La tía Conchita peinaba su cabellera de color gris hacia atrás y luego se hacía un moño encima de su cuello, que lo sujetaba con una peineta. Siempre estaba muy presentable, con vestidos estampados de colores oscuros y con el dulce aroma de una loción, con la que impregnaba un pañuelo que lo combinaba con su velo.
A mediados de la década de los años 1960, la tía Conchita me reclutó para acompañarla para la devoción de los nueve primeros viernes. Iba por ella a su casa y luego caminábamos a una iglesia cercana, en donde, antes de entrar, solía cubrirse la cabeza y parte del rostro con un velo fino. Con esta devoción católica ofrecíamos reparaciones por los pecados y recibíamos la eucaristía.
Todos en la familia queríamos mucho a la tía Conchita, quien, era una de las hermanas menores de mi abuela y la más prodigiosa. Ella era una modista de gran prestigio y así devengó mucho dinero de una clientela exclusiva.
Con ese dinero ayudó a mantener a su familia, hermanas y sobrinos, dado de nunca se unió en matrimonio ni concibió hijos.
Una mañana a finales del año 1936, a la tía Conchita le sorprendió que un vehículo Ford Model 18, se estacionara en frente del enlosado de su casa en la calle La Cruz en Maracaibo. Del interior del vehículo, salió un conductor con su uniforme y preguntó precisamente por ella. Era el portador de una carta de su patrona, una señora de apellido Firnhaber, quien, solicitaba su presencia en un hato de playa en el suburbio de Los Haticos. La patrona tenía una recomendación para contratar a la tía Conchita, en la preparación de un ajuar, para una invitada especial.
A la tía Conchita le pareció una excelente oportunidad, pero su mayor preocupación no estaba en su habilidad y conocimiento creativo como modista, si no, en el manejo del idioma y por eso se atrevió a preguntarle al conductor, si su patrona hablaba español.
El conductor le respondió, Mi señora Conchita…. y de una vez y muy rápido, la tía lo interrumpió y le aclaró que era señorita, obligando al conductor a volver desde el principio. Mi señorita Conchita, como se dio cuenta leyendo la carta, es un buen español y la misma fue escrita por mi patrona y así como lo escribe, lo habla. No va a tener ningún problema en la comunicación…. Si es así, voy a asistir a donde me requiere su patrona, pero espéreme unos minutos mientras me arreglo.
Al rato, la tía llego al hato y la recibió la señora Diane Firnhaber, una mujer americana, casada con un alemán, quien, estaba acompañada de su huésped de lujo, la señorita Leslie Simmons, también americana. Dos bellas mujeres y muy jóvenes, en sus 25 años de edad a lo sumo, quienes, habían sido compañeras de estudio en la Columbia University de la ciudad de Nueva York, en la escuela de periodismo. Diane estaba recién casada y Leslie lo haría pronto, por lo que la señora Firnhaber quería regalarle una parte de su ajuar.
La juventud, las costumbres americanas y el glamour de Hollywood de esos años treinta, orientaron al pedido y al servicio. La tía Conchita con la ayuda de unos figurines, se llenó de glorias y de dinero, con los cortes y costuras de vestidos sesgado a media pierna, con grandes cuellos, mangas abombadas y cinturones, también con vestidos de noche Old Hollywood sin espalda, pantalones marineros de talle alto y pijamas de playa de pierna ancha.
El trabajo del hecho a la medida de la tía Conchita les resultó en un cambio apreciable de la calidad de las vestimentas y a un costo aceptable. Para el nivel económico de esas clientes, se consideraba como un deber, el usar la última moda y si el presupuesto era aceptable con una buena modista, no tenían ningún reparo en aceptar el gasto.
Para el mismo día de la entrega de las prendas de vestir confeccionadas, la señora Diane y la señorita Leslie, la recibieron con otra gran sorpresa, al momento de que les hicieron una excelente demostración del baile de moda del Lindy Hop, con su mecánica de pasos continuos por todo el espacio de la sala de estar. Para ese baile era muy apropiado un vestuario como los recibidos.
Antonio Jimenez.
Tradicionalmente en Maracaibo, las Modistas fue un oficio muy comercalmente atractivo para muchas Damas de la época, igual que los Sastres, porque a la gente, por una parte, le gustaba que las prendas de vestir le ajustaran a la medida de su cuerpo y, por la otra, que se importaban telas de alta calidad desde Europa e Inglaterra.
En el caso de las Modistas, muchas egresaron de una Escuela muy reconocida llamada: Escuela de Labores Alejandrina Faría que funcionaba en el Casco Central de Maracaibo y donde se impartían varias disciplinas, entre ellas la de Modista o Costurera como solían llamarla.
En el caso de lis Sastres, se formaban en escuelas artesanales para hombres.
La moda es el mecanismo que regula las elecciones de las personas en lo que debe consumir, utilizar o hacer. Es un hábito repetitivo que identifica a un grupo de individuos. Se refleja en aspectos visibles y en modos de actuar y comportamientos.