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De la pobreza a la Delincuencia.

Writer's picture: Sr JimenezSr Jimenez

Barrios bajos es un concepto del urbanismo de la sociedad industrial que surge con el crecimiento de las ciudades europeas en el siglo XIX, ​ que determina la diferenciación social en la estructura urbana, un concepto que puede ser aplicado a las ciudades de cualquier continente.


Otras expresiones utilizadas son barrios marginales, barrios pobres, barrios deprimidos, barrios de trabajadores o barrios obreros, aunque cada una de ellas tiene un matiz distinto, marcado por la intención del hablante, entre lo peyorativo, lo disfuncional, lo problemático, lo precario e incluso lo admirativo. Se identifica, por tanto, con la condición social de sus habitantes, las clases bajas, y no con la altitud topográfica, aunque pueda coincidir (especialmente en el entorno de los puertos o barrios portuarios). El nombre de barrio obrero se usa como topónimo oficial en barrios de varias ciudades.



De acuerdo a la definición de la ONU, barrio marginal es aquel que carece de una o más de las siguientes condiciones: agua potable, sanidad, espacio habitable suficiente, una vivienda levantada con material sólido y el derecho de usufructo. La mayor parte de los barrios bajos se sitúan en la periferia urbana o el extrarradio que surge más allá del ensanche burgués.


También pueden denominarse barrios bajos, la parte del centro de las ciudades que se ve deteriorada por la ausencia de mantenimiento o renovación de infraestructuras y la existencia de determinadas funciones marginales (especialmente la prostitución o distintas formas de delincuencia) y de población ligada a ello (lumpen, inmigración, minorías étnicas), el descenso de los precios de los inmuebles y las rentas y otras formas de degradación que los convierten en verdaderos guetos.


Se ha relacionado la pobreza, o, si se prefiere, la marginalidad social, con la delincuencia, así, las clases acomodadas inglesas en el período de la industrialización veían con temor los suburbios de las ciudades donde se hacinaban los que acababan de llegar de las zonas rurales atraídos por las oportunidades de la nueva industrialización. De hecho, la conocida Policía Metropolitana de Londres se crea en 1829 con la intención de penetrar en aquellos barrios, foco de perversión y delincuencia.


No ha sido esta perspectiva un planteamiento exclusivo de las clases acomodadas de la Inglaterra de la época, sino que ha sido habitual que los más pudientes de los países más diversos identificaran la pobreza como fuente de todos los males, entre ellos la delincuencia.


La pobreza, de acuerdo con este punto de vista, implicaría, malas condiciones de salud y de higiene, familias desestructuradas, ausencia de educación y de valores sociales y todo este “pack” conduciría irremediablemente a la delincuencia. Desde esta perspectiva, la caridad, la ayuda a los más desfavorecidos era una manera de civilizar a los pobres y, en consecuencia, de prevenir la delincuencia.


Desde una perspectiva absolutamente opuesta, que podríamos calificar de socialista o comunista, no se llegaba a conclusiones diversas, aunque con un recorrido argumental cualitativamente diferente. Se partía de una injusticia en la distribución de la riqueza, que dejaba a grupos significativos de la población fuera del goce de muchos de los productos y servicios que la sociedad capitalista-consumista producía y anunciaba, con una propaganda tan agobiante que daba la impresión que si no podías hacerte con ellos, no eras nadie o ni siquiera valía la pena vivir.


Esta injusticia no dejaría únicamente a un sector importante de la población sin un nivel equitativo de recursos, sino que, además, esta gente tenía que soportar el contraste de ver a otros gozando de manera ostentosa de más bienes y servicios de los que necesitaban.


Unos no podían estudiar y los otros estudiaban las carreras que querían, unos vivían en viviendas insalubres y otros poseían grandes mansiones, etc. En este contexto, algunos de estos pobres no tenían prácticamente otro recurso que la delincuencia para intentar responder a tanta agresión y buscar un futuro.


Habría, pues, que mejorar las prestaciones y los servicios que se ofrecía a estos sectores desfavorecidos para ofrecerles alternativas válidas que les permitieran orientar su vida de manera menos traumática tanto para el sistema como para ellos. Desde esta óptica hacía falta más justicia social para conseguir una sociedad más segura y con menos delincuencia.


Al margen de lo más o menos fundamentados que sean los argumentos al final el sospechoso continúa siendo el pobre, hasta el punto que las políticas sociales hacia algunos sectores se acaban inscribiendo en estrategias de prevención de la delincuencia, con la consiguiente criminalización de los sectores destinatarios de estas políticas sociales. Desde esta perspectiva ideológica se llegó a decir, incluso por personas con responsabilidad en el ámbito de la seguridad, que el incremento de los desempleados y la eliminación de subsidios a los más pobres provocaría de manera inevitable un incremento de la delincuencia.


La delincuencia y la inseguridad son el resultado de circunstancias y fenómenos complejos, los estudios sobre la relación de la delincuencia con las crisis económicas no han ofrecido conclusiones claras; sin embargo, los acontecimientos anti raciales recientes en los Estados Unidos y en otros países, todos con economías afectadas por la pandemia del Covid-19, muestran a grupos de personas saqueando tiendas y supermercados.


Es cierto que la desestructuración social, la violencia estructural, las injusticias evidentes son una buena simiente para el conflicto, para la delincuencia, para la violencia y para la seguridad. Pero esto no significa que los menos favorecidos, los pobres, tengan que ser necesariamente delincuentes. Estamos ante un fenómeno más complejo en el que juegan un papel relevante otros aspectos como la cohesión comunitaria, los valores predominantes, la abundancia de productos para apropiarse o las oportunidades delictivas. Es cierto que pueden darse casos en que los barrios más desfavorecidos y degradados presenten una mayor crisis de valores y una menor cohesión comunitaria, pero posiblemente no tendrán abundancia de productos ni oportunidades.


Un caso que ejemplifica muy bien la dificultad de buscar soluciones simples a la hora de identificar las causas de la delincuencia, lo encontramos si analizamos el fenómeno de las bandas (pandillas) organizadas para la delincuencia (que originariamente eran juveniles, pero ya no lo son tanto) en los países centroamericanos. Es casi de dominio público que en algunos de aquellos países (sobretodo El Salvador, Honduras y Guatemala) existen bandas con un potencial delictivo altísimo, acompañado normalmente con una gran violencia.



La mayoría de los estudios apuntan al medio en que los jóvenes crecen en aquellos países como causa de la aparición y crecimiento de estas bandas. Un escenario de grandes diferencias sociales, constante violencia de diverso tipo y condiciones degradantes de vida favorecería el acceso de estos, en principio, jóvenes a la organización, que les proporciona una identidad, una protección y, desde su punto de vista, un futuro. Esta descripción se adecua con la realidad de aquellos países.


Les guste o no a algunos, los pobres no se convierten indefectiblemente en delincuentes. Hay que seguir combatiendo la pobreza y la marginalidad por una cuestión de justicia y equidad social, porque tendremos una sociedad con una mayor calidad de vida, porque seremos más felices con menos pobreza, pero no como el punto central de las políticas de prevención de la delincuencia.


Una pandilla es un grupo o sociedad de asociados, amigos o miembros de una familia con un liderazgo definido y una organización interna que identifica o reclama el control sobre el territorio en una comunidad y se involucra, ya sea individual o colectivamente, en un comportamiento ilegal, y posiblemente violento.


Las pandillas surgieron en Estados Unidos a mediados del siglo XIX y eran una preocupación para los líderes de la ciudad desde el momento en que aparecieron. Algunos miembros de bandas criminales tienen que demostrar su lealtad y derecho a pertenecer cometiendo ciertos actos, generalmente robo o violencia. Un miembro de una pandilla puede ser llamado un gánster ,o, menos específicamente, un matón.


Un número de pandillas han ganado notoriedad en el curso de la historia, incluyendo la mafia italiana, la mafia griega, la mafia bosnia, la mafia rusa y la mafia francesa entre muchas otras.



Con el nombre de Mano Negra se describió a un tipo de raqueta de extorsión italiana, que originalmente desarrollado en ese país en el siglo XVIII, llegó a los Estados Unidos a finales del siglo XIX con los inmigrantes. Una minoría de los inmigrantes formó sindicatos criminales, viviendo uno junto al otro y victimizando en gran medida a otros inmigrantes.


En 1900, las operaciones de Mano Negra se establecieron firmemente en las comunidades italianas de las principales ciudades, incluyendo Filadelfia, Chicago, Nueva Orleans, San Francisco, Nueva York y Detroit.


Los inmigrantes más exitosos eran generalmente los atacados, aunque hasta el 90 por ciento de los inmigrantes y obreros italianos en Nueva York y otras comunidades fueron amenazados con extorsión. El término "Mano Negra" fue fácilmente adoptado por la prensa estadounidense y generalizado a la idea de una conspiración criminal organizada, que llegó a ser conocida como "La Sociedad de la Mano Negra".


Don Fanucci es un personaje ficticio que aparece en la novela de Mario Puzo El Padrino y en la película El Padrino Parte II, una secuela de la versión cinematográfica de la novela de Puzo. Don Fanucci fue asesinado por Vito Corleone para evitar que siguiera siendo extorsionado y que dejara el camino libre a su vida delictiva.



El personaje de Don Fanucci podría estar basado en Giosu-Gallucci, quien fue un jefe criminal de Harlem italiano en la ciudad de Nueva York, Gallucci llegó a New York en 1892 escapando a la justicia por asesinato y se convirtió en uno de los italianos más poderosos del ámbito político de la ciudad. Poseía muchas viviendas en la zona y controlaba el negocio del carbón y el hielo, las zapaterías, el negocio del aceite de oliva y la lotería en los barrios italianos. Fue uno de los mayores prestamistas y tenía un estricto control sobre el juego de políticas (raqueta de números), empleando bandas callejeras napolitanas y sicilianas como sus fuerzas del orden. Con su capacidad para movilizar el voto en Harlem y registrar inmigrantes, entregó un número significativo de papeletas. Obtuvo casi inmunidad de las fuerzas del orden al apoyar a la máquina política demócrata que gobernó Manhattan y la política de la ciudad de Nueva York casi sin oposición.



A pesar de su poder e influencia política, Gallucci no era inmune a la extorsión de Mano Negra. Con frecuencia recibía amenazas, a menudo le disparaban y había sido herido muchas veces. Gallucci y su hijo de 18 años, Luca, fueron asesinados en mayo de 1915. El funeral contó con la asistencia de 5.000 personas y acompañado por 800 carruajes, 22 carruajes solo para flores, el mayor que Harlem había experimentado hasta ese momento.


En la Venezuela actual, en casi toda su extensión se sufre por la ausencia total o en afectación importante de dos o más servicios vitales, por lo cual podría considerarse que el país es un gran Barrio Marginal, según la definición de la ONU.


A estas condiciones de precariedad se llegó por una severa crisis caracterizada por factores políticos y económicos que degeneró en una situación de escasez, deterioro del sector servicio, inseguridad y violencia.


Estos factores en primer lugar, provocaron la migración masiva de venezolanos, con un segmento importante de la clase media con educación superior y población joven dispuesta a progresar en otros países, a la cual, desafortunadamente, se le sumaron participantes de bandas delincuenciales que operaban en el país, dedicadas a la extorsión, cobro de vacunas y sicariato, tal cual la extinta Mano Negra del siglo pasado en los Estados Unidos.


La acción delictiva de este grupo, tanto en Colombia como en Perú, ha sido contrarrestada por las fuerzas policiales y son del conocimiento público. En segundo lugar, la población que se ha mantenido en el país ha estado sometida a un deterioro constante de su calidad de vida, desestructuración social, violencia estructural e injusticias, por acciones de retroceso importantes en el sistema educativo, de salud y de seguridad y en un ambiente recesivo de la economía.


Se ha roto la cohesión comunitaria, y los valores personales de los más pobres y ha propiciado que cada vez más se sumen a prácticas delincuenciales, siendo además bien visto por los integrantes del gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro.


Pero una cosa es lo que piensa el burro y otra quien lo arrea. Con esta expresión popular para reflexionar con buen humor, esperamos el retorno a un camino de recuperación del país y de su gente en el menor tiempo posible y un excepcional cortejo fúnebre para enterrar este gobierno y sus prácticas delincuenciales.


Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez


Enlaces:







https://en.wikipedia.org/wiki/Giosue_Gallucci

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