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El Gordiflón.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

Este término de uso coloquial, se refiere exclusivamente de una persona, que es demasiado grueso, corpulento, adiposo, rechoncho y obeso, cualidad o característica principal de un gordo en cuanto a su volumen y quizás en su tamaño.


Hoy en día, 2.100 millones de personas, casi el 30% de la población mundial son obesas o tienen sobrepeso, el 13% de las personas obesas del mundo vive en los Estados Unidos, China y la India. Globalmente, el adulto promedio hoy es tres veces más probable que sea obeso comparado con el adulto medio en 1975.



La gente piensa que los gordos son flojos y carecen de autocontrol, las actitudes negativas hacia aquellos que tienen sobrepeso o son obesos es una norma cultural en todo el mundo y eso, está causando mucho sufrimiento emocional y un incremento de los problemas psicológicos, como angustia y baja autoestima, entre las personas con exceso de peso.


La idealización del cuerpo extremadamente esbelto está muy arraigada en gran parte del mundo desarrollado. En las últimas décadas, el ideal, al menos en el mundo occidental, han sido los cuerpos delgados y entre más flacos mejor. La propagación de estas ideas estigmatizadoras tiene el potencial de causar enorme daño social y es necesario educar para garantizar que, cuando se manejan los aspectos relacionados con la obesidad, no se promueva de forma inadvertida un mayor estigma.


Un estereotipo representa​ a la percepción exagerada y con pocos detalles, simplificada, que se tiene sobre una persona o grupo de personas que comparten ciertas características, cualidades y habilidades, que busca justificar o racionalizar una cierta conducta en relación a determinada categoría social. El término se usa a menudo en un sentido negativo, considerándose que los estereotipos son creencias ilógicas que limitan la creatividad y que sólo se pueden cambiar mediante el razonamiento personal sobre ese tema. Incluyen una amplia variedad de alegaciones sobre diversos grupos raciales y predicciones de comportamiento basadas en el estatus social o la riqueza.


Los estereotipos de grupo son una de las formas más frecuentes de representación social, definidos como una imagen mental simplificada de alguna categoría de personas, institución o acontecimiento que es compartida por un gran número de personas en sus características esenciales. Algunos ejemplos muy comunes de estos estereotipos de grupo son el de la mujer: como ama de casa, madre, sensible y tierna, etc., el hombre como trabajador, inteligente, fuerte, le gustan los riesgos, agresivo, etc., a los ancianos como inútiles, enfermizos, dependientes, e improductivos.


El prejuicio sesga los procesos de categorización, lo que implica asignar ciertas características más allá de los datos objetivamente disponibles. El estereotipo llena el contenido categorial poniendo lo que falta a lo que escasamente conocemos. De un mero dato físico (estar gordo o gorda) pasamos a categorizar a la persona obesa sobre la base de nuestras creencias, en una íntima fusión entre estereotipo y categorización.


En la psicología de los grupos es bien conocido que tendemos a atribuir ciertas características a grupos sociales determinados. A cualquier miembro, por el hecho de pertenecer a un grupo social, podemos percibirlo con unas peculiaridades bastante específicas, fenómeno propio de los estereotipos. Una sola característica nos lleva a inferir determinados rasgos de personalidad, de capacidad física, de dotación intelectual, etc. El aspecto físico, la imagen, es uno de los determinantes más importantes en la percepción de personas y en la formación de las llamadas teorías implícitas de la personalidad. Así, el sobrepeso y la obesidad, como patologías que se expresan también en una determinada imagen, dan lugar a percepciones peculiares de las personas que las sufren, si bien el modelo médico tradicional ha prestado escasa atención a estos aspectos, que podríamos llamar psicosociales. Es bien conocido que, siendo todo lo demás igual, una persona con apariencia física agradable es más atractiva que otra con una menos agraciada apariencia física. El lenguaje nos da alguna pista por cuanto cuando decimos que alguien es agraciado físicamente todos entienden que hablamos de alguien atractivo. Y desde luego el atractivo físico ha ido cambiando históricamente, sujeto a cánones de belleza asimismo cambiantes; pero nadie duda, en la actualidad, de que el sobrepeso y la obesidad no constituyen aspectos físicos agraciados y, por ende, resultan escasamente atractivos.


Esa creencia prejuiciosa, en muchas ocasiones expresada hacia las personas obesas como prejuicio sutil, es vivida por estas personas en el ámbito interpersonal e institucional, en los que refieren conductas de discriminación. A la hora de categorizar a las personas obesas, en contraposición con las personas delgadas, existe una clara bipolaridad entre perezoso/motivado, estúpido/inteligente y de escaso valor/valioso. Torpeza, desmotivación y escaso valor serían algunas características propias asignadas a las personas obesas, automáticamente expresadas en función de los estereotipos.


La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que un índice de masa corporal (IMC) excesivo es un factor de riesgo para padecer enfermedades del corazón, diabetes, problemas óseos y musculares y algunos tipos de cáncer. Alimentación sana (menos grasas y azúcares, más frutas y verduras) y ejercicio físico regular (150 minutos a la semana, como mínimo) son los remedios que apunta la misma institución para combatirlo. Ahora bien, la forma en que la grasa interactúa con ácidos y hormonas de nuestro organismo hace que, en determinadas situaciones, los gorditos puedan tener algunas ventajas con respecto a quienes están en su peso ideal.


Aun siendo todavía una hipótesis, la hormona masculina (testosterona) en la grasa se transforma en femenina (estrógeno) y al haber menos testosterona disponible, aumentan los niveles de serotonina y esto hace que los gorditos en el acto del amor, eyaculen de forma más retardada.


Después de un procedimiento de revascularización por enfermedad cardiaca, por ejemplo, un baipás o una intervención coronaria percutánea (un cateterismo), el riesgo de mortalidad es mayor entre los delgados y menor entre quienes tienen sobrepeso (no obesidad). Se ha demostrado que un IMC elevado no es un parámetro fiable para determinar el riesgo, porque aquellas personas que tienen un IMC alto, pero también una masa magra (tejido que no es grasa) alta, son las que tienen menor mortalidad.


El riesgo de padecer depresiones y tener pensamientos suicidas se reduce en un 11% por cada unidad que aumenta el IMC. Una calidad de vida relacionada con la buena salud mental también crece a medida que se incrementa el IMC. Entre los hombres, un IMC bajo se asocia a mayor depresión e intentos de suicidio. Lo que hoy se admite es que tanto tener mucho peso como tener poco predispone a la depresión.


La grasa del abdomen contiene células que podrían contribuir a proteger a los hombres de la artritis (no así a las mujeres), y que, por tanto, cuanta más grasa, menor riesgo de padecer dicha enfermedad.


La grasa subcutánea que se acumula en las caderas y en los muslos disminuye los niveles de insulina y mejora la sensibilidad de esta hormona.


Aun con estas ventajas descritas, los costos del tratamiento de las personas con sobrepeso por enfermedades como la diabetes y problemas del corazón ya están costando miles de millones de dólares y algunos dicen que el sistema de salud podría quebrar en muchos países en el futuro.


Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.


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