Relatos (17): odios.
- Sr Jimenez
- Aug 4
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Un encuentro circunstancial entre dos personas en el área del estacionamiento de una clínica en Maracaibo, ocurrido en el año 2014, fue revelador para entender y aceptar que las realidades que dispensa el destino podrían ser muy diferentes a lo esperado. Una de esas personas era Tinoco, a quien con los años se le había extraviado la buena presencia de cuando era un colega estudiante de ingeniería de petróleo en los años setenta, y hasta se mostraba con descontrol en sus emociones.

Tinoco era el responsable para el cobro de la tarifa de aparcamiento de los vehículos, y al acercarse me reconoció, pero no mencionó nombre alguno, sino el apodo de “brujo”. En la opinión de Tinoco, con ese apodo discriminatorio se dejaba entender que solo quienes practicaban la hechicería podían obtener altas calificaciones en los exámenes de las materias de ingeniería, y siguió comentando con sus dientes apretados que a él no lo invitaron a esas prácticas y que se sentía marginado y por eso estaba cuidando carros…. “Mira, pedazo de brujo, a mí no me debes nada y es mejor que te vayas a otro lado”.
Esas palabras intimidantes de Tinoco no reflejaban rabia ni ira, sino el odio que había perdurado en él por muchos años. Tinoco era el propietario de un vehículo Dodge Dart viejo e inservible que estaba listo para chatarrear, pero él lo mantenía estacionado dentro de los límites de una casa en donde vivía una mujer con quien lo relacionaban sentimentalmente, muy a pesar de que ella mostraba un avanzado deterioro mental.

A esa mujer prontamente la internaron en un instituto de reposo mental, y la familia decidió vender la casa a un nuevo dueño, quien debió confrontar la negativa de Tinoco para mover su vehículo fuera del predio de la casa. Tinoco aducía que se había ganado ese derecho por haber cuidado por meses de la señora sin ningún pago por sus servicios.
En la realidad, Tinoco fue un contrincante fácil de vencer, puesto que ya se había dado al odio de la mayoría de los vecinos, y entre ellos a un gruero, quien rápidamente se hizo contratar y movió de sitio al cacharro. La historia a continuación transcurrió por batallas campales muy desiguales de grupos en contra del solo Tinoco, quien resultó muy golpeado y vencido antes de proceder con la venta de su vehículo como chatarra y de retirarse de un territorio que le resultaba de rechazo muy hostil.
El odio es un sentimiento intenso de aversión y repulsión hacia alguien o algo que puede manifestarse como un deseo de rechazar o eliminar aquello que lo genera. El efecto devastador del odio no es nada nuevo, pero las nuevas tecnologías de comunicación han amplificado su alcance, haciendo del discurso de odio una herramienta común para difundir ideologías divisivas en todo el mundo.
El discurso de odio puede tener graves consecuencias si no se le pone freno, ya que socava la paz y el desarrollo al alimentar los conflictos y las violaciones de los derechos humanos. Las actuaciones de dos presidentes de Venezuela y del último de Colombia en este siglo XXI siguen el mismo patrón comunicacional de acusar la oposición política de ser fascistas, utilizando para ello su estilo de gobierno fundado en el trato altanero e infamante a sus contradictores.
Todos los discursos parecen cortados con la misma tijera en cuanto a que están constituidos con algo de conocimiento general e ideología, algo de la historia y de la religión que les convenga, mucho de fanfarronería, mucho de machismo ramplón, mucho de mentiras o verdades a medias y mucho de odio.

En la Venezuela adelantada en el tiempo con respecto a Colombia, con el odio se incubó una crisis monumental que destruyó el aparato productivo, condenó a ocho millones de venezolanos a salir del país y acabó con lo poco que quedaba de institucionalidad democrática, haciendo de las promesas de cambio el fin de una sociedad envenenada por el discurso de odio. Colombia todavía tiene tiempo y se mantiene aferrada a una oportunidad de salvación.
Antonio Jiménez.
Apreciado Tony: Leído tu relato, cocluyo que el odio como factor destructor del ser humano y de su entorno, tiene su origen en 2 ingredientes perniciosos y a la vez consecuentes uno del otro que al mezclarse implosionan la psiquis.
Ellos son: El resentimiento y la Envidia. Lo primero que se le viene a la mente a esas personas sin ningun tipo de análisis, es aquello de que por qué él sí logró yo no. Y lo grave de esa patoligía es que ese tioo de personas al no reconocer su condición, la gran mayoría jamás aceptarán ayuda psiquiátrica porque su mismo Ego se los impide.
El odio y el resentimiento parecen ser sentimientos que han viajado desde el pasado para arraigarse con fuerza en el presente. Las redes sociales se han convertido en el medio perfecto para expandir estos mensajes peligrosos. La discriminación motivada por el odio y la antipatía puede tener múltiples orígenes: políticos, sociales, de género, de nacionalidad, étnicos, religión, entre otros. Pero, en el fondo, siempre responde a una intención discriminatoria y mezquina.
Lo más asombroso —y preocupante— es que estos discursos están tan profundamente enraizados en el mundo actual, en todos los niveles y en casi todos los países, que muchos pretenden hacernos creer que son naturales y justificables.
Los discursos y otras expresiones de odio tienen algo de conocimiento general e ideología, algo de la historia y de la religión que les convenga, mucho de fanfarronería, mucho de machismo ramplón, mucho de mentiras o verdades a medias y mucho de aversión y repulsión.