Cuentos de siempre (20): adicción.

Las dos Marías, Cristina y Paula, eran unas jóvenes muy amigas, quienes vivían en el barrio Cedritos, de la localidad de Usaquén, en Bogotá.

María Cristina, era muy delgada y alta y tenía su cabello negro, largo y liso, con lo que parecía una modelo fitness. María Paula, era pelirroja con su cabello crespo, al estilo de Rita Hayworth. Con esas pintas femeninas, no se le dificultaba obtener trabajos temporales en los cuales se requería una buena presencia. 

Las dos Marías, costeaban sus estudios en la Universidad de La Sabana, trabajando como meseras y en otras labores de apoyo logístico en eventos musicales y conferencias. Ambas tenían en claro, que la misión de sus vidas, estaba en mejorar su status social, gracias a la educación que podían darse y por nada del mundo, se desviaban de su propósito hacia las adicciones por las fiestas, el licor y las drogas.

A mediados del año 2013 y estando en su lugar de trabajo, las dos Marías recibieron una información que les animó su día. Se enteraron que, en un acondicionado del área del parqueadero de ese famoso restaurante de Chía, considerado uno de los más icónico de Colombia, se presentaría un concierto del gran cantante mexicano Luis Miguel.

Unos días más tarde, María Cristina atendía algunos clientes rezagados en el restaurante, al momento de que ocurrió una relación sexual indebida entre un profesional universitario con varios postgrados y una joven, quien, posteriormente fue dejada abandonada e inconsciente por el exceso de alcohol, en el propio estacionamiento reservado para el concierto. La joven, luego interpuso una denuncia de violación.

Mientras se adelantaban las investigaciones y debido al impacto mediático negativo en contra del restaurante, el Sol de México iluminaria en otra sede en esa misma zona de Colombia. Afortunadamente, las dos Marías, fueron contratadas para el concierto, atendiendo a una promoción de la marca de un nuevo aguardiente y para ser meseras durante el concierto.

El licor de muestra gratis se consumió muy rápidamente en las afueras del salón, mientras se hacia las filas para entrar y se notaba que una mujer joven lo hacía sin pensar en los efectos de un consumo desproporcionado. Tan pronto entraron a la sala de eventos, la misma joven se mostraba muy soñolienta con signos de estar muy ebria y muy pronto abandonó el lugar, acompañada y apoyada por amigos, quienes, obviamente no disfrutaron del espectáculo.

Al siguiente mes, las Marías volvieron a trabajar en un concierto del cantante neoyorquino Marc Anthony, para festejar el cierre de año de una empresa privada. La fiesta se decoró con un estilo juvenil y en el amplio salón existían solo mesas altas sin sillas, para permanecer de pies. El menú de la comida para obsequiar a los asistentes, incluyó hamburguesas y papitas fritas, preparadas con parrilleras para asar las carnes dentro del área del salón. El cantante en sus palabras iniciales, comentó que era la primera vez que sentía un olor tan penetrante a carne y que parecía que se encontraba en la cocina de un McDonald’s.

A las Marías, le pareció que el servicio de bebidas, mayoritariamente de whisky, fue excesivo y por eso al rato, se presentaron encuentros de intolerancia entre algunos, que, aunque no pasaron a mayores, empañaron el ambiente de alegría y compañerismo entre los trabajadores.

Eso que le preocupaba a las Marías, sucede con frecuencia en Colombia, en donde el consumo de alcohol en menores comienza a los 13 años, que el 40% de los menores de edad en Colombia siguen expuestos al consumo de alcohol, que el 60% de ellos afirman que es fácil acceder a estos productos y que el 70% de los jóvenes lo consumen en presencia de sus padres.

Antonio Jimenez.