La señora Rufina, quien, vivía en la casa que daba al frente de la de mi abuela, mantenía un jardín bien tupido de plantas ornamentales y herbáceas, muchas de ellas sembradas en huacales de madera.
Sucedió que una tarde, una de mis hermanas mellizas, quien, contaba con 4 años de edad, se atrevió a explorar esa jungla y pagó bien caro esa osadía, al recibir una picada de un insecto, en una de sus piernas, cerca del tobillo. El insecto resultó ser un cigarrón negro, que se sintió amenazado y se defendió. En el proceso de rescate de la niña, se logró ubicar un agujero en la madera de un huacal, que sería la entrada a una cueva que servía de hogar de los insectos.
El área afectada por la picada del cigarrón, se infectó y tardó varios días en cicatrizar, dejando una especie de un hundido, que relleno por la piel, quedó para la posteridad.
De esa especie de abejorros, es la hembra, la única con aguijón y quien tiene la supremacía, dejando al macho, para alertar en labores de vigilancia de intrusos, como la mellicita. Las madres e hijas cohabitan, distribuyéndose las tareas, también vigilan y recolectan el polen y néctar de flores diversas, con una larga lengua de casi un centímetro. Solo las hembras construyen los nidos en la madera, para eso, perforan con sus fuertes mandíbulas y excavan varias galerías paralelas, que desembocan en una abertura única. Allí depositan los huevos y tras la eclosión, las larvas se alimentan de una mezcla de polen y néctar depositados por las hembras en el nido.
Los machos con un zumbido fuerte son los que habitualmente se te acercan volando en la primavera, ellos defienden sus territorios y ahuyentan a otros machos, pero también a personas, que pueden estar cerca de lo que consideran sus territorios. A pesar de que este comportamiento pueda parecer peligroso, estos machos son inofensivos, ya que no tienen aguijones y, por lo tanto, no pueden picar.
La crisis política de la Venezuela actual, podría ser representada por una confrontación entre dos cigarrones machos, por la supremacía sobre el territorio.
Por un lado, el presidente elegido del 28 de julio de 2024, Edmundo González Urrutia, emula a un cigarrón muy poderoso, que se nota zumbando fuerte, sobre todo en el llamado a los militares venezolanos, para que, a partir del 10 de enero, lo reconozcan como su comandante en jefe. A través de esa proclama, les ordena el cumplimiento de la misión para defender la soberanía que permita la transición que él encabeza.
En el bando contrario, el otro cigarrón no se trata del usurpador, pior es nada, Maduro; seria el ministro de la Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, quien, por conveniencia monetaria, oculta los resultados electorales a favor de González Urrutia. El, es el custodio principal del sobre No 1, contentivo de las actas electorales, que demuestran la derrota de Maduro con 4 millones de votos por debajo del triunfador. Una vez se logre ahuyentar al cigarrón ministro, se aumentaría las posibilidades de un cambio de poder en el país.
Mientras tanto, la cigarrona asociada al presidente elegido, la de fuertes mandíbulas y aguijón, continuará construyendo su nido de una sociedad democrática, lo cual llevará más tiempo, y, desdichadamente, más picadas a quienes amenacen el cobro de la gesta democratizadora.
María Corina y Edmundo tienen trabajo por delante: hacer contar los 7,4 millones de votos.
Antonio Jimenez.
Pues sí, las hembras tenemos asignados los papeles más importantes en la vida , entre ellos procrear y llevar las futuras generaciones en nuestras entrañas. Una oda a Ma Corina que tanto embate ha tenido que soportar y los que faltan ….
Una especie de fábula, que a manera de relato con humanos e insectos, mantienen la intención didáctica y la crítica, manifestada en una moraleja final.