En el año 1961 y a solo un par de días después del ataque del gallo bravo a mi hermana menor, disfrutamos de un evento inolvidable en la casa de mis abuelos. Ya entrada la noche y en su patio a la luz de la luna, concurrimos tanto la familia como muchos vecinos invitados y todos permanecimos de pie, mirando a un aparato con botones y un vidrio, que mi padre había colocado sobre una mesa para ganar en altura. Ese aparato era un televisor y de su parte de atrás salían dos tubos delgados, que eran las antenas de recepción y que apuntaban en diferentes direcciones hacia el techo.
La salida de las imágenes, a veces nítidas y a veces distorsionadas, a través del vidrio del aparato, fueron impactantes para todos, incluyendo a mi abuelo sobre los 70 años de edad, que presenciamos a ese hito importante, en el desarrollo de la humanidad. Esa noche, se transmitió una película mexicana de 1957, titulada “La mujer que no tuvo infancia”, con Libertad Lamarque, quien, interpretó a una mujer muy afectada por una crisis emocional, que la hizo comportarse como una niña.
Mi abuelo no se comportó como un niño, pero por dos días y desde que se lo preguntaron sus nietas, no dejaba de pensar en la fecha de su nacimiento, el año de los tres ochos, 1888, y en lo vivido durante su infancia.
En sus recuerdos, emergió la figura de su maestro, Cosme Montilla, un andino bajo de estatura, tez blanca y mejillas coloradas, pero también un destacado docente y muy apreciado por sus colegas y alumnos.
El maestro Cosme, impartía una educación con corte futurista, que, aunque no llegaba a imaginarse lo del televisor y de la transmisión de imágenes, podía predecir situaciones socio-políticas en nuestro país, basado en el conocimiento de la historia de otros países más desarrollados.
Resulta ser, que él maestro era un propietario de los tomos de la décima primera edición de la Enciclopedia Británica, una gran obra con el conjunto de los conocimientos humanos, que fue adquirida en una visita que, con fines educativos, realizó a la ciudad de Nueva Orleans en los Estados Unidos. De su consulta a la Enciclopedia, obtenía la información que lo hacía lucirse en sus clases.
En una de sus clases, el maestro Cosme, incorporó como un objetivo especial, el que sus alumnos conocieran sobre lo ocurrido en el mundo, en su propio año de nacimiento.
El año 1888, el de los tres ochos, se inició en domingo, fue bisiesto y le correspondió un numero romano con 13 caracteres, MDCCCLXXXVIII, la mayor cantidad de la era cristiana. Eso sería un distintivo que lo mantendría único en otros 500 años, ya que sería emparejado en el año 2388 y que solo sería superado en 1000 años, con el arribo del 2888, que tendría 14 caracteres.
En 1888, surgió Jack el Destripador, cometiendo los cinco asesinatos de mujeres en Londres, se produjeron las peores tormentas invernales del siglo, con muchos muertos en los Estados Unidos y hasta se le ocurrió a Vincent Van Gogh, que debía cortarse su propia oreja.
En esos años, el abuelo recordó que, junto con su familia, habitaban una casa del casco de la ciudad de Maracaibo, en la calle de las ciencias, la bautizada como la quinta avenida, por un cónsul americano de la época.
La aridez de las tierras vecinas a la ciudad debido a las escasas lluvias y lo distante de los ríos más próximos, les impedía a los marabinos que se dedicaran a otra actividad lucrativa, que no fuera el comercio, para lo cual no había requisitos de educación, pero la influencia del maestro Cosme fue importante y orientó al abuelo, hacia continuar con sus estudios para dedicarse a la docencia.
El abuelo avanzó hasta el noveno grado, completando el nivel requerido para hacer posible, su aspiración a seguir los pasos de su maestro más apreciado.
Antonio Jimenez.
Ameno como siempre tus relatos Antonio. Tanto asi que me senti tentado en buscar en la Internet ( buscador Google " ) los acontecimientos del año 1888. Muchas gracias por entretenernos e ilustrarnos con tus relatos. Saludos
Antonio, que ameno e interesante relato, mi papá nació en una casa que fue construida en el año 1888, tengo bonitos recuerdos de ese número que por tener tres 8 es un "lucky" número para los chinos, mi team leader un chino y en un proyecto para CNPC se pasó toda la reunión de presentación buscando unas placas con cuatro 8 porque trae suerte y se cotizan sumamente costosas.
No se si es recuerdo o imaginación pero es muy entretenida la lectura.
Buenos días, ya está publicado el post "Cuentos de ficción (3): los tres ochos", en el cual tenemos el acompañamiento de hitos históricos importantes.