El Miami Marine Stadium fue construido en 1963 y durante tres décadas en esa instalación se presentaron cientos de espectáculos. En 1972 fue utilizado por el presidente Richard Nixon quien dio un mitin en su campaña para la reelección estando acompañado por Sammy Davis Jr y en 1975, el grupo musical inglés Queen se presentó allí con boletos costando solo $ 3. Otros músicos como Lynyrd Skynyrd, Whitney Houston y Jimmy Buffet, entretuvieron al público desde el escenario flotante del stadium.
Para los conciertos y eventos deportivos los asistentes podían atracar sus botes cerca del stadium y observaban los shows musicales y otros eventos mientras se sumergían en el agua, lo cual lo hacía único a nivel mundial.
Con toda esa majestuosidad, las festividades llegaron a un abrupto final en 1992. Lo que alguna vez fue el hogar de carreras de lanchas rápidas de clase mundial, conciertos de rock con entradas agotadas y combates de boxeo, se encuentra abandonado desde 1992, detrás de una sección cercada de Virginia Key.
El stadium fue cerrado hace 27 años y actualmente sus instalaciones están corroídas, los artefactos de iluminación oxidados del techo abovedado en voladizo se han estrellado contra el suelo y se han encajado entre los pasillos de los asientos pegajosos. Capas sobre capas de graffiti se han extendido como enredaderas invasivas a través de cada pared.
Esta obra que fue diseñada por un arquitecto cubano de apellido Candela, está actualmente bajo un proyecto de restauración con un presupuesto que le asignó la ciudad de Miami de $ 42 millones en donde participa el propio arquitecto Candela. La restauración ha sido acometida luego de que un estudio de 2012 realizado por el Fondo Mundial de Monumentos, consideró que el edificio era estructuralmente sólido. El proyecto pretende hacer una preservación histórica y mantener la estructura original del stadium, sin embargo, tendrá comodidades modernas para que el lugar pueda brindar una vez más una experiencia sensorial de primera clase al público. Se espera que la restauración se complete en el año 2020.
El abrupto final de la operatividad del Miami Marine Stadium es el resultado de los graves daños ocasionados por la furia del Huracán Andrew.
El lunes 24 de agosto de 1992, una aplanadora llamada Andrew, con vientos de 265 kmh, arrasó la zona sur del condado floridano, destruyó 28.000 viviendas, dañó a 107.000 más y causó la muerte a 15 personas, así como heridas a cientos y dejó tras su destructor pasó al menos a 180.000 familias sin techo.
El centro de la ciudad también fue embestido, aunque con vientos menores de 185 kmh, y en unos minutos la Gran Miami pasó de ser una urbe del llamado primer mundo a otra del quinto, sumida en el caos de la supervivencia, sin electricidad, ni agua ni comida, en medio de un agotador verano de agosto.
El huracán Andrew fue uno de los ciclones tropicales más destructivos que hayan impactado en Estados Unidos durante el siglo XX. El huracán provocó 23 muertes en los Estados Unidos y tres más en las Bahamas. Los daños totales para EE. UU. fueron en su momento de 26.500 millones de dólares de 1992 (mil millones en Luisiana, y el resto en Florida). A diferencia de como sucede con la mayoría de los huracanes, la mayor parte de los daños fueron provocados por los fuertes vientos. El daño en las Bahamas se estimó en 250 millones de dólares.
Andrew es el tercer huracán más costoso de la historia detrás de Katrina en el 2005 y del huracán Sandy en el 2012.
Después del retiro del nombre de Andrew para denominar huracanes, fue sustituido por el nombre de Alex. El huracán Alex fue el primer huracán de la temporada en el Atlántico de 2010. Formado prematuramente en junio, tocó tierra al norte de la Ciudad de Belice, transitó sobre tierra en la península de Yucatán que lo debilitó, pero volvió a ganar intensidad al reingresar al mar en el golfo de México. Alex causó daños devastadores siendo categoría 2, es responsable de la muerte de al menos 53 personas y 23 desaparecidos.
Todos los huracanes traen consigo vientos destructivos, lluvias torrenciales, inundaciones y tornados. Es uno de los más devastadores fenómenos meteorológicos ya que son capaces de destruir grandes superficies y territorios alcanzando velocidades que pueden superar los 250 km/h.
Existen numerosos factores que influyen en la aparición de los huracanes los cuales necesitan la energía de evaporación del agua como combustible. La humedad se da con mayor facilidad sobre el mar, de modo que su creación, avance e incremento en energía ocurren en ese ambiente, debilitándose en cambio al llegar a tierra firme.
Este fenómeno se forma en los océanos a partir de sistemas de bajas presiones con actividad lluviosa y eléctrica que se combina con las temperaturas oceánicas cálidas de al menos de 26 °C, desde la superficie del mar hasta 15 metros por debajo de ésta. Con esta temperatura, el agua del océano se está evaporando al nivel acelerado requerido para que se forme el huracán. Es ese proceso de evaporación y la condensación eventual del vapor de agua en forma de nubes, se libera la energía que le da la fuerza al sistema tormentoso para generar vientos fuertes y lluvia.
La existencia de vientos débiles en los niveles altos de la atmósfera que no cambien mucho en dirección y velocidad permite que la evaporación ascienda sin grandes contratiempos, originándose una presión negativa que arrastra al aire en forma de espiral hacia adentro y arriba, permitiendo que continúe el proceso de evaporación. La rotación de la tierra eventualmente le da movimiento en forma circular a este sistema que comienza a girar y desplazarse como un gigantesco trompo. Este giro se realiza en sentido contrario al de las manecillas del reloj en el hemisferio norte y en sentido favorable en el hemisferio sur.
A partir de los factores que hemos visto, los huracanes se forman en unas zonas determinadas del mundo. Así como existe la cuenca del Atlántico, podemos encontrar otras 6 cuencas o áreas en las que se forman huracanes. A nivel mundial, la formación de tormentas tropicales se produce en verano, cuando la temperatura del agua es mayor, pero cada zona tiene su propio patrón de temporada.
La cuenca del Atlántico está compuesta por el océano Atlántico, el golfo de México y el mar Caribe. Esta cuenca ha sido testigo de algunos huracanes famosos como Andrew, Gilbert, Mitch o Katrina, que se han retirado de las listas de nombres de huracanes para que no se repitan en los huracanes del futuro.
Las zonas de formación de depresiones tropicales en la Cuenca del Atlántico cambian con respecto al mes del año y varía mucho de una temporada a otra, oscilando entre una y veinte al año, con una media general de 10. A veces esta media es superada ampliamente, como en la temporada de huracanes del 2005, que se registraron 28. La temporada aquí va del 1 de junio al 30 de noviembre.
Las partes más importantes de un huracán son el ojo, la pared del ojo y las bandas de lluvia en espiral.
El ojo es un área de relativa calma en el centro de un huracán, que se extiende desde el nivel del mar hasta niveles altos de la atmósfera y está rodeado por una pared de cúmulo-nimbos, en el interior del ojo no hay nubes.
La pared del ojo es la densa pared de cúmulo-nimbos que rodea al ojo. Allí se encuentran dos fuerzas opuestas: la fuerza del aire que se mueve hacia el centro y la fuerza centrífuga, hacia afuera, en la pared del ojo se registran los vientos más intensos y allí se originarían los tornados.
Las bandas de lluvia externas del huracán pueden extenderse a varios cientos de kilómetros del centro. Estas densas bandas de cúmulo-nimbos, que rotan lentamente en espiral en sentido opuesto al de las agujas del reloj en el hemisferio norte, pueden medir de unos pocos kilómetros a decenas de kilómetros de ancho y de 80 a más de 450 km de longitud.
La escala Saffir-Simpson define y clasifica la categoría de un huracán en función de la velocidad de los vientos del mismo. Va desde la categoría 1 que es la menos intensa a la categoría 5 que es la más destructiva.
Andrew fue el tercer huracán en impactar a los Estados Unidos con categoría 5. Sus predecesores fueron el huracán Camille (que afectó Misisipi y Luisiana en agosto de 1969) y el huracán del Día del Trabajo de 1935 (que devastó los Cayos de la Florida en septiembre de 1935).
Como pasa con la mayoría de los huracanes que registran altas categorías dentro de la escala Saffir-Simpson, lo peor de Andrew fueron los feroces vientos, provenientes de unos tornados incrustados a este. En la zona de Homestead se dieron miles de vórtices de este tipo en el huracán; varios de ellos tuvieron trayectorias largas y destruyeron cada edificio que pasara por su camino. Andrew también produjo un tornado en el sureste de Luisiana.
Los meteorólogos advirtieron de la probabilidad de que el huracán pasará por Miami. Una fuerte zona de alta presión, ubicada encima del archipiélago de Bahamas, forzaba al huracán a seguir una ruta recta hacia la creciente ciudad estadounidense.
Mucha gente desestimaron los pronósticos y optan por seguir la rutina de sus vidas, muchos jóvenes optan por celebrar la llegada de un huracán y preparaban fiestas, cervezas en mano, como si se tratara de un buen recibimiento.
Pero tras el paso destructor de Andrew las cosas cambiaron, se le presta atención a los partes de meteorología y nadie se atreve a celebrar un hurricane party.
De hecho, el día anterior a la devastadora llegada de Andrew, el domingo 23 de agosto, el Sol resplandecía en Miami, como es habitual, y el cielo mostraba un color azul intenso pero claro, sin la presencia de nubes que anticiparon la tormenta por venir. Muchas personas fueron a la playa, otros optaron a última hora por ir a los supermercados a comprar comida y agua, o a las ferreterías a buscar tablas de madera para resguardar sus casas.
La suerte estaba echada. Andrew estaba a la vuelta de la esquina y se preparaba, con toda su furia, para azotar al Gran Miami. Durante el transcurso de la tarde del domingo, Andrew continuaba transitando, en dirección a Miami, mientras seguía el curso que le dictaba la centrífuga de alta presión que permanecía sobre las Bahamas. La larga noche, un interminable silencio parecía anunciar el catastrófico paso de lo que más tarde llamarían The Big One, el gran huracán. Pasadas las 12 de la noche, la electricidad desapareció y el fuerte viento de cientos y tantas millas por hora, comenzaba a arremeter contra árboles, tendido eléctricos, casas y edificios. Al sur de la ciudad de Miami, el temible ojo del huracán echó sus mayores garras, la gente vivió los peores momentos de sus vidas.
Unos buscaron refugio en los baños, los closets, o simplemente pidieron clemencia ante tanta angustia. Un sonido aterrador, el de la destrucción, anunciaba el paso insostenible de la devastación.
Amaneció y el Sol volvió a resplandecer, como si fuera un día cualquiera. Pero debajo de los rayos de luz la Gran Miami trataba de lucir su otrora esplendor en medio de una aterradora imagen de destrucción. La gran ciudad, que aún crecía a la sombra de las grandes inmigraciones y muchos ya la llamaban Puerta de las Américas, parecía una zona de guerra. En pocas horas, la Guardia Nacional y el entonces presidente George Bush acudieron a las zonas más devastadas para aplacar la situación y llamar a la concordia, la esperada camaradería, la paciencia, ante un desastre natural de esta índole.
Se habilitaron tiendas de campaña, comida y agua para sobrevivir pero la gente, desesperada, ante tanta destrucción, pedía la reconstrucción. Entonces no importaba cuánto dinero se tenía en el banco ni el monto disponible en las tarjetas de crédito. Los oportunos cajeros automáticos no funcionaban, ni las gasolineras proveían gasolina por la falta de fluido eléctrico.
La situación empeoró y las autoridades implementaron un toque de queda en ciertas zonas para evitar el robo y el saqueo de supermercados y tiendas, que ante la falta de electricidad quedaron vulnerables al acecho de malhechores.
Largas semanas y meses de espera siguieron el desastre, mientras las aseguradoras de inmuebles disponían del personal para atender a quienes, puntualmente, cada mes, habrían pagado sus pólizas de seguro
Las cientos de miles de reclamaciones provocaron la bancarrota de algunas aseguradoras y la cancelación de miles de pólizas, lo que condujo al alza del precio de los seguros y la salida de la mayoría de las compañías del entonces insostenible mercado de la Florida.
Diez años después, la imagen del sur de Miami renació y con ella, toda la ciudad. La reconstrucción no sólo devolvió hogares, sino que mejoró el nivel de vida con la afluencia de centros comerciales, escuelas y otras.
Un grupo de seguros asevera que Miami podría sufrir un desastre aún mayor, a pesar de las severas normativas de seguridad en la construcción que fueron implementadas.
La importante firma reaseguradora, con sede central en Suiza y portadora de un extenso portafolio internacional, realizó un estudio, que ha publicado en su sitio web bajo el nombre Hurricane Andrew: The 20 miles that saved Miami. En base a la fórmula del crecimiento poblacional y el aumento del valor de la propiedad, se plantea las preguntas ¿Cuál sería hoy el impacto de Andrew? y ¿Qué hubiera sucedido si ese huracán hubiese tocado tierra en el centro de Miami?
En esos días el condado Miami-Dade tenía un millón menos de habitantes y la proliferación de rascacielos no había comenzado.
Andrew ocasionó más de 26.500 millones de dólares en pérdidas materiales, de los que sólo 15.500 millones fueron asumidos por las aseguradoras, mencionó el informe.
Hoy la población supera los 3,3 millones de habitantes, lo que representa un aumento superior al 35%, así como un incremento de valores, que en muchos casos supera el 400% respecto al año 1992.
El mismo huracán hoy causaría una pérdida estimada entre 80.000 y 100.000 millones de dólares, de los que sólo 50.000 o 60.000 millones serían asumidos por las aseguradoras, lo que dejaría en manos del erario público (contribuyentes y gobiernos) los gastos restantes.
Y si ese huracán tocará tierra en el centro de Miami los daños serían aún mayores, entre 100.000 y 300.000 millones de dólares, con sólo 180.000 millones asumidos por las aseguradoras.
El huracán Andrew produjo grandes pérdidas en el sur de la Florida, y es una latente preocupación que una tormenta como Andrew vuelva a golpear esta zona. La cuestión no es si habrá otra tormenta como esta en el sur de la Florida, sino cuándo vendrá.
El huracán Wilma en octubre de 2005, con vientos de hasta 120 mph, o 193 kmh, lo que produjo 35 muertes directas, además de 26 indirectas, y pérdidas materiales por 20.600 millones de dólares, además de la paralización de la economía local, incluyendo aeropuertos y puertos.
La ciudad sufrió un prolongado apagón, aunque menor al que ocasionó Andrew, así como un toque de queda por ocho días para evitar los saqueos y robos que se produjeron tras el paso del huracán.
Recopilación de la información y Estructuración por Antonio Jimenez.
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