"La madurez del hombre es haber recobrado la seriedad con la que jugábamos como cuando éramos niños" Nietzsche.
La Tercera edad, Ancianidad o Senectud es un término antropo-social que hace referencia a las últimas décadas de la vida, en la que uno se aproxima a la edad máxima que el humano puede vivir. En esta etapa del ciclo vital, se presenta un declive de todas aquellas estructuras que se habían desarrollado en las etapas anteriores, con lo que se dan cambios a nivel físico, cognitivo, emocional y social.
A pesar que esta fase tiene un punto final claro (la muerte), la edad de inicio no se encuentra establecida específicamente, puesto que no todos los individuos envejecen de la misma forma. Debido que la edad biológica es un indicador del estado real del cuerpo, no se puede dar una edad precisa (o sea un número exacto) de cuando alguien entrara a la tercera edad. No obstante, se puede saber en qué rango de edad iniciaría, la tercera edad o ancianidad inicia entre los 55-65 años aproximadamente.
La tercera edad es una de las etapas más bonitas de la vida, son los años en los que una persona debe disfrutar de su jubilación, de su familia, del ocio y el tiempo libre. En la tercera edad el humano elabora una reflexión de lo que ha logrado en su trayectoria de vida, así como de las oportunidades que se han dejado pasar o simplemente se han postergado. En Japón, la vejez es un símbolo de estatus; es común que a los viajeros que se registran en los hoteles se les pregunta la edad para asegurarse de que recibirán la deferencia apropiada.
Este grupo de edad ha estado creciendo en la pirámide de población o distribución por edades en la estructura de población, debido principalmente a la baja en la tasa de mortalidad por la mejora de la calidad y esperanza de vida de muchos países.
La sociedad se ha vuelto longeva, la longevidad ha sido, para toda la humanidad, un ideal expresado de muy diversas maneras, desde tiempos inmemorables. Pero no se trata sólo de vivir mucho, sino vivir muchos años en las mejores condiciones posibles. Por ello los espacios y los tiempos dedicados a los adultos mayores se han intensificado. Esta realidad los obliga a pensar nuevamente en sí mismos, redefinir algunos planteos y proponerse nuevos objetivos. De esta manera se elevan los niveles de autoestima y de satisfacción vital, demostrando que actividades que parecían vedadas para esta edad, se conviertan en situaciones de vida cotidiana: estudiar, hacer deportes, bailar, no sólo son factibles sino muy recomendables.
La situación actual de Colombia en términos de distribución demográfica ubica al país con envejecimiento intermedio. Actualmente el 6.7% del total de la población es anciana y se proyecta que para el 2025 sea el 14.8%, un poco más del doble.
En la tercera edad se hacen presente los trastornos biológicos y psicológicos. Se comienza a tener problemas con la vista, la audición, el habla, el equilibrio y la pérdida de memoria.
Suele perderse a seres queridos y amigos, y existe incapacidad para participar en actividades que antes se solía realizar a menudo. Esto puede resultar en una desestabilidad emocional que da lugar a emociones negativas como la tristeza, la ansiedad, la soledad y la baja autoestima, que a su vez conducen al aislamiento social y la apatía.
En algunos países el envejecimiento por lo general se considera indeseable. Los estereotipos sobre el envejecimiento, internalizados en la juventud y reforzados por décadas de actitudes sociales, pueden convertirse en estereotipos personales, que a nivel inconsciente y a menudo actúan como profecías que se autorrealizan.
La consecuencia más grave sería la depresión crónica o la depresión que es recurrente y persistente. Ésta puede tener efectos físicos que incrementan el índice de mortalidad de los hombres y mujeres. La depresión puede llevar a hábitos alimenticios que acaben resultando en obesidad, provocando también pérdida considerable del apetito y la reducción de niveles de energía, ocasionado a veces un trastorno conocido como anorexia geriátrica. Asimismo, pueden experimentar índices más altos de insomnio y tiempos de reacción más prolongados que lo normal.
La relación entre la soledad y edad ha sido resaltada en numerosos estudios. Cuando hablan de la soledad, las personas mayores aluden, por un lado, al hecho objetivo de hallarse habitualmente solas en la vivienda; pero, por otro, al sentimiento interno de falta de compañía que quizás les invade de vez en cuando o bien de forma permanente.
El uso de los recursos para combatir el sentimiento de soledad difiere según el género, tendiendo los hombres a las actividades más relacionadas fuera del ámbito doméstico, mientras que las mujeres se refugian más en la búsqueda de la familia y la del interior del hogar. Tener pareja puede ser factor fundamental para no sentirse solo, independientemente de la edad. Cualquiera sea el hecho desencadenante de la soledad, ésta no es el principal problema de la vejez, pero es el problema principal que pueden experimentar algunas personas mayores creándose inseguridad y sintiéndose indefensas, provocando inclusive depresiones.
En la tercera edad no se presenta una pérdida del deseo sexual y a pesar de ciertos cambios fisiológicos, la sexualidad no pierde su complejidad. Durante esta etapa, la actividad sexual puede tener particulares contenidos afectivos y motivaciones sin descartar el deseo. Los adultos mayores pueden atravesar ciertas dificultades para satisfacer la necesidad sexual, ya que muchos de ellos pueden perder a su pareja, por lo que también se podría dar la pérdida de su compañero o compañera sexual. De esta manera, se puede presentar una soledad sexual-amorosa, es decir la falta de la necesidad de excitación, placer e intimidad corporal y emocional con otra persona.
La mayoría de adultos mayores sí son capaces de mantener actos sexuales, ya que conservan la fisiología del placer sexual. A pesar de que se pueden presentar ciertas limitaciones físicas, estas pueden ser tratadas o sobrellevadas, por lo que la desaparición de la actividad sexual no es justificada por estos cambios. Muchos adultos mayores mantienen un interés en los actos sexuales, presentándose en ellos deseo sexual. Si bien es cierto que algunos adultos mayores expresan haber perdido su interés sexual o una disminución de ella, la satisfacción de la actividad sexual tiende a permanecer en la tercera edad.
La jubilación laboral, uno de los cambios sociales más generales, debido a la avanzada edad o a las limitaciones involucradas en diversas enfermedades pueden alterar la vida social de las personas.
En el caso de que la pareja de adultos tardíos viva juntos, la jubilación laboral de uno de los miembros o de ambos los obliga a restablecer sus relaciones, a realizar cambios en ellas, debido a que pasan a estar más tiempo juntos, a estar todo el día pendiente del otro, lo cual podría significar consecuencias tanto positivas como negativas, ya que si bien, por un lado, el pasar más tiempo juntos favorecería la relación, por otro, podría significar sentimientos de atosigamiento.
Es muy común asociar a la tercera edad con la pasividad, ya que los cambios biopsicosociales que la acompañan provocan un cambio en su rutina, además existe una enorme estigmatización de asociar la tercera edad con la decadencia de la vida del humano.
Por lo tanto, un envejecimiento activo es cada vez más importante, pues el paso de los años es un proceso, no un suceso, por tal situación es apropiado pensar en el envejecimiento lo más saludablemente posible y no sólo se habla del sentido físico sino también psicológico, afectivo y social.
La calidad de vida resulta de la combinación de dos factores esenciales: salud y educación. Esta última contribuye, considerablemente, en el logro de una buena salud, sobre todo desde la educación para la prevención. Hace algunas décadas, si se quería hablar de calidad de vida para los mayores, se limitaba a los temas de cuidar la salud, comer sano y tener un fuerte contacto familiar. Ahora la idea de calidad de vida se ha redimensionado y requiere sumar otros conceptos como participación, actividad, reinserción social y un buen uso del tiempo libre.
El rol de los ancianos ha sido muy valioso en culturas primitivas, con el tiempo, en forma paulatina, se fue perdiendo ese respeto por los mayores, hasta llegar a la historia reciente en que su papel habría quedado relegado y hasta cierto punto desvalorizado. En la actualidad, en medio de la crisis de valores que se está atravesando a nivel social, las familias están reconociendo nuevamente el rol vital que los abuelos ejercen en la enseñanza de aquellos valores que se consideran cruciales para la educación de niños sanos. La honradez, la perseverancia, el esfuerzo, el compromiso, la solidaridad, son algunos de los pilares en la formación de personalidades sólidas, capaces de asumir decisiones responsables.
La definición de envejecimiento activo por la Organización Mundial de la Salud es el proceso por el que se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez. El concepto de calidad de vida en la tercera edad, puede ser tomado como una estructura bidimensional: desde lo subjetivo en lo que respecta a la satisfacción de vida y la autoestima, y desde lo objetivo en lo relacionado con el estado general de la salud y con el status socioeconómico. El envejecimiento exitoso que fue equiparado algunas veces en el pasado al concepto de satisfacción de vida y otras a sobrevida y buena salud, tiene hoy una definición coherente y que combina tres elementos: sobrevida (longevidad), salud (sin discapacidad) y satisfacción de vida (felicidad).
En lo que respecta a la autoestima, se debe trabajar en ella para prevenir supuestos deterioros que devengan naturalmente por la edad y buscar la mejor manera de envejecer con dignidad. Cada ser humano tiene conocimientos, capacidades, talentos especiales y funciones individuales. Y aun cuando el adulto mayor deba depender en ciertas áreas de protección y apoyo, no deja de poseer en otros campos suficiente competencia para generar por sí mismo respuestas hábiles para otras necesidades. La calidad de vida humana es una sola e independiente del factor edad, no sólo desde una concepción médico-psico-social, sino fundamentalmente existencial y filosófica. Todas y cada una de las personas son responsables de generar actividades que las hagan sentir bien. La edad nunca será un obstáculo para emprender acciones que contribuyan al sentimiento de saberse útil y capaz de hacer aportes creativos.
La tasa de mortalidad de Covid-19 para las personas mayores de 80 años es cinco veces más elevada que el promedio mundial para el resto de la población. Muchos desafíos enfrentan los ancianos, durante y después de la mayor crisis de salud pública que golpea al mundo en un siglo. La gerontofobia generalizada, el miedo a la degeneración propia y la muerte relacionada con la edad alimentan los prejuicios, la discriminación y, en última instancia, la negación de los derechos humanos en la edad avanzada.
Las personas mayores contribuyen inconmensurablemente a sus familias y comunidades, sacrificando comúnmente su propio bienestar para cuidar a los demás, incluida la ayuda de hijos y nietos. El impacto en la salud y los servicios de atención a largo plazo para las personas mayores debe reconocer y enfrentar los desafíos particulares que enfrentan, incluida su capacidad para acceder a tratamiento y atención médica.
La tecnología digital debe mejorarse para mitigar las restricciones de movimiento que pueden interrumpir la atención, el apoyo y la inclusión social esenciales para las personas mayores. Más allá del impacto inmediato en la salud, la pandemia está poniendo a las personas mayores en mayor riesgo de pobreza, discriminación y aislamiento. La mayoría de las personas mayores son mujeres, que tienen más probabilidades de entrar en este período de sus vidas en la pobreza y sin acceso a la atención médica.
Las personas mayores no deben ser tratadas como personas invisibles o impotentes, sino reconocidas por sus diversas experiencias y las múltiples formas en que están contribuyendo. Esto requiere una legislación adecuada, un impulso hacia una convención internacional sobre los derechos humanos de las personas mayores a nivel mundial, y una inversión sostenible en sistemas de salud, atención y protección social que garanticen la dignidad y los derechos de las personas mayores.
“En esta hora de suspenso mundial, cuando no sabemos si estamos a las puertas de un apocalipsis o de un renacimiento, nos toca a los ancianos comunicar serenidad a quienes nos ven gozar del crepúsculo de nuestra vida, cuando aparece en el cielo la gama brillante de los colores del fuego, momento intenso y fugaz, la vida se nos va, pero dejemos una impronta de sosiego y amor” Alicia Álamo Bartolomé de 94 años, vive en Caracas, Venezuela.
Para finalizar y como una excelente conclusión, les anexo un extracto del escrito “La jaula de los abuelos” del periodista colombiano Daniel Samper Pizano:
“Durante milenios, los viejos fueron parte de la riqueza de un país. Job lo advertía en la Biblia: “En los ancianos está el saber”. Griegos, espartanos, egipcios, japoneses, chinos e indígenas acudieron siempre a sus mayores en busca de experiencia, conocimiento, sabiduría. Pero el capitalismo impuso una nueva escala de valores: había que producir, consumir y enriquecerse. Y como los viejos consumimos poco y producimos menos, nos remiten al archivo y el olvido.
La prueba es que el país no sabe bien cómo denominarnos ni cuántos somos. Pasamos, oficialmente, de ancianos a miembros de la Tercera Edad, Adultos Mayores y abuelos. ¿En qué momento ocurre el trágico suceso que nos degrada de mariposas a orugas, de ciudadanos a abuelitos? Según el ministerio de Salud, a los 60 años; según el DANE, a los 65; la Presidencia nos guarda a los 70. Así es difícil precisar números. El último censo señala que el 9.1 por ciento de los 48 millones de colombianos supera los 65 años. Es decir, algo más de 4 millones y algo menos de 5. Pero el problema no es la aritmética sino el enfoque.
Las páginas del DANE representan a los niños con dos muñequitos radiantes; a los adultos menores, con una pareja fuerte y esbelta; y a los mayores con dos viejecitos jorobados que se apoyan en un bastón. Así nos ven. Y así nos tratan. Pero esa imagen solo corresponde a una respetable minoría. Ya que el porcentaje de adulticos aficionados al aguardiente y al cigarrillo supera al de ancianos inválidos, el DANE, para conservar el equilibrio, podría dibujar una botella en la mano del muñeco cuarentón y un chicote en la boca de su pareja.
Por menos, “la rebelión de las canas” obligó al gobierno francés a recular y en Argentina protestan porque “a los viejos los tratan como estúpidos”. La káiser Angela Merkel proclamó: “Aislar los ancianos para recuperar la normalidad es éticamente inaceptable”.
¿No ha pensado nuestro gobierno que es posible tener más de 70 años y ser sano, activo, productivo y de buen ver? ¿A qué científicos llamó Duque al estallar la pandemia? A Manuel Elkin Patarroyo (73 años) y Rodolfo Llinás (85). ¿Sabe él que son octogenarios Sofía Loren, Jane Fonda, Alain Delon y Sean Connery? ¿Y también Pepe Mujica, el Papa, Elena Poniatowska, Clint Eastwood y Doris Lessing? ¿Ha visto a Mario Vargas Llosa (84), que escribe más y es más simpático desde que se emparejó con una sardina de 69 años?.
Menos cariño y más sensatez, por favor. ¿Quiénes aconsejaron esta condena al sedentarismo? ¿Un comité de gerontólogos, o los ya acostumbrados amigotes y condiscípulos? ¿Qué juristas aprobaron conculcarnos los derechos que ejercen los demás?.
Según la ciencia, los mayores no contagiamos más que el resto, pero somos más vulnerables. Es sólo relativamente cierto. A numerosos fallecidos en ancianatos los mataron la pobreza y el hacinamiento, no la edad. Nuestros protectores más cerebrales nos enjaulan para que no acabemos ocupando una cama de la UVI que merece un joven con mejor futuro. Como no quiero vegetar ni competir por un respirador, tengo una propuesta. Hace años suscribí un papel en el que exijo una muerte digna y rechazo innecesarios paliativos.
Estoy dispuesto a firmar que también renuncio a un cupo en la UVI a cambio de que me reconozcan sin demora los derechos de los demás ciudadanos. Tengo 74. Prefiero menos vida con más vida en vez de más vida con menos vida. Llegado el momento, que me recuesten en cualquier cama y me dejen recordar tranquilo lo que he vivido”.
Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.
Enlaces:
https://oxford.vaneduc.edu.ar/actividades/escuela-para-padres/los-abuelos-y-su-calidad-de-vida/
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