Nada es tuyo excepto los pocos centímetros cúbicos dentro de tu cráneo. George Orwell.
La Stasi, era el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana, con 40 años de operación entre 1950 y 1990, reconocida en general como uno de los servicios de inteligencia más efectivos del mundo. Los soviéticos la terminaron considerando como uno de sus socios más leales y efectivos. La Stasi también prestó apoyo a varios grupos terroristas a quienes ayudó con armas, dinero y contactos para montar bases de inteligencia. En 1989, justo antes de la disolución de Alemania Oriental, la Stasi fue renombrada como Oficina para la Seguridad Nacional y el 15 de enero de 1990 la sede central de la Stasi en Berlín fue tomada por ciudadanos para evitar la destrucción total de los archivos, que estaban haciendo los miembros de dicha policía política. Con estos documentos quedo al descubierto los detalles de operaciones subversivas y de espionaje en contra de los Estados Unidos y otras naciones; entrenamiento y alojamiento de terroristas internacionales; asesinatos; secuestros; chantaje; coerción; fraude electoral; y muchos otros crímenes y abusos flagrantes de los derechos civiles y humanos.
La Stasi manejaba la figura del colaborador informal en la persona que de forma secreta suministraba información. La red de colaboradores se estima que alcanzo 624 mil personas y en los últimos años unas 189 mil en todos los sectores de la sociedad y constituía uno de los instrumentos de represión y apoyo al régimen más importantes. Entre un 30% y un 40% de los colaboradores pertenecía al grupo de edad comprendido entre los 25 y los 40 años (ese grupo de edad representaba el 25% de la población de la RDA). En comparación, el número de jubilados y de menores de 25 años era escaso. Con esta red, la Stasi intervenía teléfonos, se infiltraba en movimientos políticos y reportaba relaciones personales y familiares de los ciudadanos del país comunista.
El patrón de vigilancia y control civil de la Stasi ha sido desde entonces un modelo a seguir para regímenes autoritarios que utilizan la represión para controlar a su población, sin importar el hecho de que al culminar la Guerra Fría y con la ola de democratización y el aparente triunfo de la democracia liberal, estas estrategias policiales se consideraban que ya no eran viables.
1984, es una novela política de ficción distópica, escrita por George Orwell y publicada en 1949. La novela popularizó los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del Pensamiento y de la neolengua, adaptación del idioma inglés en la que se reduce y se transforma el léxico con fines represivos, basándose en el principio de que lo que no forma parte de la lengua, no puede ser pensado.
Muchos analistas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad orwelliana, una sociedad donde se manipula la información y se practica la vigilancia masiva y la represión política y social. El término “orwelliano” se ha convertido en sinónimo de las sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras como las representadas en la novela. La novela fue un éxito en términos de ventas y se ha convertido en uno de los más influyentes libros del siglo XX.
En épocas modernas, la explosión de innovación en la ciencia de la tecnología ha prometido empoderar a los ciudadanos y permitirle un mayor acceso a la información. Esta visión optimista de un futuro libre y democrático no tuvo en consideración que gobiernos autocráticos aprovecharían de estas tecnologías y las utilizarían como nuevos métodos para mantenerse en el poder.
El internet y las redes sociales han facilitado la protesta en contra de largas dictaduras gobernantes. En los últimos 20 años, las protestas han traído el derrocamiento en 10 de 40 autocracias alrededor del mundo, por lo cual las protestas representan una de las principales amenazas para cualquier régimen autoritario.
La vigilancia impulsada por algoritmos del deep learning e inteligencia artificial, lamentablemente han demostrado que es posible automatizar y mejorar las tácticas de la Stasi. El partido Popular Chino está consiguiendo desarrollar un gran arsenal digital para contrarrestar cualquier evento que pueda atentar contra su predominio, como las protestas en Hong Kong y como el brote de infección que la pandemia del COVID-19 han desatado.
Los avances en el análisis de “Big-data” y con el acceso a datos personales como declaraciones de impuestos, registros de compra o historiales médicos permiten al Partido Popular monitorear a sus ciudadanos hasta tener una capacidad para ejercer un control preventivo, un programa que el gobierno chino llama “administración social.” La idea principal de este sistema es aprovechar la información almacenada digitalmente para que todos sus ciudadanos se comporten de manera más honesta y conforme a los intereses del partido. El régimen utiliza algoritmos de Inteligencia Artificial para compilar y analizar dicha información y otorgar un “crédito social” que premia el comportamiento aceptable y castiga su contrario. El sistema se usa con apoyo de políticas de vigilancia masiva como dispositivos y aplicaciones para medir la temperatura y reconocer individuos. Mucho de los ciudadanos chinos temen que la calificación obtenida en el sistema pueda dar lugar a sanciones, como la denegación de un préstamo bancario o el permiso para comprar un billete de tren, o inclusive que se persiga a aquellos críticos del partido.
El modelo chino también demuestra que la represión digital lleva como complemento su versión física a escala masiva. La gran muralla china es constantemente comparada con el Gran Firewall o el gran cortafuegos, que rodea el internet en China continental, removiendo todo contenido que el gobierno no apruebe.
Así como las autocracias se han adaptado para poder aprovechar la revolución digital como medio para mantenerse en poder, las democracias del mundo deben desarrollar nuevas estrategias para evitar que todos los beneficios que la tecnología pueden ofrecer no estén monopolizados por ellos.
En Venezuela, ejemplos de estas manipulaciones digitales han estado relacionadas con la creación de la criptomoneda el Petro, la plataforma patria, el monedero patrio, el carnet de la patria, la pensión y los bonos de la patria, los programas sociales, las prohibiciones o retardos excesivos en la obtención de documentos como la cedula de identidad, pasaportes, apostillamientos, etc. Y lo más grave de todo es la acción represiva del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).
El Sebin es el organismo de inteligencia del gobierno de Venezuela a quien la ONU, investigó y concluyó que ha tenido como objetivo identificar a la disidencia política y activistas de los derechos humanos, así como a otros hombres y mujeres que se percibían como contrarios al gobierno, y detenerlos. En algunos casos las detenciones equivalían a desapariciones forzadas de corta duración e incluían torturas, tratos crueles, inhumanos y degradantes, incluidos actos de violencia sexual.
El Sebin utiliza una red conocida como los patriotas cooperantes constituida desde el año 2010 por informantes anónimos en casos judiciales. Esta red o bien está en su nómina o reciben un pago por los datos aportados. Los patriotas cooperantes han sido usados en casos aislados de requisas criminales y de manera más intensiva contra los estudiantes que protagonizaron las protestas en Venezuela de 2014 y contra tanto activistas como opositores del gobierno. A pesar de existir iniciativas para desinstitucionalizar a los delatores, en enero de 2016, Maduro oficializó al sistema de patriotas cooperantes.
El episodio triste de la RDA y de la Stasi con toda su perversidad se repite en Venezuela.
Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.
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