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Cuentos de ficción (17): la vida en la comunidad.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

A finales de la década de 1950, funcionaba una peluquería informal, en un pequeño apartamento familiar.



Para ese emprendimiento, afortunadamente, se tenía la solidaridad de unos vecinos amistosos y el apoyo de las autoridades, respaldando a la economía doméstica.


La peluquería solo ofrecía el servicio para ondular el cabello, que era el boom femenino de la época. El proceso para el ondulado era largo y complicado, por lo que era importante el conocimiento del proceso en unas manos habilidosas, como las de mi madre. Ella se dedicaba a trabajar en su negocio, en sus horas de descanso al concluir con las tareas de casa.


En ese reducido espacio para la presencia del prestador del servicio y de las clientes, existía un público de tribuna, unos fanáticos acérrimos del amor por su madre, constituido por tres niñas y un niño, quienes, aunque poco colaboraban con el proceso, tampoco hacían algo por retrasarlo.


Una vez que el ondulado del cabello estaba concluido, las niñas tímidamente comentaban entre sí, hasta cuanto había mejorado la apariencia de la cliente y el niño las escuchaba y disfrutaba de unas miradas furtivas, pero en una forma de inocente atracción por la belleza femenina, sin ningún morbo.


Dos de las niñas, las de menor edad, jugaban con los bigudíes, de todos los tamaños y a veces los dejaban regados por el piso, como si fueran huesitos, pero respetaban y no tomaban las otras herramientas como los peines, las pinzas, las capas de plástico, el algodón, las tiras de papel para envolver el cabello, los guantes, el secador y mucho menos a las químicas que rompían y unían los disulfuros y que olían a podrido. Mi madre al momento de untar los líquidos de la permanente, nos gritaba y nos exigía que saliéramos a otro sitio más alejado.



A puertas afuera, la comunidad tenía sus representantes de inmigrantes europeos, todos trabajadores, principalmente portugueses e italianos, quienes, se disputaban las bodegas y las panaderías y hasta un español, quien, distribuía cientos de ejemplares del diario Panorama, en una camioneta con la cabina cerrada.


En Venezuela, la inmigración francesa no fue ni lo cuantiosa ni lo laboriosa como sus vecinos continentales, estando ellos más interesados en producir y mercadear al exterior, unos productos de calidad como el cacao y el ron. Tal cual, en mi comunidad no recuerdo oriundos de ese país, aunque el toque francés si estuvo presente.


Una cliente de mi madre, era una señora con el apellido Lollett; quien, era alta y de contextura doble, una figura que en esa época y para el gusto masculino de mis paisanos, eran unas medidas muy atractivas. Muchas veces escuché piropos a su favor, siendo el más recordado, de que ella estaba extremosa, queriendo significar que, en cuestión de gustos, ella era lo más extremo en la escala. Su presencia y su porte eran imponentes y siempre vestía a la moda.


Una vez le comentó a mi madre, que los Lollett, provenían de la ciudad de Lille, ubicada en la costa norte de Francia, una ciudad que había sido castigada por la primera guerra, por la depresión económica mundial y por la segunda guerra, en ese orden. Esos fueron largos años y propicios para la emigración, pero que una vez sin esos problemas, la ciudad recuperó un buen nivel de desarrollo industrial de confección y de explotación de carbón, lo que también había propiciado el retorno de los ausentados.


También teníamos un amigo de apellido Champaul, un moreno con más pinta de criollo que cualquiera de nosotros, que igualmente era de ascendencia francesa. Su familia provenía de la región de Borgoña, situada al centro norte de Francia, con buena agricultura y explotación carbonífera. Su abuelo, estuvo viviendo en nuestra comunidad entre los años 1950 y 1953, cuando participó en varios estudios, haciendo una serie de calicatas para muestreo del carbón en el Zulia.


La vida en la comunidad no debe ser para recordar una parte de nuestra existencia, lo que de ella se aprende, debería servir para toda nuestra existencia.


Antonio Jimenez.

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2 commentaires


Gerardo Molero
Gerardo Molero
29 mai 2023

Tony: Los niños son los seres mas observadores de los detalles en general con un oído muy afinado, mo solo para escuchar con atención, sino también los ruidos causados por algo o alguien cercano adonde ellos se encuentren, para luego preguntar a los adultos el por qué de se dijo eso o por qué se causó ese ruido. Por lo tanto, el por qué es una expresión típica de la infancia y de su inocencia.

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Sr Jimenez
Sr Jimenez
29 mai 2023

Buenos días, la vida en la comunidad marca para bien o para mal toda la existencia. Lo que de niños observamos en el hogar y en la vecindad, tiene mucha influencia en nuestro ser.

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