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Relatos (26): obra de arte.

  • Writer: Sr Jimenez
    Sr Jimenez
  • 4 days ago
  • 3 min read

Un niño de diez años, a principios de los sesenta, asistía mensualmente a una pequeña barbería a unas cuadras de distancia de su casa en Maracaibo, en la cual solo se atendía los fines de semana. El barbero, con un gran bigote negro y parecido a los actores mexicanos de la época, trabajaba como obrero en una cervecería y ofrecía sus servicios de barbería en una habitación modificada de su vivienda, en la cual colocó una puerta de entrada desde la calle y la equipó con una silla de barbería, un espejo en la pared y dos sillas para la espera de los turnos de los clientes. La cinta de cuero de la silla estaba de un color marrón brillante por el continuo uso de la navaja, y el cuarto olía a loción refrescante y talco.

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Allí, el niño descubrió que tenía dos remolinos en la cabeza, lo que requería de la habilidad de un barbero experto para cortarle el cabello y peinarlo adecuadamente para evitar un desorden de los cabellos erizados en todas las direcciones. Esa experiencia lo convenció para ser más exigente con los barberos en el futuro.

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Años después, en los setenta, Maritza, una amiga de la familia del niño, tomó un curso de peluquería masculina en el instituto de capacitación educativa de Venezuela, mejor conocido como el INCE, y practicó con él niño y otros colaboradores, quienes no cobraban ni se quejaban. La propia Maritza tuvo dificultades para dominar los dos remolinos del niño, aunque la abundancia de buena caballera favorecía al cabello largo con estilos de corte que solían ser desenfadados y con textura, como aquellos de moda en esos años.


En los noventa, el especialista en barbería masculina que podía disimular los efectos de los remolinos de ese niño, a la postre adulto, fue Víctor Julio, quien trabajaba en la barbería Roland del Hotel del Lago en Maracaibo. En más de una década y hasta avanzados los años dos mil, podía asegurarse que la técnica de Víctor Julio siempre resultaba en un corte que podía catalogarse como una obra de arte.

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Víctor Julio también era un excelente anfitrión para escuchar y opinar con propiedad sobre los temas que apasionaban a sus clientes, quienes mayormente eran representantes de las elites de la sociedad marabina, incluyendo a eminencias de la medicina, a representantes de los partidos políticos, a jueces y abogados y a altos empleados de la petrolera estatal.


De esos personajes, se hizo notorio el enojo de un famoso juez zuliano, quejándose de supuestos invasores del estacionamiento del hotel, participando en la campaña de un candidato por la presidencia del país en 1998. Poco después, el a la postre elegido presidente, cambió la constitución y las leyes, acomodándolas a su beneficio personal con el apoyo de ese mismo juez, siendo nombrado como magistrado presidente del Tribunal Supremo de Justicia.


Víctor Julio permitía que sus clientes vieran el resultado del corte de cabello detrás de la cabeza, utilizando para ello un espejo, pero en esa época, la existencia de una incipiente calvicie ya había desvanecido el impacto de los dos remolinos. Cada vez que eso sucedía, se le sugería a Víctor Julio que tomara una foto y la colocara en la pared con un subtítulo que la describiera como una obra de arte del mejor barbero del mundo. Víctor Julio siempre respondía con humor, diciendo que el subtítulo debería decir que la obra de arte se ajustaba al mejor cabello del mundo.


Antonio Jimenez.

1 Comment


Sr Jimenez
Sr Jimenez
4 days ago

Una creación humana que se distingue por su valor estético y por su capacidad de generar una respuesta emocional en quien la observa más allá de su función práctica, es una obra de arte.


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