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Cuento de ficción (9): el duelo.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

Unos devotos que estaban en una pequeña capilla, ubicada al lado de un hospital en Maracaibo, se molestaron y miraron con desdén a dos indefensos niños, que lloraban desconsoladamente y se aferraban a la falda de su angustiada madre.


Por causa del llanto de los niños, a esos devotos se les hacía difícil concentrarse en la oración, en su concepción de hacerlo estando en paz. Los niños no entendían ni hacían caso de los continuos regaños de su madre, ellos lloraban por tener hambre, siendo la comida lo único que podría apaciguarlos. En honor a la verdad, esa madre tampoco se daba por enterada de la presencia de los niños a su lado, su ausente mente estaba al lado de un paciente que yacía inconsciente en el puesto de socorro y en peligro de perder su vida.



Unas horas antes, en la madrugada de ese día del año 1924, la madre de los llorones ya estaba en pie de lucha. Muy temprano prendió la leña del fogón e hirvió el agua para colar el café e inmediatamente calentó dos planchas de hierro fundido y macizo, para alisar la tela de un saco blanco, de un pantalón y de una camisa, con los que más tarde se vestiría su esposo, para su tarea de barbero callejero, en el casco central de Maracaibo. Ese barbero, salía muy pulcro por las mañanas, mas no regresaba igual por las tardes.


De lo obtenido de su trabajo, el barbero tomaba casi todo el dinero para consumir licor y de vuelta a la casa y ya en estado alicorado, compraba con lo que quedaba, los víveres para la comida.


En una cantina atiborrada de borrachos y meseras, abrieron un espacio que fue rodeado de malolientes por el licor y por el tabaco, que gritaban y aupaban a su favorito en el desarrollo de una riña violenta entre dos hombres, ambos vestidos con sacos blancos, pero portando armas diferentes, uno con un garrote y el otro con un cuchillo.



El hombre con el garrote, era delgado y mediano de estatura y se perfilaba para el ataque, moviéndose de lado, a la izquierda y a la derecha, como una misma serpiente, siempre de frente y sin quitarle la mirada a los ojos de su oponente.


Tan concentrado en lo que estaba haciendo, que no escuchaba nada de la bulla, en su mente solo pensaba en cambiar el garrote de mano, arrastrándolo al piso como si esa vara estuviera bailando un vals con él. Luego de esa especie de ritual, lo levantaba a gran velocidad para golpear, a donde alcanzara a llegar, de los tobillos, las rodillas, la cintura y el hombro de su rival.


El rival con el cuchillo, se defendía con habilidad y astucia, sosteniendo el cuchillo con la punta hacia arriba y el filo hacia el frente, con sus brazos cerrados y sus hombros levantados, para proteger su cuello y su mandíbula. Sus piernas las mantenía algo abiertas, para evitar el golpe con el garrote y la mano que le quedaba ociosa, la mantenía cerrada con un puño y la usaba muy bien para repeler el ataque y golpear. Ese hombre retrocedía, evitaba el golpe y avanzaba muy rápido hacia su oponente y así le había infringido unas cortadas en ambos brazos.


En un momento inesperado, el hombre golpeo con la punta del garrote como una estocada al plexo solar, directamente al hígado del rival, quien, acusó el golpe y se paralizó del dolor.


Eso fue aprovechado sin compasión alguna, con un palo franco a la frente, que lo desmayó y lo dejó tendido en el piso. En ese momento, alguien del público, gritó muy alto, a cobrarrrrrr, que se armó un limpio. Algunas mujeres brincaron de alegría y se acercaron a los que habían acertado en el resultado.



En el pensamiento de la madre en la capilla, estaba presente el internado en el hospital, el padre de los llorones, quien, fue diagnosticado con un trauma cráneo encefálico, además de fuertes hematomas por los golpes en las piernas, brazos y abdomen. Esas lesiones lo mantuvieron recluido por 3 semanas y en su hueso frontal le quedó una hendidura, en donde muchos años después, sus nietos le colocaban el dedo índice de sus manos, pero solo hasta que el recuerdo y el temperamento del abuelo se lo permitía.


El barbero con el cuchillo, sufrió de un deterioro funcional de contenido craneal con conmoción y perdida del nivel de conciencia en lo inmediato. Pasó por un periodo largo para su recuperación y de ese episodio se originaron las causas del deterioro de su salud, tanto físico como mental.


Antonio Jimenez.

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Sr Jimenez
Sr Jimenez
Apr 03, 2023

Buenos días, en el "Cuentos de ficción (9): el duelo", ocurre un singular ajuste de cuentas, con un enfrentamiento entre dos hombres en una cantina y cuyo resultado impactó a otros, de diferentes maneras.


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