Cuentos de siempre (16): maltratos.

Tacobel era el nombre de un perro callejero y criollo, de esos conocidos como un cacri en Venezuela.

Con ese cacri, desde unos pocos días de nacido, se podía inferir que no sería pequeño y flaco como un chihuahua, pero su dueña se empeñó en asemejarlo y por eso lo bautizo con ese nombre, tomado de la famosa cadena de comida rápida, especializada en cocina Tex-Mex y conocida como Taco Bell. 

A la mascota de cachorro, lo sometieron a una tortura, al cortarle el rabo y parte de las orejas, siguiendo el impulso de la misma dueña, quien, desistió de la raza chihuahua, pero al considerar que su mascota tenía pedigrí, ahora quería emparentarlo a un dóberman.

Tacobel sufrió por un tiempo de una infección y hemorragia, pero logró sanar y nunca se las cobró a los seres humanos, con quienes, fue muy afectivo y empático.

Tacobel se la mantenía echado en la puerta de su casa sin hacer nada, pero a veces queriendo molestar y acosar a la gente, les daba unos sustos de muerte a quienes transitaban, caminando cerca. Ese cacri corría hacia la probable víctima, ladrando y gruñendo con la cabeza inclinada al piso, sin ver a la persona escogida para la supuesta mordida. Al aproximarse como a un metro de las piernas de las personas, se detenía abruptamente y movía los que le quedaba de sus orejas y de su rabo, buscando que por su actuación le otorgaran una caricia.

En esa misma zona de la ciudad de Maracaibo en Venezuela, vivía Donald, bautizado así por la famosa cadena de comida rápida McDonald’s, la competidora de Taco Bell, en las preferencias del público.

Donald no era una mascota sino un adolescente, a quien, le resultó muy afortunada su niñez y su pubertad, transcurrida a salvo de la hostilidad, con quienes, interactuó en colegios y casas vecinas. Sin embargo; esa falta de roce con el submundo de las angustias, le restó malicias para estar preparado y poder defenderse de algunos acosos en su edad más avanzada.

Afortunadamente, las amenazas físicas y verbales que se presentaron en su época de adolescencia, también fueron manejadas de la mejor manera, para eso, involucrando totalmente a la familia y en especial a su madre. La confianza familiar con el lema de uno para todos y todos para uno, si aplicaba en esa familia y justamente fue la madre, quien, arregló varios problemas de Donald, dando la cara y advirtiendo a los agresores, de la posibilidad de tomar acciones más contundentes en la defensa de los integrantes de la familia, si no se detenían en el acoso.

La edad de la adolescencia en los varones, es la más complicadas en su desarrollo, ya que es una edad de muchos impulsos imprudentes, de euforia física e intensa curiosidad que, a menudo resulta en problemas.  A esa edad, los jóvenes se comportan torpes y alegres, hacen alardes de fortaleza y son sexualmente curiosos, con escaso control de los impulsos.

Es de esperar que algunos quiebren el delgado equilibrio del respeto entre los amigos y lo conviertan en casos de bullying o de matoneo, por la satisfacción de superioridad ante el agredido.

El bullying se ha relacionado con futuros comportamientos de delincuencia juvenil, como robos y atracos, actos de vandalismo, piromanía, ataques físicos, crimen organizado y tráfico de drogas. Los niños que perpetran el acoso tienen mayor probabilidad, de adquirir hábitos de riesgo como beber, pelearse, herirse en peleas y llevar armas.  

En muchos casos, el bullying ha arrastrado a la víctima a un trastorno mental y los últimos en enterarse han sido los familiares. Los afectados no compartieron su infierno, por algún motivo, pero todos convergían, en no darle una ocupación extrafamiliar, a la recargada agenda de sus queridos padres.

En el caso de Donald, él estaba muy claro de que los padres estaban allí para defenderlos y no se sintió ni apenado ni defraudado. El problema que se le escapaba de sus manos, era muy propio para que sus padres lo arreglaran y así ocurrió.

Antonio Jimenez.