Relatos (33): fenómenos.

El año 1985 se estrenaba en la ciudad de Caracas, la capital de Venezuela, con la resaca por las exigentes fiestas decembrinas, y para algunos que no quedaron satisfechos, se continuó la diversión con cualquier motivo por simple que fueran, como si se estuvieran en una octavita eterna. Uno de esos motivos se presentó en la ocasión del festejo de cumpleaños de un colega, y un grupo apreciable de amigos convino en asistir a esa rumba, seleccionando a una discoteca ubicada en el principal centro comercial de la ciudad.

Esa discoteca estaba equipada con una pantalla electrónica de gran tamaño, por donde se reproducían los videos musicales con un sonido envolvente que causaban un efecto hipnótico en la gente en la sala, incluyendo a los que bailaban y a quienes permanecían sentados alrededor de unas pequeñas mesas periféricas a la pista de baile.

De los videos de esa noche, los recibidos con verdadera euforia eran los de Tina Turner, la famosa cantante nacida en los Estados Unidos, con los cuales todas las mujeres se sentían identificadas y actuaban fervorosamente, como grupos de bailes, imitando el movimiento de las piernas, tal cual lo hacía fenomenalmente Tina, quien en el próximo mes de febrero iniciaría en Estocolmo, la capital de Suecia, la gira de conciertos Private Dancer Tour.

Uno de los presentes en esa noche también tendría una especie de tour mundial, pero por asuntos de su trabajo. Muy pronto efectuó un viaje de negocios a La Haya, en Los Países Bajos, para participar en reuniones de un comité técnico que duraron un par de meses para aprobar un estudio de unos yacimientos de petróleo ubicados en el lago de Maracaibo.

Estando en esos menesteres, asistió a un agasajo de despedida de un profesional holandés que saldría en una misión de trabajo en un país del África, y para ese agasajo se eligió a un bar de la localidad conocido como el Bar Sumatra. Las expectativas de diversión creadas con el nombre del bar nunca se cumplieron, dado que el tiempo del agasajo fue demasiado corto, con los asistentes de pie, conociendo de los méritos del transferido, mientras se consumía a lo sumo un par de cervezas, sin nada de acompañamiento musical y menos con la compañía de mujeres.

Al finalizar el tiempo de las reuniones, y en una visita turística a la ciudad de Rotterdam, se adquirió un ticket para asistir al Ahoy Arena y presenciar uno de los conciertos de la gira de Tina Turner en ciudades europeas. Esa fue la presentación número 41, y la cantante continuó ese año hasta completar las 59 fechas que estaban programadas para el viejo continente.

En un par de meses transcurridos desde ese concierto, el mismo profesional asistió a un programa de cursos que le tomaría un mes y medio en la ciudad de Denver, la capital de Colorado, en los Estados Unidos, y dispuso hacerlo con la compañía de su familia, hospedándose en un apartamento amoblado en renta. En ese programa de cursos asistió un profesional chino en representación de una empresa petrolera de ese país, recién abierto al mundo, luego de las dos reuniones del presidente Reagan con líderes chinos en los años 1984 y 1985.

Ese participante chino se convirtió en una especie de vedette, acaparando mejor que Tina Turner a la atención de los participantes americanos, como previendo ellos la oportunidad de un inmenso negocio para el futuro. En una visita dominical a un restaurante de carnes en las inmediaciones del apartamento, se observó un ambiente de mucha alegría, con la participación de meseros y asistentes, quienes disfrutaban de la infaltable Tina Turner, con el video de un concierto en Montreal, Canadá.

Tina Turner resultó ser un verdadero fenómeno ese año, al efectuar 59 conciertos en Europa, 107 conciertos en Norteamérica y otros 13 conciertos en otras regiones del mundo, completando 179 para el año, o lo que es lo mismo, uno cada dos días, con una asistencia promedio sobre el 94% del aforo y con más de 7 millones de dólares recaudados. Ella esperó hasta los años noventa para asegurar sus piernas por 3 millones de dólares.

Antonio Jimenez.