Una finca, también denominada fundo o predio, es una propiedad inmueble que se compone de una porción delimitada de terreno.
La finca representa el bien inmueble por excelencia: la tierra. Ha tenido una gran importancia desde la antigüedad por su relevancia económica en las épocas previas a la industrialización, y ha sido por ello el símbolo de riqueza y de la prosperidad. Así pues, la regulación de los bienes inmuebles ha sido muy extensa desde épocas muy antiguas. Se diferencia del inmueble ordinario por su carácter económico, ya que una finca es un inmueble que normalmente se destina para trabajar y obtener una renta de él.
En función del destino que se le da a la finca, existen fincas rústicas que son aquellas destinadas a la agricultura, ganadería, etc., las fincas industriales que están destinadas a la construcción de zonas industriales y empresariales y las fincas urbanas que tienen mayor capacidad para la construcción por lo que habitualmente son las de mayor valor económico y social.
El uso del suelo comprende las acciones, actividades e intervenciones que realizan las personas sobre un determinado tipo de superficie para producirla, modificarla o mantenerla.
El uso del suelo abarca la gestión y modificación del medio ambiente natural para convertirlo en terreno agrícola: campos cultivables, pastizales; o asentamientos humanos.
Las prácticas de uso del suelo varían de manera considerable en diferentes partes del mundo, la división de desarrollo del agua de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, explica que el uso del suelo comprende los productos y/o beneficios que se obtienen del uso de la tierra como también las acciones de gestión del suelo (actividades) realizadas por los humanos para producir dichos productos y beneficios. Aproximadamente el 13% de la superficie de la Tierra es considerada tierra arable, con 26% de pastos, 32% de bosques, y 1,5% de zonas urbanas.
El uso del suelo es un término clave en el lenguaje de la planificación de ciudades. Por lo general, las jurisdicciones políticas realizan la planificación sobre el uso del suelo y lo regulan en un intento de evitar conflictos. Los planes de uso del suelo son implementados mediante la división del suelo y regulaciones sobre su uso, tales como su zonificación.
La planificación territorial analiza, desarrolla y gestiona los procesos de desarrollo de los espacios geográficos y territorios, tanto urbanos como rurales, de escala local, regional o nacional, según sus posibilidades ambientales, económicas y sociales, propiciando su desarrollo sostenible.
La ciencia que más ha aportado al desarrollo de la planificación territorial es la geografía, debido a su visión integradora de todos los elementos físicos o naturales, económicos, políticos y culturales que coexisten en el territorio.
La planificación territorial incluye normalmente una normativa, con fuerza de ley, que regula el uso del territorio, definiendo los usos posibles para las diversas áreas en que se ha dividido el territorio, ya sea el país como un todo o una subdivisión político-administrativa del mismo.
Es un proceso político, en la medida que involucra toma de decisiones concertadas de los factores sociales, económicos, políticos y técnicos, para la ocupación ordenada y uso sostenible del territorio. Asimismo, es un proceso técnico administrativo porque orienta la regulación y promoción de la localización y desarrollo de los asentamientos humanos, de las actividades económicas, sociales y el desarrollo físico espacial.
Estados Unidos fue una sociedad marcadamente rural, desde su fundación como país y a medida que se fue extendiendo hacia el oeste y el sur, el gobierno federal se convirtió en el principal dueño de las tierras del país.
Sin embargo, el derecho a la propiedad de la tierra quedó pronto consagrado como inalienable y en 1860 cuando Abraham Lincoln era presidente, los derechos a la propiedad de la tierra se respetaban sin importar si eras negro, blanco, hombre, mujer, viejo o joven. El siglo XIX marcó el auge y desarrollo de algunos centros urbanos, aunque gran parte de la población continuó viviendo en zonas rurales hasta entrado el siglo XX. A partir de la II Guerra Mundial, hubo muchos cambios económicos y demográficos que la convirtieron en una nación más urbana. Las mujeres se unieron a la fuerza laboral en un número mucho mayor cuando los hombres estaban en la guerra y la distancia entre los ciudadanos y la tierra comenzó a crecer. El final de la conflagración mundial marcó también la emergencia de nuevas ciudades.
De acuerdo con las cifras oficiales, el país se volvió cada vez más urbano, a una tasa promedio de 405 mil hectáreas cada año (lo que equivale a una nueva área urbana del tamaño de Los Ángeles, Houston y Phoenix juntos). No obstante, la mancha urbana en los Estados Unidos, es apenas perceptible todavía: aunque cuatro de cada cinco estadounidenses viven en una ciudad, estas solo abarcan el 3,6% del territorio de la Unión de 983 millones de hectáreas (35 millones de hectáreas).
En el vasto territorio de Estados Unidos, el gobierno aún conserva más del 40% de la superficie del país (casi 400 millones de hectáreas). El 4% (41 millones de hectáreas) son áreas de parques o zonas silvestres, donde se excluyen la mayoría de las actividades comerciales, como la tala, la minería y el pastoreo. Una quinta parte de las tierras del país se destinan a fines agrícolas (200 millones de hectáreas) y un tercio al pastoreo (más de 300 millones de hectáreas); sin embargo, en el año 2016, los estadounidenses importaron el 15% de sus de alimentos, bebidas y más del 30% de las frutas y verduras frescas que consumen, provienen de otros países, principalmente México y Canadá. En el país, un millón doscientas mil hectáreas están ocupadas por aeropuertos y otras 809 mil hectáreas por campos de golf.
En el 2018, los propietarios privados más grandes de la nación poseían, en conjunto, alrededor de 16 millones de hectáreas.
En los últimos años, principalmente después de la crisis de 2008, muchas de las grandes fortunas del país han comenzado a mirar otra vez hacia la propiedad de tierras.
Recientemente, la mayor compra de terrenos en Estados Unidos la hizo Bill Gates, que pagó 171 millones de dólares por unas tierras de cultivo en el estado de Washington. El interés de grandes fortunas por la tierra muestra un aumento sustancial, ya que es un activo multigeneracional, que de alguna forma sirve para el futuro y la familia. Muchos multimillonarios han comenzado a ver en la propiedad de terrenos una forma de invertir dinero y multiplicar su valor sin arriesgarlo en los altibajos de la bolsa o exponerse a bancarrotas.
El valor de una propiedad no aumenta tan a corto plazo, como las acciones del capital privado, pero en el 2008, cuando la recesión golpeó y la bolsa se fue al piso, y tantas empresas quebraron, los precios de la tierra no bajaron de forma tan brusca. De alguna forma, ven la tierra como una inversión a largo plazo. El hecho de que la propiedad de tierra incluya desde el disfrute de espacios naturales hasta flujo de efectivo asociado a su explotación, ha hecho que para muchos se convierta también en un interés económico potencial.
Los mayores terratenientes privados de los Estados Unidos, son empresarios, multimillonarios y filántropos que juntos poseen un total de 5,5 millones de hectáreas de tierras, o 55 mil kilómetros cuadrados, un área que supera la extensión de algunos estados de EE.UU. Los principales 5 terratenientes en los Estados Unidos son: Stan Kroenke, magnate deportivo, con 558 mil hectáreas, la familia Reed con 700 mil ha dedicados a tareas forestales, la familia Emmerson con 800 mil ha, dedicado a productos forestales, Ted Turner, con 810 mil ha, dueño de CNN y quien posee la mayor cantidad de bisontes del mundo, con más de 50 mil ejemplares en sus propiedades y John Malone con 890 mil ha, magnate de los medios.
En Colombia, existen 114 millones de hectáreas con potencial agrícola, forestal y ganadero y de ellas hay cerca 34 millones con conflictos en el uso de sus suelos: 18 millones de hectáreas sobre utilizadas (se emplean para lo que no es adecuado o se están sometiendo a desgaste por el excesivo uso) y 16 millones están sub utilizadas (que no se están trabajando o que se emplean por debajo del potencial real de producción que tienen). La región caribe es la que presenta la situación más preocupante ya que los porcentajes de uso inadecuado del suelo llegan en algunas zonas hasta el 70 por ciento. En el país existen 169 mil hectáreas sembradas de coca, cultivos ilícitos que desprestigian al país pero que solo ocupa el 0.15 % del territorio con potencial agrícola/ forestal/ ganadero y básicamente concentrado en tres regiones, con casi 40 mil ha en el Putumayo y Caquetá, 60 mil ha en el centro del país y 62 mil ha en la región pacífico.
En Venezuela existen 27 millones de hectáreas aptas para el cultivo (el 4 % de los Estados Unidos y el 17 % de Colombia), de las cuales 51% están sembradas de pastos (14 millones hectáreas), 28% de bosques naturales (7,6 millones hectáreas), 6% están cultivadas con rubros de ciclo corto (1,6 millones de hectáreas) y 4% con cultivos de ciclo permanente (1,03 millones de hectáreas).
Entre los años 1998 y 2010, se dieron cambios sustanciales en el país. resultando en la actualidad en un enorme déficit de producción agroalimentaria que lo ha convertido en importador neto de alimentos. Actualmente, existen 18% menos de productores y explotaciones agropecuarias. La superficie agrícola se ha reducido en 2,41 millones de hectáreas (8,18%), la tierra de pastizales que es la que usa la ganadería, se redujo en 19,74% o 3,37 millones de hectáreas, explicando en parte el déficit de carne y leche por la reducción del rebaño vacuno (menos 7,51%) de 13,05 a 12,67 millones de cabezas. Los bosques naturales también se han reducido 15,46% o 1,39 millones de hectáreas, señalando la gravedad del problema de la deforestación.
La desertificación es un proceso de degradación ecológica en el que el suelo fértil y productivo pierde total o parcialmente el potencial de producción. Esto sucede como resultado de la deforestación y destrucción de la cubierta vegetal, la subsiguiente erosión de los suelos, la sobreexplotación de acuíferos, la sobre irrigación y consecuente salinización de las tierras o la falta de agua; con frecuencia el ser humano favorece e incrementa este proceso como consecuencia de actividades como el cultivo y el pastoreo excesivos o la deforestación.
El gran responsable, aunque no el único, de la extendida erosión en los suelos es el clima. Las tierras secas, áridas o semiáridas, reciben pocas precipitaciones al año, pero cuando cae la lluvia lo hace, frecuentemente, de forma torrencial, habitualmente en otoño, con una fuerza capaz de erosionar fácilmente los terrenos. La falta de agua provoca, también, que la vegetación sea escasa y que aporte poca materia orgánica al suelo y le proporcione una débil protección.
Junto a la escasez de vegetación otras características de estas zonas es el ser frecuentemente montañosas, con laderas de fuertes pendientes, formadas por rocas relativamente blandas. Todo este conjunto de factores facilita que las aguas corran con fuerza arrastrando con facilidad el suelo y formando cárcavas y barrancos.
Reflexionando sobre los cambios mayormente negativos en el uso de la tierra en Venezuela, es obvio que resultan del impacto de la Ley de Tierras. La aplicación de la ley de tierras en el 2001 en Venezuela, cuyo slogan principal era la de “tierras y hombres libres” se fundamentó en las expropiaciones de tierras productivas y en su posterior seccionamiento en parcelas para la entrega a campesinos, con la instrucción de fundar conucos, para la siembra y cría de animales de pastoreo, en volúmenes de subsistencia familiar mas no en volúmenes comerciales.
Esta situación no fue bien recibida por los campesinos, por lo que la mayoría de estas propiedades fueron abandonadas por los adjudicados, quienes luego migraron del campo a las ciudades y a otros países, aumentando por un lado la dependencia del Estado a las importaciones de bienes de consumo y por otro lado dejando las tierras propensas a la erosión. Igualmente, en Venezuela, el deterioro económico ha generado, por la falta de inversión y programas de mantenimiento apropiados, un colapso de los servicios públicos, como la electricidad, el agua y el gas doméstico, lo cual ha promovido el uso intensivo de carbón y leña para la preparación de alimentos, lo cual se suma a otras actividades de deforestación masiva de suelos para la explotación del oro en las selvas del oriente del país.
De prosperar esta perversa administración del Estado sobre sus recursos, tendrán que cambiar el slogan por “Tierras y Hombres Pobres”.
En Venezuela solo será posible aumentar la producción y productividad para resolver el déficit agroalimentario, mediante políticas, planes y programas que impacten positiva y no negativamente como actualmente sucede, y refleja muy sensiblemente el uso de la tierra en Venezuela. En consecuencia, son solo ilusiones las expectativas de un aumento sensible inmediato y sustentable de la producción agrícola nacional con el nefasto régimen actual de Maduro. Dios salve la patria.
Recopilación de la Información y Restructuración por Antonio Jimenez.
Enlaces:
Comments