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Cuentos de ficción (15): un alto en el camino.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

José Darío, era bajo de estatura y de contextura doble, de los conocidos como rechonchos y era por eso que le costaba ajustar su humanidad en el asiento de un autobús, para la función articulada de los brazos, piernas y ojos. Entre el grupo de los conductores colegas, a José Darío se le consideraba como un miembro honorario y como un profesional del volante. El alardeaba de su virtud, sacando frecuentemente del bolsillo de la camisa y mostrando a todos con orgullo, una libretica con portada de cuero, que era su TITULO DE CHOFER.


En los primeros años de la década de los años 1940, estaba a cargo de la ruta de Maracaibo a Caracas y de ese largo y tedioso recorrido, el trayecto que más lo concentraba, era el de las curvas de San Pablo, en la cercanía de la población de Carora.


A mediados de 1944, José Darío condujo el autobús, con mi madre entre sus pasajeros. En ese viaje se emplearon siete días, de los cuales, por casi dos días, estuvieron en la comunidad conocida como Puente Torres, por una avería y reparación del sistema de frenado neumático del autobús.



El experto conductor ya había tomado un riesgo indebido, al transitar muchas de las 365 curvas de San Pablo. Al llegar a Puente Torres, con su mejor juicio, hizo un alto en el camino y lo detuvo en un sitio en donde había un gran estacionamiento y algunas posadas para quien quisiera pernoctar y en especial por las mujeres.


En una de esas posadas, se registraron mi madre y su tía, coincidiendo en la mesa que hacía de recepción, con otra pasajera, Amparo Urrutia, una joven muy bonita y glamorosa, pero que se expresaba con prepotencia, con un acento diferente al marabino.


Luego de tomar un corto descanso y de haber cenado arroz con huevos, que era lo que había en esa posada, Amparo y mi madre se sentaron en el área de un pequeño jardín, adornado con tunas y trinitarias, que no ocultaban el paisaje de ocres y de tierra de piedras. Ambas levantaron la vista y vieron a un cielo estrellado, mi madre observó a Amparo por unos segundos y se atrevió a preguntarle sobre la procedencia de su acento.


Gloria…. permíteme unas palabras sencillas para que lo entiendas. Yo viví por tres años en México, y ayudándose con sus dedos de la mano derecha, le señaló 1939 con el dedo índice, el 1940 con el dedo medio y regresé obligada a finales de 1941, señalándolo con el dedo anular. Mejor dicho, regresé obligada y triste…. Allá trabajé como asistente de producción en uno de los principales estudios de cine, me enamoré sin estar buscándolo y me comprometí con Raúl, un mexa americano de Los Ángeles, quien, ahorita está en la guerra en el Pacifico y espero que esté vivo. La guerra acabó con todo, que pesar para mí que volver a parar a este país.


Amparo, le continuó contando a mi madre, quien, cada vez abría más sus desorbitados ojos, por lo interesante que le parecía la historia.


Raúl y yo, incursionamos en el estilo "zoot suit” y enseguida le pregunto a mi madre, por si conocía algo sobre eso…. No, no sé, fue la respuesta de mi madre, de la manera más simple y honesta.


Yo estaba segura de que no tenías ni idea de eso y no sé si lo entenderás Gloria, pero como no tengo sueño te lo voy a explicar y si se te olvida me da igual. Éramos jóvenes extravagantes en la forma de vestir, Raúl usaba un saco largo de solapa ancha, con una camisa de cuello ancho y el pantalón holgado con una cadena.


Así se vestían ellos para protestar, porque no eran aceptados socialmente como estadounidenses y frecuentemente eran despreciados en público. En 1940, ese estilo no encajó, porque el país estaba por entrar a la Segunda Guerra Mundial y eran tiempos de austeridad, la gente opinó que ellos y que gastaban mucho en telas, podrás imaginarte.


Raúl y yo hicimos un alto en el camino, nos separamos y yo me regresé de México a Venezuela, en diciembre de 1941, luego del ataque japonés a la marina de los Estados Unidos en Hawái. Me vi obligada a volver cuando todavía era posible, sin el peligro de navegar por el caribe. Mi prometido, regresó de México a Los Ángeles, para alistarse en febrero de 1942, y precisamente en ese mes ocurrió la batalla de Los Ángeles.



De esa batalla si estarás enterada o me equivoco…. No no, tampoco lo estoy.


Mi madre malició algo con la actitud de Amparo, como si quisiera menospreciarla y se le ocurrió inventar una situación de peligro, con una culebra de cascabel. Le comentó a Amparo que la había divisado en el matorral, muy cerca de donde ellas estaban, pero que estaría atenta para espantarla o matarla, ya que ella no le tenía miedo,,,,, A mi si me asusta mucho, en México abundan y matan mucha gente, que valiente que eres.


Amparo continuó contando…esa batalla no ocurrió en la realidad, fue una reacción excesiva de las defensas antiaéreas de la ciudad, unos cañonazos al aire, contra el vacío, una falsa alarma a causa de un supuesto ataque enemigo y ocurrió en los días 24 y 25 de febrero de 1942.


La gente de la ciudad, sin información, creyó que se le disparaba a naves espaciales extraterrestres, pero nadie las vio. Toda la noche le dispararon a un cielo, así de limpio como el que estamos viendo y al final rompieron casas, edificios, coches y hasta algunas personas murieron del corazón.


Así mi querida amiga, que solo nos queda viajar por tierra y si es en este atrasado país, te toca en uno de esos destartalados autobuses y para nada cómodos. Si viajas por el mar, sería un peligro mayor a causa de los submarinos alemanes, que ya han hundido barcos de México, de Colombia y de aquí de Venezuela, pero también es un peligro viajar en avión y que alguien los tumbe por una equivocación, como fue en Los Angeles.



Tengo sueño, le comentó Amparo a mi madre, ya es hora de dormir, Gloria, me debes el comentario sobre tus experiencias y planes, que no deben ser nada del otro mundo, por lo que observo de ti. Hasta mañana y que logres dormir bien después de contarte sobre mi excitante vida.


Mi madre se retiró a su habitación, todo le pareció muy interesante con la excepción de Amparo, a quien, la describió como muy engreída. Pero si alguien no pudo dormir esa noche, no fue precisamente mi madre, quien, tomó de su maleta una maraca que le llevaba de regalo a una de sus primas y en varias ocasiones la hizo sonar, simulando al característico sonido de la cola de un cascabel.


Antonio Jimenez.

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4 kommenttia


Freddy Hernandez
Freddy Hernandez
16. toukok. 2023

Esa era mi abuela... Glorieta no se dejaba de nadie, me hace mucha falta, años de su partida y siempre la extraño

Tykkää

marinalexander
marinalexander
15. toukok. 2023

Sr. Jiménez

Otro estelar cuento de ficción. Seguro la modelo era de la capital.

Habría muchos cuentos sobre fantasmas (aparecidos) en las curvas de San Pablo.

Genial!!!

Tykkää

Gerardo Molero
Gerardo Molero
15. toukok. 2023

Te garantizo que Amparo no pegó los ojos esa noche, pensando que el ruido de la maraquita podía ser producido por alguna serpiente cascabel.

La descripción del personaje, refleja que su perfil es el de una persona con mucho resentimiento y hasta bipolar.

Tykkää

Sr Jimenez
Sr Jimenez
15. toukok. 2023

Buenos días, con el sentido común podemos juzgar razonablemente las diferentes situaciones de la vida cotidiana y decidir con acierto. Si la decisión es de un alto en el camino, se toma una pausa o se interrumpe una acción o un movimiento, lo cual no implica, necesariamente, que se quedarán a un lado.

Tykkää
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