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“Las tres Marías son Las Miróforas”

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

“Hay una mujer al principio de todas las grandes cosas”

Alphonse de Lamartine.

“Las tres Marías” es una expresión que es utilizada en nuestra conversación cotidiana, para referirnos a cualquier grupo de tres mujeres que suelen ir siempre juntas. Otro uso conocido de la expresión, es para la denominación coloquial, que los estudiantes de secundaria en nuestros países latinoamericanos, le dan a las asignaturas obligatorias y muy difíciles de aprobar: química, física y matemáticas. En España por lo contrario, los estudiantes llaman las Marías, a las asignaturas fáciles de aprobar y pocas decisivas para pasar el curso.

Pero como toda expresión tiene un único origen, el del término “Las tres Marías” proviene del Nuevo Testamento, que es la segunda parte de la Biblia, en donde suceden los hechos relativos a la vida, ministerio y crucifixión de Jesús de Nazaret.



En el cristianismo occidental se emplean normalmente los términos  “Las dos mujeres en la tumba” o “Las tres Marías” los cuales tienen el mismo significado que para la tradición cristiana ortodoxa, tiene el término  “Las Miróforas”. Ellas son las mujeres que estuvieron implicadas directamente en el entierro y que descubrieron la tumba vacía que siguió a la Resurrección de Jesús. El término Miróforas, se refiere a las mujeres que llevaban mirra o el ungüento perfumado para cubrir los cadáveres y en este caso, las que fueron a la tumba de Cristo por la mañana temprana del domingo y la encontraron vacía.

Las mujeres siguieron a Jesús durante su ministerio terrenal en Galilea, y proveyeron con sus propios medios a Jesús y a sus seguidores. Permanecieron fieles a Jesús, incluso en los momentos más difíciles de su arresto y ejecución, y no solo estuvieron de pie a su lado junto a la cruz, sino que le acompañaron en su entierro, observando el sitio en donde estaba la tumba. Debido a que era inminente el comienzo del sábado, fue necesario que los preparativos del entierro fueran breves. La costumbre judía de aquel tiempo, dictaba que los deudos regresaran a la tumba cada día durante los tres días siguientes. Una vez pasado el sábado, las mujeres regresaron lo más temprano posible, el primer día de la semana (domingo, el día después del Shabat, el final de la semana judía) llevando mirra para amortajar el cuerpo. Fue el llegar a este momento que la Resurrección les fue revelada, y fueron las encargadas de decírselo a los Apóstoles. Fueron en efecto, los Apóstoles de los Apóstoles. Por esta razón, las mujeres Miróforas, especialmente María Magdalena, a veces, fueron llamadas con el título de Isapostolas “Igual a los Apóstoles”.

Las integrantes de las Miróforas fueron: María Magdalena; María, la madre de Santiago y José; Maria, la mujer de Cleofas; Marta de Betania, hermana de Lázaro; Maria de Betania, hermana de Lázaro; Juana, la mujer de Chuza, el intendente de Herodes Antipas; Salomé, la madre de Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo y Susana.

En los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) las mujeres juegan un papel central como testigos presenciales en la muerte de Jesús, entierro y en el descubrimiento de la tumba vacía . En esto último, la presencia de las mujeres aumentó la credibilidad del testimonio. Los evangelios coinciden en su énfasis en el evento, que tuvo lugar en el primer día de la semana y que las mujeres fueron las primeras en descubrir el sepulcro vacío. Hay variaciones no tan marcadas, en relación al momento en que las mujeres visitaron la tumba, el número y la identidad de las mujeres, el propósito de la visita, la naturaleza y el aspecto de los mensajeros, ya sean ángeles o humanos, su mensaje a las mujeres y la respuesta de las mujeres a los visitantes en la tumba.

Dentro de todos los hechos memorables sucedidos alrededor de la Resurrección de Jesús, este protagonizado por un grupo de mujeres destaca por sus valores propios.

No hubiera sido posible sin el discipulado previo que supuso el seguimiento de Jesús durante los años de su vida pública; sin la capacidad de amar propia de las mujeres; sin la ternura de su corazón, que las lleva a desear amortajar con ungüentos perfumados el cuerpo amado; sin la honda valentia que las lleva hasta el sepulcro, mientras el miedo a las autoridades mantenía encerrados a los apóstoles.

Recopilación de la información y Estructuración por Antonio Jimenez.

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