top of page

Cuentos de siempre (43): el oro.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

Durante una caminata vespertina, por las calles del “down town” de Bogotá a finales del año 1992, a José Luis, se le activaron la mayoría de los sentidos, con los estímulos recibidos del paisaje, la gente, el ruido, el frio, la lluvia y el olor penetrante de gases de combustión, proveniente de la quema del diésel, en innumerables plantas eléctricas portátiles, durante el apagón en Colombia.



El sexto sentido también estuvo presente, con la intuición a formar parte del grupo de los inocentes fallecidos, con una probable explosión de un carro bomba de Pablo Escobar.


Con esas condiciones, se apremiaba la búsqueda de un encargo familiar, para comprar una “tanita” y ese singular aparatico, se encontró disponible para la venta, en una joyería, que, tenía todas sus puertas y paredes, empapeladas de avisos de muchos colores, promocionando la compra de oro roto.


La “tanita”, es como la gente de ese sector comercial, conoce a una balanza de precisión para pesar oro en pocos gramos, siendo ese nombre, el de una marca de reconocida calidad japonesa.



El destinatario del encargo familiar, quien, vivía en Caracas, era el padre del buscador en Bogotá y también se dedicaba a comprar oro roto o dañado, proveniente de joyas en desuso, piezas dentales extraídas, monedas y hasta pedacitos de oro sin formas definidas.


La “tanita” le aportaba más confianza a la transacción, por ser más precisa y de una marca reconocida. El valor por el oro roto, era aceptado para el pago de otras joyas de oro de 14 kilates, principalmente, anillos, dijes y cadenas.


A la muerte del propietario de la “tanita”, el aparatico fue heredado por un nieto, quien, un tiempo antes se había convertido en socio del negocio.


En los años de mayor impacto de la crisis económica venezolana, se efectuaron flujos migratorios importantes fuera de las fronteras del país. El nieto, por lo contrario, se decidió por mudarse a El Callao, una población en el extremo sur oriental de Venezuela y se dedicó a la búsqueda del oro, para encontrarle la solución a sus problemas de subsistencia.



Alrededor de El Callao, se constituyó el arco minero del Orinoco, de cuya explotación de oro, el régimen de Venezuela, esperaba compensar el desplome de la industria petrolera. Por la importancia del arco minero, el gobierno la designó como una zona militar especial y con la necesidad de controlarla, formó un estado hibrido, incorporando a la guerrilla colombiana del ELN.


De la producción de oro, de entre 25 y 32 toneladas anuales, solo el 30% quedaba bajo la custodia del banco central. El 70 % restante, no se contabilizaba y salía de contrabando, con ventas de terceros a terceros, siendo Turquía el principal comprador. Los destinatarios de ese 70%, son la elite del estado, incluyendo a los militares.  


Al desfalco de las riquezas del país, incluyendo la del oro, le llegará la justicia, durante el próximo gobierno de Edmundo González Urrutia.


La justicia española, está dando buenas pistas sobre el modus operandi de esos delincuentes, con la investigación de la visita de la vicepresidente de Venezuela en el año 2020, en donde se violaron los protocolos de seguridad y de control de acceso, efectuándose la entrega de 104 lingotes de oro puro de 24 kilates, para un equivalente en transacción monetaria de 68 millones de dólares.

Con toda seguridad, la vice no utilizó una “tanita”.


Antonio Jimenez.

1,041 views2 comments

Recent Posts

See All

2 comentarios


ritarobaina
ritarobaina
11 nov 2024

Maduro y sus acólitos saben hacer las cosas muy bien, en el area del delito ; en este caso son igual de delincuentes los que venden como los que compran

Me gusta

Sr Jimenez
Sr Jimenez
11 nov 2024

La fiebre del oro, mueve pasiones en grados diferentes de ambición. El apoderamiento de las riquezas del oro de una nación, para beneficio propio de los encargados de su administración pública, se rige por maniobras encubiertas difíciles de detectar, pero nunca están exenta de fallas y de filtración para la justicia.

Me gusta
bottom of page