Evilacio, era un hombre en edad madura e impedido desde su nacimiento y pasaba las horas de la mañana, sentado y asegurado con amarres a una silla. Su cuerpo semidesnudo, se iba de lado hasta apoyarse sobre uno de los brazos de la silla. Aun así, con todas sus limitaciones, se había convertido en un personaje popular.
Regularmente lo colocaban bajo la sombra de un árbol, en el frente de su casa, en la calle Obispo Lasso en Maracaibo, cerca de los rieles de un tranvía. Todos los días, Evilacio esperaba por el paso del tranvía para saludar a sus pasajeros, el cual lo efectuaba con una mueca que se aproximaba a una sonrisa y con un movimiento apenas notable de una de sus manos. La gente le correspondía el saludo, con sus manos y con unas palabras amables acompañando a su nombre.
En uno de esos días y en diciembre del año 1902, a Evilacio no lo tomaron en cuenta desde el tranvía y lo que logró ver y procesar en su cerebro, le aceleró el pulso y le provocó que balbuceara repetidamente, como para captar la atención de sus familiares. Eso fue posible y estos al llegar presurosos al lado de Evilacio, ya el tranvía había pasado, pero a lo lejos, lo vieron detenerse luego de atravesar un puente, justo a las puertas de la cárcel de Maracaibo.
Allí se bajaron del tranvía, como dos docenas de hombres blancos y bien vestidos, con sus trajes de lino blanco, corbata y sombreros de pajilla y todos ingresaron a la cárcel, debidamente custodiados por la policía. Ese grupo cuantioso de pasajeros con tanta presencia, sorprendieron a Evilacio y luego a sus familiares, quienes exclamaron que, si así era la ley con los ricos, no se imaginaban como seria de dura con los pobres.
Todos en ese grupo, sin excepción, fueron excarcelados al día siguiente, pero ese corto tiempo maltrató la pulcritud de las vestimentas, quedando con sus ropas muy arrugadas y sucias, seguramente por sentarse y dormir en el piso. El calor sofocante y húmedo, sumado a la oscuridad y la pestilencia derivada de la falta de apropiadas instalaciones sanitarias, también excedió la tranquilidad y el aplomo del grupo de internos especiales. Mas de uno enfiló con insultos al dictador Cipriano Castro y en sus mentes, rondó la venganza en contra del “bastard cabito”.
Uno de esos encarcelados era el cónsul de Alemania en Maracaibo, quien unos meses antes, fracasó en su intento de restablecer los pagos suspendidos de la deuda venezolana, adquirida con los bancos alemanes y de mediar en la aceptación de las demandas que por daños y perjuicios intentaron los extranjeros residentes en el país. El escuchó y reaccionó con una hipócrita sonrisa a un ultimátum con comicidad de parte de Castro, que le dijo: “Dígale Ud. a su Gobierno que a los alemanes los compongo yo con un vaso de cerveza”.
Ya con esta negativa de Castro para llegar un acuerdo, el poderoso imperio alemán planificó unas acciones bélicas, simbólicamente cargadas de lupulina, por lo amargo que le resultó al país.
Alemania e Inglaterra, bloquearon con sus buques de guerra a las costas de Venezuela, desde el 9 de diciembre de 1902 hasta 13 de febrero de 1903.
En Maracaibo, el conflicto pasó a otro nivel, incluyendo el encarcelamiento de todos los alemanes residentes en dicha ciudad y el bombardeo al fuerte San Carlos en la barra de entrada al lago y de un puerto cercano, en donde hubo bajas de civiles, según varias reseñas de la época.
En el año 1903, luego de la solución del impasse, con acuerdos de pago y otros compromisos, el mercado del café se recuperó muy rápidamente, pero para los alemanes, incluyendo a Gustav, ya no habría un trato con la misma cordialidad que solían tener de parte de los locales.
Bajo el gobierno de Cipriano Castro, inclusive se rompieron las relaciones consulares con los Estados Unidos y varios países europeos.
Antonio Jimenez.
Ya estás listo para escribir una novela!!! Excelente relato.
Cipriano Castro no se durmió en Los Laureles ante la deplorable actitud de los Alemanes e Ingleses, además de la mirada a un lado del gobierno de EE.UU ante tal escenario.
Y a Evilacio lo tendrían que llevar al Puesto de Socorro como le decían antes a la Emergencia del hospital al ver como metían presos a esos señores bien trajeados.
Buenos días, en el post "Cuentos de ficción (5): la planta insolente", tenemos una
narrativa imaginaria de lo cotidiano, durante el bloqueo naval a Venezuela iniciando el siglo XX.