A comienzo de los años setenta en algún sitio residencial de Maracaibo, la joven universitaria María Lola y su hermana, estaban empecinadas en revivir el color rojo de un piso de cemento quemado. Para ello, retiraron todos los muebles y utilizaron la cera Cardinal en su presentación en crema, que necesitaba ser disuelta con Kerosene.
La mezcla la esparcían en toda el área del piso, utilizando primeramente un haragán y finalmente un trapo para emparejarla. En su casa, afortunadamente tenían una pulidora con tres cepillos redondos, que facilitaba la pulida, con movimientos en círculos de la pulidora. Más de tres horas le dedicaron a esa actividad y al final de esa agotadora tarea, una sonrisa se alojaba en sus caras, al validar que el piso estaba impecable, para esa noche del 24 de diciembre.
María Lola llevaba su cabello usualmente ondulado y ese día lo había lavado temprano, por lo que lo tenía escondido en una pañoleta para evitar que le sudara, pero también la pañoleta ocultaba los rollos y las anchoítas, con las cuales le daría forma y consistencia a su cabellera, detrás de un peinado de moda, que le iría a lucir esa noche a su joven enamorado, también un estudiante universitario.
Un par de día antes, la familia de María Lola, había preparado unas hallacas de pollo, que eran las preferidas y las convenientes, descartando las de carne de cerdo. Al padre de María Lola, le habían prohibido el consumo del cerdo por el control de su colesterol y eso llegaba hasta la decisión del guiso de las hallacas.
María Lola, se desvivía por comerse una hallaca de cerdo, pero no se empeñaba en una discusión familiar, a sabiendas de que le brindarían demás, en las calles del vecindario. Por lo pronto, aseguró un intercambio de hallacas, con su enamorado, lo que le permitiría comerse discretamente una de cerdo, en la misma mesa de la cena familiar, evitando los celos y reclamos del grupo.
Una pipa que la familia utilizaba para recolectar agua potable, la usaron como cava enfriadora, picando dos moldes de hielo. En la improvisada cava colocaron una caja de cerveza Zulia y algunos refrescos. Eso lo hicieron a primeras horas de la tarde, para lograr el deshiele y aprovechar el agua a punto de congelación, logrando que esa combinación de agua fría y hielo, enfriara más eficiente el líquido de las botellas sumergidas en la llorosa pipa.
Antes de las seis de la tarde del 24, el primero en asomarse vestido con algún estreno, fue el padre de María Lola, quien, comenzaba a degustar unas cervezas. Las muchachas de la casa, esperaban hasta pasada las ocho de la noche y salían de su cuarto tal cual unas princesas; de allí se dirigían a la cocina, para ver el engalane con hallacas, pernil, ensalada, macarronada y pan francés picado en partes, ya que esa época, el pan de jamón no tenía tanto arraigo.
Luego de esa rutina, se inauguraba el baile en el piso rojo y hasta allí le llegaba la pulitura, ya que parte de la cera era arrancada prácticamente por las suelas de los zapatos. Casi siempre que eso ocurría, las muchachas pensaban, que era mucho trabajo para lo que duraba y comentaban que la próxima vez usarían la cera cruz verde roja líquida, que exigía menos esfuerzo.
El tocadiscos a todo volumen peleaba con el del al lado y las horas transcurrían con la alegría de las parejas constituida por las muchachas y sus invitados. La cena se programaba de once a doce de la noche y luego salían a recorrer las calles repletas de gente, visitándose unos vecinos con otros, con las familias todas reunidas con el más alto sentido de convivencia y paz.
Feliz Navidad 2024.
Antonio Jimenez.
Aunque las personas estemos en lugares diferentes y muchos de los que estaban antes ya no estén, la Navidad de los cristianos se perpetua en el tiempo. Hoy hay nuevos integrantes en las familias , y el espíritu de la Navidad se lleva de generación en generación. Las costumbres serán diferentes, pero no necesariamente todo pasado fue mejor, también ocurrian y se ocultaban cosas desagradables. Abogo por un presente auténtico y un sincero deseo de feliz Navidad inclusivo para toda la humanidad.
Dedicado a mi familia y mis amigos; quiera Dios, que la unión familiar y la celebración de la navidad sea tan sencilla y con tanto significado de la unión y convivencia, como en los años setenta.