Relatos (23): migrantes.
- Sr Jimenez
- Sep 22
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Esa mañana, en la ciudad de Lima, estaba nublada, como siempre, y la temperatura rondaba los 12 grados centígrados. Y para la población de esa ciudad, se hacía interminable el invierno, faltando por transcurrir unos días hasta la llegada de la ansiada primavera, en ese mes de septiembre del año 2014. Tan temprano como a las seis a. m. y sin haber tenido el tiempo para tomarse un café, ni mucho menos un desayuno, se encontraba un venezolano recién llegado a esa capital para ejercer como el vicepresidente de operaciones petroleras de una filial de su empresa con sede en Colombia.

Un conductor, a quien el vice reconocía como un experto conocedor de las rutas y de los trucos de la ciudad, llegó, según lo convenido, al sitio de encuentro en un hotel en el distrito de San Isidro, y enseguida se trasladaron a la sede central de las oficinas de Migraciones Perú, en el distrito de Breña, donde se iniciarían los trámites para la obtención de un carnet de extranjería que le permitiría al vice convivir en el país por el próximo año. Aunque la distancia entre esos dos puntos de la ciudad, medida en línea recta, era de solo 3 kilómetros, resultó que, con el tránsito congestionado, a través de la sumatoria de las distancias parciales de la complicada cuadrícula de calles y avenidas, totalizó más de media hora, arribando a la sede migratoria con 30 minutos previos a la cita programada.

Durante la noche anterior, el vice y otros venezolanos en Lima, se habían comido toda la producción de tequeños, pastelitos y arepas rellenas en un pequeño restaurante de comidas típicas venezolanas ubicado en el distrito de Miraflores. Ese restaurante les pertenecía a unos ingenieros industriales recién graduados y sin experiencia laboral, procedentes del estado Aragua de Venezuela, quienes habían invertido todos sus ahorros en ese negocio de comida rápida que les permitía estar y subsistir en el Perú, como su país elegido para reemplazar a Venezuela, donde habían desistido de vivir con su profesión.
Avanzando en la cola para entrar a las oficinas de migración, el vice notó la existencia de ventas ambulantes de comida, siendo notoria la presencia de una joven con características fisionómicas y esbeltez diferentes, quien portaba una caja de anime o icopor decorada con la imagen de la bandera de Venezuela. Ella ofrecía arepas rellenas y otros fritos típicos venezolanos que provenían de un restaurante cercano. La joven ofrecía los productos al alcance de una clientela cautiva en las filas de la sede migratoria, lo que le resultó muy apropiado para aumentar las ventas.
En el año 2014, en Lima, estaban arribando algunos venezolanos, como si fueran unas hormigas exploradoras que se anteponían al grueso grupo de los migrantes del año 2017, pero ya se hacían notar en su proceso de integración a la sociedad peruana. Entre los primeros migrantes estuvieron los profesionales venezolanos, quienes se hicieron sentir como participantes importantes en las comunidades de las zonas residenciales y como usuarios en restaurantes, hoteles, clubes y en el hipódromo.

Otros migrantes de la clase media se dedicaron a invertir en negocios de servicios, ofreciendo productos con la preparación y calidad venezolana. Con la llegada de los grandes grupos de la migración de los venezolanos del 2017, se afectó negativamente la percepción positiva de aceptación por la sociedad peruana, motivado principalmente al desplazamiento de la mano de obra artesanal local y al aumento de los índices de delincuencia, con las bandas locales incorporando a pillos venezolanos.

Antonio Jimenez.
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