En los años finales de la década de 1960, yo era quien, solidariamente, representaba a mi familia, ante la obligación adquirida por ser prestataria de un dinero. Generalmente, se efectuaban los pagos acordados, pero a veces se fallaba y se debía dar la cara, exponiendo las razones del default para el manejo del prestamista.
Sin dudas, que el dar la cara, era lo peor que podía suceder, ya que se debía transmitir la razón de turno y luego escuchar unas palabras de advertencia, acompañadas de una expresión de disgusto y de un recalculo de los intereses.
La señora Bruna, era la prestamista de dinero, a quien, mi madre recurría para salir de apuros. Era una vecina en la misma urbanización y teníamos con ella un vínculo familiar, ya que era la abuela paterna de mis primos.
En el desempeño de la tarea y antes de confrontar a la señora Bruna, caminaba muy absorto en el trayecto hacia su casa, que era de unas cuantas cuadras de veredas encementadas. Llegué a conocer el detalle del camino, como la presencia y tipos de los árboles, los huecos y las grietas en el cemento de la vereda, los diferentes arreglos frontales de las casas, la semblanza de las personas quienes vivían en ellas y también a tener la previsión ante los ataques de los perros. El regreso a mi casa, con un mejor ánimo, era más agradable, con la satisfacción por el deber cumplido.
La casa de la señora Bruna, quedaba en un alto del terreno y estaba algo más alejada de la vereda que las otras casas. Tenía una buena siembra de árboles frondosos en su frente, que refrescaban mucho el ambiente. Al verme llegar, me miraba e intuía si habría dinero o excusa, luego buscaba y traía consigo un cuaderno cuadriculado, en donde se le facilitaba escribir todo lo concerniente a su negocio, especialmente las cifras.
Haciéndome el desentendido, lograba leer los nombres de los deudores, quienes eran todos conocidos, el monto del préstamo y las fechas de los pagos, programados y efectuados. Con esa información conocía del nivel de solvencia de muchos vecinos, con algunos de ellos, altamente comprometidos.
El negro Ruiz, era otro famoso prestamista, respetado y hasta querido por sus clientes prestatarios. En ese respeto, influía mucho, que Ruiz siempre portaba un revólver calibre 38 en el cinto, principalmente para su protección física, pero que también funcionaba como una efectiva advertencia, para evitar a los eventuales morosos.
El mismo negro Ruiz definía el tiempo y los intereses para el pago de la deuda y se trasladaba hasta los domicilios para el cobro. Su presencia era intimidante y causaba un schock emotivo familiar, aunque él estaba dispuesto a renegociar por retrasos, solo que, para eso, le exigía al cliente que le mostrara allí mismo, el dinero que debía pagar en esa cuota vencida.
A otro nivel de montos y de exigencias, estaba el señor Hernández, quien, se desempeñaba como prestamista para unos clientes cautivos del mercado Santa Rosalía.
El señor Hernández, exigía una garantía de pago con el patrimonio del deudor, que regularmente eran bienes inmuebles, negocios, automóviles o joyas. Algunas de esas garantías fueron ejecutadas a su favor, aunque él siempre les otorgaba plazos de tiempo adicional.
El análisis de la solvencia del cliente para asegurar el pago de una deuda, no era tan riguroso para montos bajos, siendo que la intimidación y las advertencias, daban resultados en el cumplimiento del compromiso. La letra de cambio, el pagaré y las garantías para responder con el patrimonio del deudor, eran otras de las herramientas, con que contaban los prestamistas para recuperar su dinero.
Antonio Jimenez.
Ser Prestamista en las decadas de los años '60 y '70 era una actividad muy lucrativa y hasta ilícita en algunos casos por el alto rédito o % de interés que los "ageotistas" le imponían al deudor y, que éste, lamentablemente se veía forzado a aceptar por la necesidad de resolver rápidamente su emergencia financiera. El % de interés variaba entre 2% y hasta 5% semanal, cuando la inflaciòn era del orden del 12 % anual.
Tal vez algunos lectores se preguntarán por qué no se recurría a los bancos donde se ofrecería una tasa de interés mas baja ?. La respuesta es porque el proceso de otorgamiento de un préstamo bancario siempre ha sido muy burocrático, además de la…
La necesidad impostergable de dinero sobre el presupuesto familiar, se cubre en una de sus formas, adquiriendo una deuda con un prestamista. El compromiso de pago del prestatario es rígido y con su incumplimiento, existen diferentes acciones en su contra, que podrían llegar hasta la quiebra.