para los próximos sometidos a la justicia.

Las comprobadas acciones delincuenciales, constituyen el ADN de esa organización criminal, en cuya estructura organizacional está la cúpula del régimen de Venezuela.

Por lo pronto, otro integrante del cartel enfrentará la justicia en el mismo tribunal en Estados Unidos y les dará más peso a las solicitudes, captura y juicio de las otras figuras fundamentales del cartel y del régimen actual.  

Antonio Jimenez.