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Relatos cortos (13): Gracias a la V-101.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

En el año 1977, la industria del petróleo en Venezuela con algo mas de un año de haber sido nacionalizada, constituía una fuente de empleo a recién graduados en carreras técnicas y administrativas, pero sin llegar a considerarse que era un proceso entubado para todos los aspirantes. En ese año del arranque, todavía los niveles de actividad y adecuación de la infraestructura domiciliaria, no permitía un crecimiento en las organizaciones de las diferentes filiales de Pdvsa, para un proceso de pleno empleo.


Para llenar las vacantes, se pasaba por un filtro de los aspirantes que incluía revisar el promedio de notas, un buen desempeño en la entrevista, las recomendaciones de los profesores titulares, la importancia y utilidad de la tesis de grado, la pasantía y la simpatía, entre otros factores.


En mi caso en particular, considere posibilidades de empleo con las filiales CVP, Meneven y Maraven. La empresa CVP, seguía actuando como la operadora estatal de antes de la nacionalización, en tanto que las empresas Meneven y Maraven, eran operadoras estatales heredadas de sus antecesoras transnacionales la Menegrande Oíl Company y la Shell. Al igual que con cualquier reciengraduado, con todavía un nexo arraigado con la familia y con la ciudad natal, mi preferencia inicial fue hacia la CVP, solo por tener sus oficinas en Maracaibo, en segundo lugar, mi intención era hacia Meneven por haber sido becario y haber efectuado mi pasantía laboral en dicha empresa antes de la nacionalización y en tercer lugar tenia a Maraven.


Estas dos últimas empresas, tenían sus sedes de oficinas en Lagunillas, un campo petrolero en la Costa Oriental del Lago, a unos 90 kms de distancia de la ciudad de Maracaibo. Al final, me empleé en Maraven y con ellos empecé mi carrera profesional el 1 de marzo de 1977. La empresa CVP tenia una vacante en Maracaibo que me satisfacía, pero fue ocupada por un empleado, un ingeniero que regresaba de un postgrado y en consecuencia a mí me ofrecieron ir al oriente del país. Ese ingeniero, se convertiría mas adelante en mi principal tutor profesional, jefe varias veces y hasta compadre en la relación personal y familiar. Su nombre Claudio Martínez.


En lo que respecta a Meneven, siento que tomaron sin mucho entusiasmo mi disponibilidad para ser su empleado y no respondieron con prontitud como lo hizo Maraven.


Estas palabras introductorias del tema de este post, sirven para aclarar que en ese año no existía un boom petrolero ni la vorágine del pleno empleo, como si lo tendríamos más adelante en los años 1980 y 1990.


La empresa Maraven heredó los procedimientos para reclutar y adiestrar a los nuevos empleados, en esos años empleaban profesionales de la ingeniería de petróleo, preferiblemente hombres. Recuerdo que en 1977 y en la oficina principal de Lagunillas, solo estaban laborando 3 ingenieros mujeres, Lesli Jones Parra, Mayra Olivares y Amelia Quintero.


Era casi obligatorio iniciarse en labores operacionales, de campo, cumpliendo un par de años con lo que se conocía como el Well Site Engineer. Las organizaciones de Operaciones de Perforación y de Producción, estaban cubiertas preferiblemente por técnicos de las Escuelas Técnicas Industriales de Caracas y Cabimas y a partir de ese año ya se estaba en el proceso de profesionalizar las posiciones, con dos acciones importantes, se habían enviado becados unos técnicos a estudios de ingeniería en universidades americanas y se estaban asignando nuevos profesionales, como es el caso de mi entrañable amigo, qepd, Servio Tulio Dávila.


El grueso de ingenieros nuevos empleados íbamos a organizaciones de profesionales universitarios directamente relacionadas con las operaciones, tal como fue mi caso en Ingeniería de Operaciones de Perforación y Reparación de Pozos, conocido por sus siglas, como IPO.


Mi empleo y asignación a IPO, estuvo atada al contrato de una gabarra de reparación de pozos conocida como la V-101. Esta gabarra pertenecía a la empresa Loffland Brothers, una empresa líder en perforación de pozos, propietaria de taladros que operaban en tierra y costa afuera. Teníamos tres gabarras de perforación, conocidas como la GP-8, GP-9 y GP-10 y la mencionada V-101, con lo que se creo una vacante que hizo posible que entrara empleado a Maraven.



La V-101 era una gabarra de las conocidas como tender o cantilever, es decir, constituía un paquete de cabria y gabarra por separado. Una noche en plena operación en un pozo, me encontraba supervisando un trabajo de corrección de pérdidas de circulación en frente de la formación productora del subsuelo, con la colocación de una píldora viscosa que nos permitiría restablecer la circulación y limpiar el pozo. De improviso y sin alerta previa, se presentó una tormenta de lluvia y fuertes vientos que nos obligó a suspender las operaciones y a estar atentos para preservar la estabilidad de la gabarra.


Siendo la primera vez para mi en ese tipo de situación, como en todo, no sentí temor ante lo desconocido, pero el peligro de lo que vivíamos quedo en evidencia cuando uno de los supervisores, un señor muy delgado y de bigotes, me pidió que lo acompañara al piso de máquinas. Más específicamente, fuimos a un salón en donde estaban colocados unos winches que sostenían las cadenas que conectaban la gabarra con las anclas posteriores y que le suministraban la estabilidad a la gabarra en su flotación sobre las aguas del lago.


Me coloco a su lado mientras retiraba la gabarra del pozo recogiendo parte de la longitud de las cadenas. Sentí su mirada protectora todo el tiempo, allí donde estaba me tenía a mano para cualquier evacuación, si la gabarra mostraba posibilidades de voltearse y hundirse.


Ese supervisor nunca me hizo un comentario al respecto, pero yo intuí que eso estaba pasando y que fue mi ángel de la guarda. En esa ocasión vi llover de lado, el agua pasaba horizontal y los marullos del lago, como llamamos a las olas, eran tan fuertes que vertían gran cantidad de agua sobre la planchada inferior de la gabarra. Afortunadamente la lluvia y el mal tiempo ceso en un tiempo moderado. Unos meses después de ese susto, durante un temporal, se hundieron un par de gabarras en una noche, constituyendo todo un shock noticioso y doloroso por la perdida de la vida de varios trabajadores.


De mi permanencia como ingeniero de la V-101 también recuerdo las ocurrencias de un jefe de gabarra, cuyo preferido tema de conversación fuera del argot de la operación, estaba siempre relacionado a sus conquistas femeninas y en líneas generales con los placeres en las relaciones íntimas. Unos años después, lamentablemente, fue asesinado a tiros por un trabajador en un atentado por motivos pasionales en horas laborales, en su propia oficina en un tráiler de un equipo de perforación de tierra. La rutina preferente de los trabajadores de las operaciones es comentar sobre mujeres, bares, infidelidades, etc., son temas que los apasionan y como tal les ayuda a pasar el tiempo mientras se efectúan esas labores con gran demanda física.


Mi estadía en ingeniería de operaciones fue la base sólida sobre la cual edifique mi carrera en la industria. De ingeniero de la gabarra V-101, fui asignado a ingeniero itinerante de otros equipos cubriendo los días de descanso de sus titulares y luego a ingeniero de gabarra de perforación y más adelante me consideraron para ocupar una posición de asistente de jefes de unidad.


Todo eso en algo mas de dos años. Muchos recuerdos que los llevare por siempre y un reconocimiento a quienes estaban allí al momento de mi ingreso, el superintendente Miguel Salazar (alias El Diablo), los jefes de unidad Luis Urrutia (alias El Loco), Alberto Pacho Soto y Rubén Parra, y a los colegas Jesús Diaz, Ricardo Inciarte, Arnoldo Marín, Samir Jafari, Gerardo Molero, Manuel Estrada y Tomas Mata García.


Antonio Jimenez.

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