En el año 1981, la empresa Maraven amplio sus propiedades, plantas y equipos en el Balance General de Activos, producto de un proceso de restructuración por optimización del número de las filiales operadoras de Pdvsa. Al recibir el Edificio Miranda, en Maracaibo, consideró pertinente la reubicación de oficinas de su sede en Lagunillas al mencionado edificio. La decisión de reubicación de algunas organizaciones netamente operativas fue revertida en corto tiempo, siendo devueltas a la sede en Lagunillas. Otras organizaciones como la de Desarrollo de Yacimientos en sus divisiones de lago y tierra, no tenían ese hándicap de eficiencia por permanecer en la capital del Estado Zulia. El Edificio Miranda está ubicado al final de la Autopista 1, lo que le confiere privilegios en el tránsito para entrar y salir del edificio, desde y hacia la costa este del lago.
En esos años me desempeñaba como el jefe de sección de Ingeniería de desarrollo de yacimientos de Lagotreco, unos campos de hidrocarburos ubicados al sureste del lago de Maracaibo en las áreas asignadas conocidas como Bloques III y IV. Por estar en esa posición me tocó participar en la referida reubicación y mudanza de mi oficina al Edificio Miranda.
El proyecto de reubicación incluía la remodelación del edificio Miranda para la colocación de las oficinas, la entrega de las unidades habitacionales en Lagunillas y la compra y/o alquiler de vivienda en la ciudad de Maracaibo con subsidios especiales. Esas acciones en conjunto no pudieron llevarse a cabo como fueron planificadas, haciéndose necesario extender el tiempo lo cual involucraba más viajes diarios del personal entre Lagunillas y Maracaibo.
Una madrugada antes de las 6 de la mañana y estando en espera del transporte para viajar a Lagunillas, en frente del hotel Kristoff en Maracaibo, se manifestó un malestar en el grupo entre el que me encontraba en este punto del recorrido. El malestar fue causado por la baja calidad de los vehículos que se utilizaban para esos recorridos y que se tornaban interminables por el ruido y el calor por falta de aire acondicionado. Al momento del arribo del transporte y validar que no contaba con las condiciones de confort, hubo un consenso entre todos en el grupo, en que no continuaríamos utilizando esos vehículos y espontáneamente se dio una rebelión con un paro para no asistir al trabajo, hasta que se nos escuchara y se lograra mejorar las condiciones de los vehículos.
La organización de las empresas operadoras petroleras, se caracterizan por la rigidez de las normas y los procedimientos incluyendo los procesos administrativos. Con dicha rebelión nos jugamos la permanencia en la empresa y afortunadamente salimos bien librados. La nómina profesional nunca estuvo sindicalizada en Pdvsa, como para buscar un apoyo de la mayoría y solo hasta el año 2002/3, fue que se creó un sindicato para amparar los despidos injustificados de esos años.
En La Rebelión en la granja, la novela de George Orwell, publicada en 1945, un grupo de animales de una granja se rebelan, expulsan a los humanos tiranos y crean un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía. La obra constituye un análisis de la corrupción que puede surgir tras toda adquisición de poder, en cualquier nivel y está considerada una de las más demoledoras fabulas acerca de la condición humana.
Afortunadamente, el trato a la protesta y a la solución del conflicto, se hizo de la mejor manera y por el tiempo que continuamos en los viajes entre Lagunillas y Maracaibo, contamos con autobuses confortables que hizo posible erradicar los ánimos de protesta del personal.
En mi estadía en la ciudad de Maracaibo, que representaba a uno de mis sueños cumplidos, opté en un principio por el subsidio de alquiler y ocupé un apartamento en el primer piso del Edificio Mercurio, en la avenida 12 con calle 79, propiedad de mi amigo Orlando Urribarri, quien fue asignado para trabajar en Shell, en su sede de Assen, Paises Bajos. Luego de un año, adquirí en compra mi primera vivienda, una casa en la urbanización Las Lomas. Mi estadía laboral en Maracaibo duro menos de 4 años, siendo los únicos años de un total de 26, dedicados a la industria petrolera en Venezuela. En enero de 1985 fui transferido a la sede principal de Maraven en Caracas.
Si alguien me pregunta por una acción o actividad que comúnmente efectuaba en Maracaibo y que recuerdo con especial gratitud; para sorpresa de muchos les respondería que era pedir o solicitar una cola o un aventón, para ir o para salir del Edificio Miranda, prácticamente todos los días de la semana, en la mañana, al mediodía y en la tarde. En esa tarea para nada fácil, tuve la fortuna de contar con excelentes amigos muy amables, que me demostraron su aprecio y de los cuales nunca sentí o recibí ninguna mala actitud. Fueron muchos los temas de gran interés los conversados en esos trayectos y podría asegurar que resultaron de mucha utilidad laboral. Entre esos amigos se encontraban:
Jesús Diaz, un ingeniero de petróleo, compañero de promoción, que para ese entonces tenía un carro Thunderbirg de finales de los años 1970, de color marrón, coupé clásico.
Jesús se convirtió en un especialista en el cálculo y en la gestión de las reservas. Su pasión por los carros antiguos lo llevo a tener una flota de verdaderas reliquias en Caracas. Otra pasión que cultivó fue la de tener guacamayas en cautiverio; estoy por creer que alguna guacamaya que se le haya escapado, fue la que origino las bandadas que llenan actualmente los cielos de la capital de Venezuela.
Ramon Marín, que era un oficinista de la sala de contabilización de producción térmica y de vapor y vecino de la calle 79. Siempre que me montaba en su carro Ford sedan de mediados de los años 1970, me reclamaba que le vertía en el carro, el ultimo humito de un cigarrillo. Ramon se quejaba de sus errores de juventud y entre ellos el de haber apoyado un proyecto de esterilización masculina, cuyo efecto fue estimado para algunos meses y que en realidad le duró lamentablemente para toda la vida. Su predilección era comentar sobre cualquier mujer atractiva que veía en la ruta.
Rafael Rubio, quien es un ingeniero de petróleo muy competente, de mente analítica y con la capacidad para desarrollar extensos fundamentos técnicos con las ecuaciones que lo sustentan en tópicos como los esfuerzos de los materiales, el flujo de fluidos en medios porosos y en cualquier otro tema de la ingeniería de petróleo.
Rafael es oriundo de Santa Cruz de Mara, con arraigo a la vida del campo y un furibundo admirador de las mujeres nórdicas, agrupando en ese término a cualquier rubia de ojos claros, así fueran las catiras mal bañadas, un término como se le conoce en Maracaibo, a las personas de piel clara y pelo amarilloso, pero más bien por la falta de agua y shampoo.
Rafael tenía un Ford LTD de color verde claro y techo de vinil. Era un apasionado en su mantenimiento, no había nada que lo mortificara más en la vida que escucharle un pequeño ruido a su carro, recuerdo un trabajo de amortiguamiento del ruido que se escuchaba desde la guantera, utilizó suficiente goma espuma para no escuchar más el chillido, como él lo definía, tanta goma espuma que casi no dejo espacio para guardar documentos.
Antonio Jimenez.
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