Peyorativo o despectivo es el uso del lenguaje con una finalidad negativa para lo que se designa. Es un recurso muy utilizado el etiquetar negativamente al rival o enemigo con un término despectivo, como primera forma de lucha contra él. Muchos conceptos políticos tienen ese origen, por ejemplo, en la España de comienzos del siglo XIX, se llamaba serviles a los absolutistas. La tradición parlamentaria inglesa nombra al partido liberal y conservador con los originariamente peyorativos whig y tory. En España se llama culi parlantes a los diputados que no intervienen más que para votar.
La Guerra Civil Española de 1936-1939 tuvo su parte de lucha terminológica: mientras cada bando se denominaba a sí mismo bando nacional o bando republicano, llamaba al otro fascista o rojo. La Guerra Civil Estadounidense había hecho lo propio entre federales y confederados (yanquis y rebeldes).
El término "bárbaro" es de origen peyorativo: se aplicaba por los griegos a quienes no hablaban griego, burlándose de su manera de hablar y equiparandola a un balbuceo "bar-bar".
A veces, el enemigo o rival así descrito, en vez de rechazar el uso del término peyorativo termina reconociéndose en él e identificándose con él, de forma que pasa a ser propio.
No son muchos los episodios evangélicos en los que se mencionan perros, y en aquéllos en los que se hace, no se alude nunca a un perro con nombre propio o con una mera identidad que lo particularice, sino a generalidades: el perro como especie, no como individuo.
Mateo y Marcos en un episodio, el de la curación de la hija de una cananea (en Mateo), de una sirofenicia (en Marcos), el cual suele pasar medianamente inadvertido, a pesar de gozar de una curiosa y nunca o casi nunca comentada singularidad: se trata, probablemente, del único episodio evangélico en que Jesús de Nazaret, es derrotado dialécticamente hablando, y lo es por una sencilla mujer cananea, vale decir sirofenicia, que no tiene otra habilidad que la que proviene del amor que profesa a su hija, cuya curación in extremis confía a Jesús, seguramente tras haberlo intentado previamente todo.
El precioso episodio reza como sigue: Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: Ten piedad de mí, Señor, hijo de David. Mi hija está malamente endemoniada.
Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: Despídela, que viene gritando detrás de nosotros. Respondió él: No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: Señor, socórreme. Él respondió: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros. Sí, Señor, repuso ella, pero también los perros comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús le respondió: Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y desde aquel momento quedó curada su hija.
No podemos poner en duda que Jesús se sintió movido a misericordia hacia aquella mujer. Pero era una gentil. Y no sólo eso: pertenecía al pueblo cananeo antiguo, que eran los enemigos ancestrales de los judíos. Todavía en aquel tiempo, o no mucho después, escribía Josefo: Entre los filisteos, los que más rabia nos tienen son los bríos. Ya hemos visto que, si Jesús había de tener algún impacto, tenía que limitar su campo de acción y sus objetivos como sabio estratega. Tenía que empezar por los judíos; y aquí estaba una gentil clamando por misericordia. Jesús no podía hacer más que una cosa: tenía que despertar la verdadera fe en el corazón de aquella mujer.
Así es que Jesús se volvió hacia la mujer, y le dijo: No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perros. Muchas veces todo depende del tono y el gesto con que se diga una cosa. Algo que parecería brutal se puede decir con una sonrisa y una palmadita cariñosa. Esto lo sabemos muy bien los hispanos, que a menudo usamos los peores insultos como elogios, dependiendo naturalmente del contexto y del tono.
Podemos estar absolutamente seguros de que la sonrisa en el rostro de Jesús y la compasión en sus labios y ojos despojaban la comparación de todo sentido ofensivo. La mujer sería griega de cultura, y por tanto rápida de ingenio para captar la diferencia y la oportunidad. Es verdad Señor, le contestó ella; pero también los perros sacan algo de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Y los ojos se le iluminaron de gozo a Jesús ante una fe tan indómita, y concedió la demanda, la bendición y la sanidad que ella tanto deseaba.
Comparar a una persona con un perro siempre ha sido, especialmente entre los semitas, uno de los peores insultos. Los judíos hablaban con insolencia arrogante de los perros gentiles, perros infieles y más tarde perros cristianos. En aquellos días los perros eran carroñeros inmundos por las calles, escuálidos, salvajes, a menudo enfermos. Los judíos llamaban corrientemente perros a los gentiles. Vio las bendiciones de Dios que disfrutan los gentiles, y preguntó: Si los gentiles sin Ley disfrutan tales bendiciones, cuántas más disfrutará Israel, el pueblo de Dios. Es como un rey que hizo una fiesta, y trajo a sus invitados a la puerta de su palacio. Estos vieron salir a los perros con faisanes y cabezas de aves engordadas y de terneras en la boca. Entonces los invitados empezaron a decir: Si así se ha tratado a los perros, cuánto mejores manjares nos estarán reservados a nosotros.
El perro no era el querido guardián de la casa que es ahora para muchos; más corrientemente, sobre todo en Oriente, era un símbolo del deshonor. Para los griegos, la palabra perra se aplicaba a las mujeres livianas y desvergonzadas, como todavía se conserva en español. Para los judíos era también un calificativo despectivo. No deis lo santo a los perros.
No es raro en los regímenes totalitarios el uso de términos denigrantes para referirse a sus adversarios. En el caso del cubano tenemos la palabra gusano, utilizada con gran asiduidad por Fidel Castro, reproducida y repetida hasta la saciedad por sus propagandistas abiertos y sus agentes encubiertos dentro y fuera de Cuba.
Para entender concretamente cual es el contenido semántico de la palabra, veamos algunos fragmentos de discursos pronunciados por el comandante, en los primeros años de su poder, en los cuales se regodea llamando gusanos a sus contrincantes.
En un discurso de Castro dado en la Plaza Cívica el 2 de enero de 1961:
“Quizás ese sea el mayor mérito de nuestra Revolución; quizás ese sea el mayor mérito que la historia reconozca a nuestra Revolución; que no se enfrenta a un enemigo pequeño, sino a un enemigo muy poderoso, y ese enemigo poderoso ha sido el encargado de “revolver la gusanera” aquí en nuestro país agitado. Y los gusanos se han removido, los gusanos se han agitado. Y los gusanos han llegado a creerse, de veras, que algún día sus amos imperiales los pondrán aquí otra vez con una banderita que pretenda ser enseña nacional, con un himno que pretenda ser himno de la patria, y con un colorcito en el mapa para alentar la ficción de que los gusanos gobiernan y de que los gusanos mandan. Y los gusanos no pueden vivir sino de la pudrición, y los gusanos no podían vivir ni hacer de instrumentos del imperialismo, como no fuese en el mundo y en la media corrompido en que vivía nuestro pueblo antes del día luminoso del 1ro de enero de 1959”.
La multitud reunida en la plaza clamaba a la muerte por fusilamiento en el paredón para esos gusanos, identificando con ellos a los agentes norteamericanos, antiguos políticos, militares batistianos y todo lo que se opusiera a esa revolución que era el eufemismo utilizado para el proceso de construcción del capitalismo de estado dictatorial en Cuba, una revolución que como la proclamada por los nazis en Alemania confundió y confunde a buena parte del pueblo que se supone beneficiado por ella, y no solo a este sino a mucha gente en el mundo.
El día 28 de septiembre de 1961 Castro arremete nuevamente contra los gusanos: Era imposible que los gusanos y los parásitos pudieran moverse si el pueblo, el pueblo, que sabe demasiado bien quiénes son los gusanos y quiénes son los parásitos, los vigilaba por sí mismo.
Y para terminar veamos la nueva referencia a los gusanos que hace Castro, en el teatro Chaplin de Miramar el 19 de abril de 1963. Una cosa es lo que les dijeron a los mercenarios, que, por cierto, les hicieron creer que era un paseo militar, y ya aquellos tipos se veían desfilando por las calles de La Habana, es posible que se hubieran imaginado hasta un desfile por la Plaza Cívica, todos aquellos gusanos, con sus uniformes de camuflaje, o de gusanos. Desde luego, que a un gusano le pueden hacer ese cuento, porque un gusano es, en primer lugar, un tipo subjetivista, ignorante, sin noción de las leyes de la historia y de las realidades sociales. Lo mismo le hacen creer en Satanás, que le hacen creer que es un libertador. Pero hay que salir de un club de pepillos, de esos que nacionalizó la Revolución, para llegar a creerse semejantes tonterías; hay que ser un ignorante, no darse cuenta de la posición que ocupaba dentro de una sociedad en que él era un super privilegiado, frente a los superexplotados. Eso no lo saben los gusanos, porque ellos creen que una sociedad es algo dividido entre gente infeliz y destinada a ser siempre infeliz, y gente privilegiada, gente inteligente, gente “bicha”, destinada a vivir bien.
En junio de 2001, el entonces presidente de Venezuela, Hugo Chávez, empleó un término para referirse a los líderes de un partido político de oposición, los llamó “escuálidos”. Con ellos envolvió a sus aliados y al resto de los políticos opositores. Los llamados escuálidos respondieron a través de entrevistas en prensa y medios audiovisuales, se defendieron e intentaron un contraataque. Dijeron que el escuálido era el presidente, que llevaba al país por mal camino, que no tenía fuerzas. Hablaron diputados, comentaristas de la tele, articulistas de opinión, pero nunca pudieron sacarse el peyorativo de encima. “Al que le caiga, le chupa; el que se pica es porque ají come”, respondió Chávez con picardía criolla en el programa Aló, presidente, en el que usó la palabra escuálido 37 veces para aludir a sus rivales políticos.
“Vea lo que le pasó a Venezuela; una supuesta democracia, la aplaudían en los foros del mundo... Mentira, unos representantes que eran unos hampones y unos bandidos y hoy son los escuálidos, pues el escualidismo es la continuación del puntofijismo. Oye, mira qué conclusión he sacado, una conclusión histórica, vale. Anótenlo. ¡Primicia!”, dijo entre aplausos y risas de sus asistentes.
Escuálidos. Escuacas. Escualidismo. Expresiones que antes nadie empleaba con ese sentido comenzaron a calar en el habla popular. Permitían asumir posturas. Aún hoy, desde los medios públicos, instituciones del Estado y, sobre todo, en la calle, cuando un chavista se refiere a un opositor y quiere desvalorizarlo, lo llama escuálido.
Desde el año 2002, año de la fugaz salida de Chávez, época de marchas y concentraciones masivas en Venezuela, una camiseta se puso de moda entre los adversarios al gobierno. Tenía una leyenda que decía: “Soy escuálido”.
El uso de este tipo de lenguaje como parte de unos procesos de polarización social y conflictividad sociopolítica que han fracturado el tejido social, a la par de convocar la adhesión, confianza e identificación con el propio grupo, llama a despreciar, desconfiar y odiar al grupo opuesto políticamente, considerado enemigo y no adversario, limitando el reconocimiento de las diferencias y manejo pacífico y constructivo de los conflictos.
En la mitad de aquel programa televisivo de junio de 2001, así remarcó Chávez su ocurrencia de los días previos: “Ustedes son escuálidos, acepten su realidad de escuálidos, no se sientan ofendidos. ‘Ay, nos ofendió́ Chávez’. ¡Son escuálidos! ¿Ustedes no se sienten escuálidos? Escualidismo, el escuálido, escuálido es bueno”.
Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.
Enlaces:
http://www.revistadonjuan.com/historias/escualidos-y-boliburgueses-vocabulario-de-la-revolucion-bolivariana+articulo+16589179
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