Dos amigas se citaron un día al Parque de la 93 en Bogotá, para conmemorar que cumplían 15 años de su graduación como psicólogos, en una universidad privada en Maracaibo. El programa lo arrancaron con un desayuno ligero de pasteles de pollo y café en el Juan Valdez.
Estando allí y entre tantos temas para conversar, se les coló el de la difícil situación post electoral en Venezuela, en el presente año de 2024. Ellas repudiaron las acciones delincuenciales del régimen de Maduro y ambas recordaron al mismo tiempo, que, siendo estudiantes de esa carrera universitaria, habían elegido un tema para una disertación estudiantil sobre la pregunta ¿Considera que el comportamiento delincuencial se fortalece hasta la invencibilidad, con el aprovechamiento de los refuerzos?.
La amplia fuente de información para la disertación, incluía a unos eventos ocurridos en los días finales del año 2008, al momento de que la ciudad de Maracaibo, se vio impactada por el asesinato a tiros, de una figura regional de la delincuencia, quien, a sus setenta años, era el capo de un imperio criminal constituido por su familia y por varias facciones subordinadas.
El mandato del capo estuvo vigente por un largo periodo de casi 30 años, iniciándose en la década de los años 1980. El capo actuaba como un juez sobre su mafia, resolviendo las disputas entre sus integrantes y manteniendo la paz según sus propios códigos. Era tal su influencia, que incluso los políticos locales y regionales se reunían con él, para discutir el manejo de sus municipios.
En el año 2008 se marcó un punto de inflexión para ese capo, cuando quedó al descubierto que violaba su propio reglamento delictivo. El patrón comenzó a perder el control de su imperio criminal y tanto el, como los herederos, hasta 18 miembros, fueron sucesivamente dados de baja. Unos años después, otros miembros de la familia, retornaron a la violencia y asesinatos en la era abiertamente criminal de la familia, pero igualmente fueron dados de baja.
Las amigas psicólogas, encontraron grandes similitudes en el accionar delincuencial de la banda en el 2008 y del régimen de Maduro en el 2024. Ambos grupos, mantuvieron sus comportamientos delictivos por largo tiempo, aprovechándose de reforzadores positivos y negativos, hasta que les llegó sus respectivos puntos de inflexión. En el caso del régimen, aunque no ha sido vencido, actualmente presenta una situación de extrema debilidad y su salida es inminente.
En el lenguaje delincuencial, los reforzadores positivos son las ganancias materiales derivadas del acto delictivo, la aceptación y el prestigio ganado dentro del espectro delincuencial y el aumento del autoconcepto. El fraude electoral descarado, por la diferencia de votos en contra y lo burdo de la maniobra, resultó en una apropiación arriesgada de la voluntad de elección del pueblo. Con ese botín, esperaban apropiarse también de abundantes bienes materiales, de elevar el autoconcepto al evaluarse a sí mismo, como valerosos, arriesgados y más inteligentes que los otros y finalmente, de ganar prestigio y consideración dentro de los grupos de referencia delincuencial.
Entre los reforzadores negativos, estaban la desaparición y el desconocimiento de las actas como pruebas del delito y la represión con cárcel para la mayoría opositora, con el objetivo de disminuir los niveles de stress y angustia, lo cual les ha resultado infructuoso.
La actuación conjunta del reforzamiento positivo y negativo en el comportamiento delictivo hace que este tipo de conductas sean sumamente resistentes a la extinción, pero no los exime que les llegue un punto de inflexión y la justicia.
Antonio Jimenez.
Un punto de inflexión es un instante que sucede de forma inesperada, a raíz del cual la vida cambia y nada vuelve a ser como antes. En lo social, sería el mismo concepto de cambio rápido o brutal, que se desencadena por la evolución de un conjunto de variables lentas que actúan en segundo plano.