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Cuentos de siempre (19): extorsión.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

En un barrio residencial al norte de Bogotá, en una esquina de un edificio de pocos pisos y sin ningún atributo de belleza arquitectónica, existía una escalera con un techo ordinario de madera, que conectaba la calle con la planta baja de ese edificio. En los alrededores de esa esquina, siempre estaban estacionados vehículos de alta gama con la presencia de sus conductores, lo cual motivaba a comentarios de la gente a pie, sobre una probable actividad al margen de la ley.



Allí en ese sitio, en la realidad, funcionaba lícitamente el restaurante Pajares Salinas, fundado y activo desde el año 1953 y muy famoso en la ciudad, por ofrecer comida española con exquisitos platos clásicos de callos, riñones, cordero, cochinillo, pargo y arroces caldosos. Para lograr asistir a ese restaurante, se debía superar a una estricta reservación con horas de anticipación.



Esa comida española, acompañada del whiskey en generosos tragos a las rocas, siempre atrajeron a los políticos y a los empresarios. El placer al sentarse para ser servido, alcanzaba el cenit y eso dominaba cualquier cambio de parecer de los ilustres asistentes, al estar enterado de la existencia de numerosas cámaras instaladas en los corredores y en la salida del restaurante. Las cámaras formaban parte de un protocolo de medición de la satisfacción del cliente por la comida y eran monitoreadas por los dueños, para evaluar la respuesta inmediata de la calidad de la comida y del servicio, a través de sus propias expresiones faciales.  


Rosalio, quien, era un gerente de una empresa privada en Bogotá, accedió a una invitación para almorzar de parte de la representante de una empresa de consultoría. En ese único tiempo libre para atenderla, recibiría un análisis para un proyecto de tercerización de la mano de obra para asuntos temporales.  


Tan pronto llegó al restaurante y se anunció, el maître lo condujo a una mesa en donde lo estaban esperando. Rosalio quedó gratamente impresionado con la belleza física de la mujer que lo había invitado ya que su estampa era la propia para competir y ganar en cualquier concurso de belleza.  Unos minutos más tarde, también quedó impresionado con el trato y con la inteligencia para el mercadeo y venta del producto, que había sido el motivo del encuentro.


Rosalio como un buen cinéfilo, consideró que había encontrado la mujer que no apareció en escena, en el film “Scent of a woman” pero que dejó constancia de su extrema calidad femenina, al atender en privado al invidente teniente coronel Frank Slade.



Tan pronto almorzaron, Rosalio lamentó volver a la oficina y la dama se quedó en el restaurante para continuar departiendo del momento, en otra mesa, pero esa vez, acompañada con dos altos directivos de la misma empresa privada, en donde laboraba Rosalio, lo cual sería una coincidencia para la mayoría de los mortales.


En la noche de ese mismo día, Rosalio recibió varias llamadas del supuesto esposo de la dama, reclamando por su ausencia prolongada. Ya el conocía del restaurante, de la empresa, del gerente Rosalio, de los directores de la empresa y hasta de las imágenes registradas por las cámaras, algunas reveladoras de la estadía y salida de la dama. En la conversación pasó por momentos emotivos de penas de amor y profería insultos y amenazas para acometer unas denuncias policiales y hasta penales, en contra de Rosalio y de sus superiores jerárquicos en la empresa. Afortunadamente, nada pasó a mayores y todo quedó como una probable extorsión que no llegó a materializarse.


En las diez ciudades principales de Colombia, se efectúan 30 extorsiones por cada cien mil habitantes, siendo las llamadas telefónicas la modalidad más frecuente. Con el proceso de extorsión, a través de la utilización de violencia, coacción o intimidación, se obliga a una persona a realizar u omitir un acto o negocio jurídico, con ánimo de lucro y con la intención de producir un perjuicio de carácter patrimonial del sujeto pasivo.


En una fase preliminar del proceso de extorsión, las víctimas son elegidas por el perpetrador, en un entramado que involucra el engaño. La víctima potencial o “el pez que pica el anzuelo” tiene buena capacidad económica y es vulnerable hasta acatar la exigencia del perpetrador, ante revelaciones de contenidos que afectan gravemente su esfera íntima o personal.


Antonio Jimenez.

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Sr Jimenez
Sr Jimenez
May 13, 2024

Los perpetradores de una extorsión ubican a un pez que pica el anzuelo y lo manipulan para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio.

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