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Cuentos de ficción (1): del almendrón al gallo bravo.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

En mi mundo de ensueños, la casa de mis abuelos era inmensa y muy agradable y así se mantuvo por años, hasta la llegada entendible de la desagradable realidad, cuando descubrí que era muy pequeña y simple.


Esa casa formaba el centro de mi universo y a ella se podía llegar hasta a ciegas, por cualquier camino que se eligiera, en la dirección de los cuatro puntos cardinales.


Pero de todos los caminos posibles, el que más utilizaba era por un sendero encementado, a un lado de un largo bahareque blanco, fisurado y con muchos agujeros, que dejaban al descubierto unos ladrillos de arcilla perforados, para lograr ver hacia las aulas de una escuela pública, que en la teoría la estaría resguardando.


En las horas nocturnas, ese camino sin alumbrado, era espeluznante por lo oscuro y por qué estaba muy cerca de unos sitios, con la ganada fama de albergar aparecidos. A esas horas, el fiel acompañante, porque nunca faltaba, era el miedo; pero durante el día, con la claridad del sol, ya era otra cosa.


Al inicio del camino existían dos casas y en una de ellas, vivía la señora Rossana, una persona inolvidable, por que preparaba y vendía los tradicionales politos, el nombre dado a unos cubos congelados de una bebida azucarada, preparada con sobres de Kool-Aid, de sabores de uva y fresa.



Todos quienes los degustaban, quedaban muy complacidos, pero para obtenerlos, se debía contar con el dinero ante la imposibilidad del fiado y de un envase para recibirlos. Para sorpresa de quienes creían todo superado, existía una tercera condición que era exclusiva de la vendedora. La señora Rosanna revisaba como condición final, que el envase estuviera limpio de cualquier residuo y sin olores, para cerrar la venta y entregar el producto, con la seguridad de que en el recipiente, no contaminaría el sabor de sus politos.


La otra casa de esas dos, la habían ampliado y tenía una segunda puerta a su lado, para entrar a un espacio, en donde estaba una nevera blanca con dos puertas verticales. La puerta de arriba era la de su congelador, y allí se notaban algunas botellas de refrescos y muchas de cerveza, todas vestidas de novia, por el aspecto blanco opaco del vidrio con su liquido interno a punto de congelación.



Elías vivía en esa casa, junto con su mama y eran quienes atendían las ventas. A Elías le faltaba una pierna y por eso usaba una muleta que sostenía con el correspondiente brazo. Esa situación no le impedía barrer muy bien toda la casa, tomando y manipulando la escoba con el otro brazo. De ese estilo muy extraño para barrer, pero el único posible para Elías, se copió en son de broma, una de mis hermanas y eso fue un motivo para disfrutar por días de sus ocurrencias.


Desde la casa de Elías, ya se podía divisar a lo lejos y en el frente de la casa de mis abuelos, la presencia de un árbol de almendrón, solitario y único dueño de la sombra que se proyectaba en un terreno de tierra seca y dura.



Los frutos de ese árbol eran como unas capsulas de concha verde muy dura, que al madurar se tornaban amarillentas. Era en esa condición, que muy pocos de mis amigos, le retiraban con los dientes, una capa de pulpa muy fibrosa, y con eso dejaban expuesta al tesoro comestible de una almendra, que hasta ese momento permanecía protegida detrás de la dura pulpa.


El almendrón era mi árbol favorito, pero solo por su sombra y no por su fruta. Bajo ese árbol estaba nuestro polideportivo de juegos, que por continuas temporadas en el año, repetíamos las competencias con las metras o canicas, el trompo y las barajitas de los jugadores del beisbol de las grandes ligas, lanzadas desde la pared.


La casa de mis abuelos al igual que todas en esa urbanización, contaba de dos habitaciones, un baño, la cocina, la sala y el comedor. Eran casas populares que fueron construida en Maracaibo, en el año 1946. Las casas con la misma área, compartían paredes laterales y su techo tenía una pendiente apreciable. En la pared del frente tenía una única puerta de entrada y tres ventanas de madera y hacia arriba sobre los cuatro metros de altura, existían unas pérgolas de madera, debidamente empotradas en las paredes. La puerta, las ventanas y las pérgolas tenían romanillas para hacer circular el aire al interior de la casa.


Al entrar a la casa, existían tres espacios cuadrados, el del medio era la sala y los dos de los lados eran las habitaciones. Las paredes que separaban esos cuadrados, no alcanzaban llegar al techo, dejando un espacio libre para circulación del aire. En esa área exista un cielo raso con láminas rectangulares de un material poroso de yeso. Ese cielo raso revestía y protegían de la cubierta inclinada del techo que era de asbesto.


En la segunda área estaba la cocina, el comedor y el baño y no existía el cielo raso, por lo que se podían ver las láminas de asbesto.


Hacia el patio, existía una especie de paraban de cartón piedra con listones de madera que lo fijaban al piso y al techo. Ese paraban servía para proteger del sol y de la lluvia, pero no impedía la entrada de algún intruso que se atreviera a robar.


En el patio, existía un árbol inmenso de mango, un limonero y un gallinero comandado por un gallo marote bravo y varias gallinas muy ponedoras.


Antonio Jimenez (de recuerdos familiares y de la imaginación del autor).

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6 Comments


Freddy Hernández
Freddy Hernández
Feb 27, 2023

Tío excelente narrativa, fluidos, completos, bien sustentado...te

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Oscar Ortega
Oscar Ortega
Feb 06, 2023

Los que nacimos en esa Urbanización nos trae un diluvio de recuerdos y la forma que el amigo detalla esas casas en dónde un día del año 1948 nací yo, y nací en uno de esos dos cuartos que tenían esas casas y estudié toda mi primaria en el Rafael Urdaneta, saludos cordiales amigos

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BENILDA BEATRIZ LUZARDO PAZ
BENILDA BEATRIZ LUZARDO PAZ
Feb 06, 2023

Me encantan tus historia tan bien explicadas y esta me gusto más porque la casa de mis abuelos tenía un patio con muchos árboles frutales desde mamones hasta una mata de granada. Nada como la casa de los abuelos. Me admiro mucho de ver cómo recuerdas las cosas con tanto detalle….o tú imaginación…. guaooooo

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Heriberto Bravo Portillo
Feb 06, 2023

Me admira tu excelente memoria. Tu remembranzas me hacen recuperar las mías, pero no las tendría presentes sin la lectura de tus anécdotas!!!

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Julio Walter Poquioma Shaffer
Julio Walter Poquioma Shaffer
Feb 06, 2023

Excelente relato Tony

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